En México, desde hace algunos años, todos los días sin excepción, conocemos de algún caso de transgresión de los derechos humanos y atinamos a acreditar que en efecto, muchas de las crisis que se viven día a día en el país, se deben sobre todo a la violación de los derechos de mexicanos en lo individual y hasta en grupo.
Claro que es un punto a favor el que en México exista la Comisión Nacional de los Derechos Humanos (CNDH) y sus réplicas en las entidades del país, porque al menos, de entrada, existe el reconocimiento tácito de la gravedad del problema.
Sin embargo, tantos delitos civiles, crímenes penales y hasta laborales en dónde las víctimas son las que parecen rehenes de la ley en lugar de los infractores, dejan mucho que desear en cuanto el respeto de las garantías constitucionales de cada uno de nosotros.
Desde hace ya más de cuatro años, mi vida y la de mis hijos ha sido trastocada por las intermitentes acciones negativas de alguien que ha violentado nuestro entorno y afecta ya hasta nuestra libertad de tránsito, como si estuviéramos reclusos; mientras él permanece como hasta premiado por la ley. Pero mi caso particular palidece, frente al de una colega periodista que ha visto mermada su salud por la presencia de cáncer en su cuerpo, y los adyacentes contratiempos que han implicado enfrentar cual debe ser, una afección de tal magnitud.
Ella laboraba en la CNDH cuando el cáncer la sorprendió y entre la pesadumbre atisbó fortuna por contar con un seguro de gastos médicos mayores gracias al contrato laboral pactado con la misma Comisión hasta diciembre del 2014.
Sin embargo, el arribo de un nuevo titular en Derechos Humanos en el mes de noviembre del año pasado, provocó que mi amiga no contara ya para el 2015 con contrato laboral, ni con la posibilidad del pago individualizado de su seguro médico de gastos mayores para continuar con su tratamiento que incluye casi una treintena de quimioterapias e igual número de radioterapias.
Todo indica que hubo una violación a sus derechos humanos, porque no se le reconoció su incapacidad médica, ni tampoco se le incluyó en la carta que la CNDH debió entregar a la aseguradora para que ella lograra contratar el seguro individualizado.
Ella, mi amiga y conocida periodista, ha tocado puertas en la misma institución que defiende lo que a ella le han escatimado y hasta ahora nadie ha salido al paso para darle un trato coherente a la tarea de la institución.
A mi amiga le deseo toda la salud y entereza, y a las instituciones de nuestro país les pido coherencia, porque la ley no siempre es justa, ni moral.
Acta Divina…Al tomar posesión como presidente de CNDH, Luis Raúl González Pérez, apenas en noviembre del año pasado, este advirtió la necesidad de rediseñar la actividad de la Comisión, con miras a la creación del Estado humanista del siglo XXI…
Para advertir… La impunidad no debe florecer más.