-Victor Roccas
Cuando los fanáticos de una facción partidista y los feligreses de otra supuestamente opuesta claman con denuedo que el contrario está comprando el voto sin considerar, porque la mayoría ni al menos ostenta la capacidad de razonamiento pues son rebaño, que en cualquier caso votar implica vender y comprar, comprar promesas, siempre promesas, que en algunos casos excepcionales beneficiarán en una muy pequeña medida, y realmente, a la base/masa electoral mayoritaria, pero que en la práctica sólo beneficia a la clase social alta, al empresariado, a la casta política y, por un efecto semejante a la salpicadura de líquidos, a otros cuantos que han tenido la astucia y amoralidad suficiente para renunciar a cualquier atisbo de decencia, dignidad , principios y sentido del servicio público.
Es literalmente nauseabundo como los adeptos de cada bando señalan e insultan a quien vota por el contrario como, un traidor, un vendepatrias, que compra las promesas contrarias pero no les ruboriza ni un ápice el intentar vender lo mismo para comprometer voluntades ajenas acompasados en el convencimiento de la demagogia publicitaria, de un supuesto horizonte de bienestar cual si la oportunidad de la tierra prometida estuviese promocionándose para su venta en lotes con facilidades casi extraordinarias pero por tiempo limitado.
Porque para ser muy concretos las temporadas de elecciones son literalmente un mercadillo, un tianguis de promesas a la venta y compra, pesca con anzuelos de fe, cacería con municiones de esperanza, o como dijo aquel; captura con redes “aspiracionistas”, pero ninguno acude a votar sino es por una conveniencia personal, ya sea por que el candidato elegido prometió agua en la colonia, drenaje, luz, seguridad, empleos, sustento o francamente porque habrá una promesa de beneficio directo al ser matraqueros, acompañantes, viene-viene, guardaespaldas de ocasión, gritones, aplaudidores, arrastrados, come tortas u otras tantas actividades denigrantes que con una probabilidad remota redituarán, ¡Tal vez!, en una posición de pequeño poder en alguna dependencia a cargo del candidato más tragón del festín, dando pie a aquellos miserables que se marean al subirse en un ladrillo y que tanto sufrimos como ciudadanos en cada administración del estado y en cada nivel de gobierno.
Y habrá vendedores/candidatos quienes voz en pecho y con orgullo henchido repliquen; “¡Es por la patria!” , “¡Es por nuestros hijos!”, “¡Es por su futuro!” , “¡Es por una transformación!” o alguna otra oración cursi sin más trasfondo que los lemas de campaña, tan sólo publicidad partidista que se graba con cincel en el reblandecido cerebro de millones.
Pues para iniciar “¡Votar por la patria!” es la razón más estúpida que he escuchado, ¿Cuándo fue la última vez que todos esos millones aplicaron un proceso de pensamiento o razonamiento al concepto de patria? ¿Cuándo han cuestionado con criterio propio a todos esos pregoneros y fogoneros de esta mal llamada democracia que enarbolan a la patria? La respuesta es nunca, jamás han entendido el significado de patria cuya definición resulta ser; “Tierra natal o adoptiva ordenada como nación, a la que se siente ligado el ser humano por vínculos jurídicos, históricos y afectivos.”, de tal manera que la palabra “siente”, sentir, alcanza un significado preponderante pues ese sentir sobre el apego es la cuestión de todo el asunto sobre la patria.
Analizando lo anterior es entendible para algunos el porque durante la educación básica al alumnado le repiten, le inculcan, le educan de manera doctrinaria el amor forzoso a un sistema de gobierno sustentado en falacias históricas, gestas casi legendarias, sucesos casi mitológicos, normas supraterrenales tan sólo para enaltecer y justificar, ocultando las deficiencias del régimen en turno, una gratitud conexa con el misterio que se reduce al miedo, adoctrinando mentes infantiles justo como lo hacen en algunas religiones, que también son adoctrinamiento.
Al final y por ello se puede llamar “patrioterismo” a tal apego irreflexivo que muchos en toda nación consideran como concepto de patria, ¿Quién puede considerar patria a un territorio ordenado como nación por ajenos, con normas y leyes unilaterales, cambiantes, sesgadas a voluntad de corruptos intereses de ocasión?¿Quién puede considerar patria un entorno totalmente violento, agreste, sin garantía alguna de bienestar?¿Quién puede considerar patria a un sistema que basa sus propias ganancias financieras en la expulsión de sus ciudadanos a otras latitudes en busca de oportunidades de supervivencia?¿Quién puede considerar patria a un sistema social que segrega y jamás unifica?¿Quién puede confundir promesa con patria sin una buena carga de dogma?..
Obviamente para los liderazgos sociales tales circunstancias de ignorancia, ignominia, decadencia, irreflexión, desigualdad, fanatismo, sumisión, ambición, mérito, competitividad, clasismo, aporofobia, desigualdad, etc, son el combustible que mantiene en marcha este patrioterismo que tanto defienden con una buena carga de conveniencia desde el conservadurismo de derecha e igualmente desde las nuevas izquierdas como la social democracia.
Por otra parte me causa rabia cuando alguien justifica la compra-venta electoral utilizando el argumento de “¡Por nuestros hijos!”… Carajo, ¿Realmente podemos considerar que individuos presas del pensamiento colectivo regido por un dogma religioso o político e inducidos por un líder cualquiera lograrán generar pensamientos integrales y libertarios hacia los hijos cuando ellos mismos están domesticados en pensamiento y sumisos en voluntad?¿Cuándo como padres no se tiene la capacidad, ya no se diga el tiempo de calidad, para permitir aprendizaje sin dogmas?¿Cuándo hay resignación sobrada para que nuestros hijos sean víctimas del dogma pues nosotros ni al menos entendemos que también estamos secuestrados por la doctrina del sistema?..
Claro que el mensaje de “por nuestros hijos” es propagandísticamente excelente pero igualmente es un mensaje con aroma a miedo, a condición, pero sobre todo un mensaje con dulzor a promesa que causa hambre de esperanza y fe.
Qué decir del argumento “¡Por su futuro!”, considerando que el futuro es inevitable pero precario para la inmensa mayoría y que al menos se puede decir que en tal futuro siempre cabrán una infinita cantidad y calidad de promesas, cada vendedor de sueños, conocidos en el argot electoral como candidato, adquirirá votos a cambio totalmente de posibilidades o sea de nada, acusando siempre a “lo que no fue” y a “lo que sin su aparente talento tampoco llegará a ser”, el incauto comprador a cambio de su momentánea voluntad, conocido en el argot electoral como votante, le comprará toda promesa aceptando sumisión y obediencia las que sin duda serán condiciones irrenunciables para un futuro como entes subyugados, esclavos del sistema mentalmente secuestrados. ¿Aprecia el amable lector la obviedad en este negocio totalmente desigual y ridículo?
Todo este proceso de compra-venta también se justifica y enaltece en nada más que una serie de estrategias truculentas aterrizadas en la burla, esquilmar para ganar la confianza de un electorado ignorante con un natural apego a ser rebaño y al acarreo, estrategias incluso de corte moral pero sin ética con el único objetivo de engatusar pues repito el futuro es un ámbito de posibilidades infinitas pero igualmente inexistente por lo cual para cada candidato tal futuro es una mina pletórica de promesas que vender pero ajena al garantizar responsabilidades.
Así que cuando alguien acuse a otro de traidor, imbécil, chairo, fifi, conservador, irresponsable, desmemoriado, jodido o “comemierda” por vender su voto, recuérdese que esos mismos que acusan cobijan la compra del voto con las mismas herramientas porque de eso se trata cada elección, de comprar y vender, de un vulgar mercadillo de voluntades y promesas a cambio de servilismo, sumisión, esclavitud traducida en fanatismo que al final resulta en la próxima pesadilla.
-V.Roccas.