Juan Luis Parra
Jesús Ramírez Cuevas ya está en la mira de Estados Unidos. No lo dice un loco en redes, lo confirma la prensa y lo respalda la inteligencia gringa. Allá lo consideran una amenaza. Así de claro.
Simón Levy, que parecía estar desvariando, fue el primero en soltarlo: “Estados Unidos va tras los gobernadores de la 4T”.
Se le rieron. Luego vino la bomba: Alfonso Durazo aparece como “Suspect Terrorist” en el sistema del CBP. Que lo detengan si intenta cruzar.
El gobernador dice que irá a Arizona a demostrar que es mentira el 26 y 27 de este mes. Veremos si llega. Y si lo dejan pasar.
Pero el punto es otro: Levy también apuntó a Cuevas.
Lo llamó el “Goebbels mexicano”. Se burlaron. Sin embargo, se sabe que Washington ya lo ve como problema de seguridad nacional. Lo dijo Riva Palacio en abril: están preocupados por su relación con la propaganda rusa y su rol como operador político de AMLO y Sheinbaum.
Cuevas permitió la entrada de RT y Sputnik. Les dio espacio publicitario en las calles de la CDMX.
Organizó entrevistas desde Palacio con exdirectivos rusos. ¿Por ingenuo? No. Por estrategia, quizá por ideología. Sabía perfectamente lo que hacía.
Y luego vinieron las protestas en Los Ángeles.
Justo cuando el discurso presidencial se llenaba de soberanía y otras frases huecas.
Manifestaciones con banderas mexicanas, acusaciones contra Trump, todo en sincronía perfecta.
¿Espontáneo? Lo dudo. Fue montaje, al principio. Luego creció solo.
¿Y los medios rusos? Diciendo que México organizó las protestas. RT, Sputnik, Pravda y rg.ru soltando versiones distintas en inglés y español.
En inglés: México las orquestó.
En español: Trump es el villano.
Propaganda de manual.
Y todo apunta al mismo operador: Ramírez Cuevas.
Calla, pero el expediente crece. Y en Washington no están jugando. Quizá lo ven como una pieza clave en la maquinaria de influencia extranjera que empieza en la 4T y huele a Kremlin.
¿Van por Cuevas? Todo indica que sí.