Por Aurelio Contreras Moreno
La decisión de cerrar el primer cuadro de casi todas las principales ciudades del estado este fin de semana anunciada por el gobernador de Veracruz, Cuitláhuac García Jiménez, refleja la gravedad de la situación que se enfrenta a causa de la emergencia por covid-19 en la entidad.
La tarde de este jueves 7 de mayo, el titular del Ejecutivo estatal difundió un mensaje en el que dio a conocer unas duras medidas de restricción de la movilidad en las ciudades de Veracruz, Boca del Río, Xalapa, Coatzacoalcos y Poza Rica –que abarcan además a sus respectivas zonas conurbadas-, entre las que se incluyen la instalación de filtros sanitarios, el cierre parcial de las zonas céntricas de cada localidad y la revisión de comercios para evitar la operación de aquellos que no desempeñen actividades sustanciales. Disposiciones que contarán con el apoyo de las fuerzas del orden para hacerse cumplir.
La razón oficial argüida es la de evitar aglomeraciones en la víspera y celebración del Día de las Madres este domingo 10 de mayo, inhibiendo la salida de personas a la calle al prácticamente decretar un estado de excepción de facto que, valga la precisión, por desgracia estaría plenamente justificado ante la acelerada expansión de la pandemia en estas zonas, que concentran el mayor número de contagios en el territorio veracruzano.
Sin embargo, tampoco es algo que no hubiera podido estimarse que ocurriría. Como se ha señalado con anterioridad en éste y muchos otros espacios informativos, el aislamiento social se fue relajando rápidamente en las últimas semanas en el estado de Veracruz, donde se podía ver en todas partes gente departiendo en cafés, restaurantes y hasta bares, atiborrando bancos y centros comerciales, sin medidas de protección ni distancia prudente alguna. Quien creyera que eso no tendría consecuencias, probablemente hasta las padezca en carne propia en este momento.
Pero más que por el Día de las Madres, lo que habría encendido las alarmas en el gobierno veracruzano –y quizás hasta propiciado una instrucción desde el centro- fue la advertencia del subsecretario Hugo López-Gatell, quien a principios de esta semana declaró que Veracruz es de los estados que “empiezan con su ciclo epidémico”, lo que significa, sin rodeos, que lo más grave de la emergencia apenas estaría por llegar, con todo lo que ello implica.
Esta información habría hecho cambiar de estrategia a la administración estatal y al gobernador Cuitláhuac García Jiménez, a quien su peor enemigo le debe haber recomendado que el mismo martes pasado saliera a las calles del centro de la capital del estado –las mismas que ahora ordenó cerrar- a darse “bañitos de pueblo” –apenas si se le acercó alguien- sin protección alguna, sin procurar sana distancia y, en realidad, sin ningún propósito ni beneficio.
Toda esta serie de desatinos –de la sociedad y de la autoridad- han llevado al estado actual de las cosas, que no trae buenos augurios: de acuerdo con el último corte de la Secretaría de Salud federal –la estatal reporta uno menos- en Veracruz ya existen 959 casos confirmados de infección por el coronavirus SARS-CoV2, lo que representa el mayor salto en número de contagios en la entidad en un día, con 87 nuevos pacientes entre miércoles y jueves.
Asimismo, en las últimas 24 horas fallecieron 15 personas, con lo que el número oficial de defunciones en Veracruz llegó a 98 a causa de la pandemia.
Tuvo que dispararse la emergencia en Veracruz para que la autoridad se decidiera a actuar en lugar de hacerse propaganda barata o de distraerse en la “grilla” partidista.
Lamentablemente, tarde y mal.
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