Por Aurelio Contreras Moreno
Luego de 13 días sin que se supiera de su paradero, este martes 5 de diciembre dos niños encontraron el cadáver de la joven de 19 años Ruth Magaly Hernández Marín dentro de un tanque de agua, en un lugar conocido como el Santuario de las Garzas, en la colonia Lomas del Seminario de la capital del estado de Veracruz.
Ese paraje ha sido macabro escenario de varios asesinatos de mujeres en los últimos años, a pesar de lo cual nunca se ha dispuesto algún tipo de vigilancia especial. Tal omisión de la autoridad lo convierte en un sitio ideal para cometer estos crímenes. Y la prueba está en que a pesar de las denuncias sobre la inseguridad que ahí priva, éstos no cesan.
La última noticia que se tuvo de Ruth Magaly fue en la noche del 22 de noviembre pasado. Según reportes periodísticos, se vio con su novio, a quien le dijo que iría a ver a una amiga al Centro de Especialidades Médicas de Xalapa, lugar cercano al Santuario de las Garzas, y a donde nunca llegó.
Hasta el 31 de octubre pasado, el proyecto “Asesinatos de mujeres y niñas por razón de Género: Feminicidio en la entidad veracruzana” de la Facultad de Antropología de la Universidad Veracruzana tenía debidamente contabilizados 219 asesinatos de mujeres en el estado durante 2017, de los cuales, 156 reunían las características para ser considerados como posibles feminicidios.
A esas cifras de mujeres asesinadas en Veracruz habrá que agregar las del mes de noviembre, que están en proceso de sistematización, y las que se acumulen durante diciembre, que por desgracia comenzó su conteo con el asesinato de Ruth Magaly Hernández Marín.
Vale la pena precisar que el gobierno del estado, que encabeza Miguel Ángel Yunes Linares, no reconoce ninguna de las cifras de asesinatos de mujeres que proporcionan las asociaciones civiles de defensa de derechos humanos y equidad de género ni las de las instituciones académicas. Pero tampoco transparenta sus propias estadísticas, en uno más de los actos de opacidad que caracterizan a la actual administración estatal, a la cual no le interesa establecer una política que atienda con los estándares mínimos de eficacia y sensibilidad el fenómeno de la violencia contra las mujeres veracruzanas.
Para muestra, el vergonzoso silencio que hasta la noche de este mismo martes, horas después de confirmarse el asesinato de Ruth Magaly Hernández Marín, guardaba el Instituto Veracruzano de las Mujeres, en donde prefirieron tuitear una felicitación de parte de la encargada del despacho, Sara Gabriela Palacios Hernández, para el gobernador Yunes Linares con motivo de su cumpleaños, en lugar de condenar la inseguridad y la violencia homicida contra las veracruzanas.
Eso no es gratuito. Apenas la semana pasada y tras meses de críticas y presión al gobierno estatal por mantener al organismo prácticamente acéfalo, se emitió la convocatoria para elegir finalmente a una titular del Instituto Veracruzano de las Mujeres.
Sólo que se relajaron los criterios y requisitos para las aspirantes. Ya no habrá evaluación de perfiles y la designación se llevará a cabo por votación directa de los consejos consultivo y social del organismo, que recientemente fueron renovados y colonizados en su mayoría por personas afines al panismo gobernante, con la clara intención de convertir al IVM en una institución a modo, y para lo cual se pretende ratificar en el cargo a la actual encargada que tan afanosamente felicita al gobernador por su onomástico en lugar de exigirle seguridad para las veracruzanas.
Por ello no es de sorprender que Veracruz se haya convertido en un santuario del asesinato de mujeres. Su indefensión es absoluta.
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