Luis Alberto García / Moscú
*La investigación sobre el gran escándalo no se detiene.
*Comenzó con una pesquisa financiera del inspector Steve Berryman.
*Los aportes de Ken Bensinger, Thomas Kistner y Andrew Jennings.
*El presidente ruso, Vladimir Putin, tuvo su fiesta e hizo lo que quiso.
*La tentación para directivos corruptos ha sido enorme.
Al llegar a la mitad de su desarrollo, la Copa FIFA / Rusia 2018 –terminando el juego entre la selección dirigida por Stanislav Cherchesov y el representativo de España-, se informó que la causa penal en contra de casi medio centenar de directivos de la Federación Internacional de Futbol (FIFA), detenidos en Suiza en mayo de 2015, seguía abierta como parte de un episodio delictivo protagonizado por ellos a lo largo de varias décadas.
Asimismo, proseguían las investigaciones internacionales reveladas por el periodista estadounidense Ken Bensinger en su libro “Tarjeta roja: el fraude más grande en la historia del deporte”, que comienza con las acciones de Steve Berryman, agente especial del Servicio del Servicio de Recaudación de Impuestos (IRS) de Estados Unidos.
Residente en California, Berryman, experto en delitos financieros con cerca de treinta años de experiencia en investigarlos, inició su labor detectivesca en 2010 sin llegar a nada, luego de encontrar casualmente una nota que decía: “El FBI trata de seguir una causa por fraude en el deporte”.
Vio la oportunidad de tomar un caso que se antojaba investigarse y armó un expediente para su pesquisa, voló a Nueva York, pidió al FBI que le diera oportunidad de reunirse con el equipo de investigación y ahí cambió el asunto, porque él sabía cómo rastrear el dinero y podía ubicar un soborno, que resultó ser con dinero sucio de la FIFA.
Para escribir su libro y como ningún otro periodista, Bensinger libró numerosos obstáculos para entrevistar a funcionarios como Berryman y a testigos anónimos o impedidos legalmente para hablar del caso que derivó en suicidios, amenazas de muerte, nombres de cadenas de televisión y medios de comunicación envueltos en sobornos, sin quedar fuera ciertas estrellas deportivas.
“La causa sigue y aunque parezca un tema viejo, la justicia llegará”, dijo Ken Bensinger a principios de julio de 2018, tras la publicación de “Tarjeta Roja” en español, en cuyos treinta capítulos se concentró para concluir el seguimiento de tan seria investigación.
El trabajo periodístico atrapa por la forma rigurosa con la que, profesionalmente, combina el periodismo con el ritmo de una cinta de suspenso mediante una investigación espectacular, escrita para que cualquiera la pudiera leer, como drama o historia policial, con la idea central de que era una cuestión exclusiva de los Estados Unidos.
Lo que plantea Bensinger es irónico, cuando señala que, el hecho de que Estados Unidos fuera un país sin tradición futbolística, hizo que la investigación se desarrollara con mucha facilidad, pues en el caso contrario las cosas hubieran sido más difíciles, porque el gobierno y los políticos se hubieran metido en ella.
Ken y las autoridades estadounidenses y de otros países descubrieron entonces un caso de corrupción generalizada realmente grande, e inicialmente tuvieron una impresión normal; pero conforme fueron investigando confirmaron que la corrupción era profunda y global.
Sin embargo, el autor se percató de que, en el caso del gobierno de Rusia, su actitud fue tan blanda que, por decirlo suavemente, permitió al anterior presidente de la FIFA, Joseph Blatter, tener acceso libre a los estadios, sentado muy risueño en palcos especiales, como si nada hubiese pasado.
Fuentes judiciales advirtieron Rusia no escapaba de la mira de algunos gobiernos europeos y de Estados Unidos: Vladimir Putin hizo un gesto llamativo al haber invitado a su torneo a Blatter, lo que está prohibido por la ley.
Entre otras sanciones impuestas a Blatter, además de la suspensión como directivo de la FIFA –así como a Michel Platini, presidente de la Unión Europea de Futbol (UEFA)-, está la prohibición de participar en actividades relacionadas con el futbol; pero no debe olvidarse que el suizo fue determinante para que Rusia lograra ser sede del XXI Campeonato Mundial.
El heredero del “Imperio FIFA” sabía que era investigado por el escándalo, fue echado de la entidad por seis años y se enteró de que Putin dijo que no le importaban las críticas, puesto que era su fiesta y podía hacer con ella lo que quisiera.
Es un hecho que esos directivos tienen mucho dinero; pero a lo que se niegan es a perder el poder, como un acusado que terminó sentenciado: es el paraguayo Juan Ángel Napout, quien, en un mensaje de whatsapp, dijo que el dinero no le interesaba, que lo que realmente le importaba era el poder y que no iba a sacrificar su poder por un soborno de un millón de dólares.
Por lo demás, hay la sensación de que, en la FIFA que pasó a presidir Gianni Infantino, todo seguía igual; pero esa institución muestra que está podrida desde hace cuatro décadas, al llegar el momento de que todo cambiara, cuando Joao Havelange asumió su dirigencia en 1974, y con él empezó otra manera de hacer las cosas.
Infantino fue elegido, como Blatter antes que él, con el afán de repartir dinero a las más de doscientas federaciones afiliadas a la FIFA, algo equivalente a comprar votos, diciéndoles a cada una ellas que un voto que llegue representará más dinero para su operatividad, como ocurre con Trinidad y Tobago o Granada, donde hay poco interés en el futbol y poca infraestructura.
Ese dinero es mucho y la tentación para los directivos corruptos es enorme, como ocurrió con Jack Warner, el dirigente trinitario a quien el periodista inglés Andrew Jennings dedicó varios meses para elaborar un documental que evidenciaba sus latrocinios y relaciones con empresas fantasmas y personajes turbios vinculados con el balompié.
Jennings también es autor de “¡Foul!: the Secret World of FIFA” (Harper Sport, Londres, 2006; y “The Dirty Game: Uncovering de Scandal at FIFA” (Arrow Books, Londres, 2016), reportajes de investigación que complementan “FIFA Mafia”, del escritor alemán Thomas Kistner, en quien Ken Bensinger se apoyó para elaborar algunos capítulos de “Tarjeta Roja”.
¿Qué ha significado para Ken Bensinger su libro? Una fuerte experiencia, aunque difícil de trabajar, sobre todo porque el mundo del futbol es cerrado, no le abre las puertas a nadie, y el colega ha escrito sobre futbol si ser periodista deportivo, y por eso hubo quienes se negaron a hablar con él, incluidos los jueces, por tratarse de un caso abierto que sigue en investigación.
Hubo momentos en que Bensinger imaginaba que nunca iba a terminar, pero aquí está, aunque es cierto que, de repente, el tema parece ser algo trillado: en 2015 y después arrestaron a esos corruptos y el caso sigue, con el consuelo de que, cada dos o tres meses, alguien cae en la cárcel y algún detalle importante surge en algún momento, para remediar los males llevados al futbol por quienes más debieron cuidarlo.
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