CUENTO
Han pasado seis años desde que Anger mató al hijo de su enemigo. Ahora, encerrado en una cárcel del tercer mundo, cuando no está leyendo en la biblioteca, o meditando en el patio, lentamente va y se acuesta en su litera de cemento. Luego, colocando sus brazos detrás de su nuca, cierra los ojos.
Después, con el Cd colocado ya dentro de su Discman Sony, le da play al botón. La canción entonces comienza a sonar en sus oídos, una vez más.
Apenas escuchar las primeras notas de dicho tema, Anger se levanta y, abrazando a su propia alma, se pone a bailar con ella: “VICTORY LAP”, de “T. P.”, uno de sus artistas indies favoritos
Su cuerpo, de un metro ochenta de estatura, se ve hermoso y elegante. Los presos, que de cuando en cuando van pasando ante su celda, solamente lo miran de manera disimulada.
Anger siempre termina entrando en una especie de trance musical. Su espíritu, indeciblemente sensible, se lo pasa experimentado unas sensaciones indescriptibles con esta melodía.
Anger lleva siempre a cuestas su orgullo de ser un asesino. Haber logrado aquel día su cometido, le otorgó a su ser una valía que jamás pudo tener en los años anteriores a su primera juventud.
Orgulloso -como ya se ha dicho- de su importante logro, ahora es muy feliz. Encerrado en una cárcel, que en lo absoluto le da a extrañar nada del mundo exterior, Anger se lo pasa la mayor parte del tiempo leyendo y escribiendo en la biblioteca de dicho lugar. Y también bailando, ¡todos los días y a cada rato que tiene libre!, esta canción hermosísima de “T. P.”: “VICTORY LAP”.
Este tema, en especial, le hace revivir cada instante de aquel día en el que él, después de haber entregado los pasteles del día del amor y la amistad, esperó con toda la paciencia del mundo al hijo de su enemigo.
“¡FELIZ DÍA DEL AMOR Y LA AMISTAD!”, dijo esa vez, apenas y le clavó a la garganta del hijo de su enemigo aquel cuchillo enorme. “Tu papi ¡jamás olvidará este día!, así como yo no he podido olvidar el día en el que él…”
Mientras se le escapaba la vida al hijo de su enemigo, Anger, para alegrarse un poco, sacó de la bolsa de su pantalón su teléfono celular y, buscando en su “playlist” la canción que a él tanto le gustaba, enseguida se puso a bailar, de manera suave y melancólica.
“…I live a good life, but I think I´ve had my fun this time. But I don´t wanna be anyone. I just wanna be anyone…”, se lo pasó cantando y bailando esa mañana, como si él mismo fuese el vocalista de dicha canción”. “… I take my victory lap now, get my flowers while I can. I´ll be the one who can laugh now, if I never get the chance, I´ll be singing…”
Para aquel entonces, estudiantes y maestros, ya habían huido totalmente aterrorizados. Ahora, sobre aquella cancha de basquetbol, solamente quedaban Anger y el cadáver del hijo de su enemigo.
“Cuando tu papi sepa y vea lo que te he hecho, ¡estoy seguro que se pondrá muy feliz y contento, como ahora mismo yo lo estoy, aquí y ahora junto a tu lindo y tierno cuerpo…”
Mientras esperaba a que la policía llegase para arrestarlo, Anger siguió y siguió bailando, como jamás nunca lo había hecho en los veintiséis años que ya llevaba viviendo “muerto con vida”. Bailando sobre aquel charco de sangre, se imaginó estar en un día hermoso y soleado de primavera. En su imaginación, todo era ahora perfecto.
La canción de “VICTORY LAP” era como un himno de melancolía y tristeza para él. Él -que toda su vida había sufrido de bullying en la escuela, y fuera de ella-, gracias a este tema tan sublime, ahora, al fin se sentía un tanto “fuerte e importante”. ¡Era un asesino! Ni más, ni menos.
Ahora, convertido ya en un asesino, al fin sentía que se había realizado ante la vida, ante esa misma vida que tanto daño le había causado.
La mejor parte de todo era que él había logrado hacerlo: cobrar su venganza. ¡Y de qué manera!
FIN
Anthony Smart
Noviembre/23/2022
Junio/26/2023