WASHINGTON, DC. — En una de esas, Barack Obama debería pagarle regalías al veracruzano Fidel Herrera –quien, en las postrimerías de su mandato sexenal, acuñó aquello de “vamos bien y viene lo mejor”–, por usar la misma frase como anuncio de lo que él espera alcanzar en su segundo cuatrienio como inquilino de la Casa Blanca.
Ahora que, en el caso del estadounidense, la frase en realidad esconde el advenimiento de más y mayores problemas, sobre todo en lo económico y, peor todavía, por tener un Congreso dividido.
Son las Cámaras en el Capitolio, en efecto, las que en Estados Unidos delinean las políticas económicas. Pero es el Ejecutivo el que invariablemente paga las consecuencias de los resultados adversos.
Obama, en efecto, se enfrentará, a partir de ya, a una agenda que en su principal apartado tiene a una economía que sigue siendo mucho menos robusta de lo que él mismo había prometido en el 2008 y que, inminentemente, debe abordar los problemas de la deuda, el déficit y el desproporcionado crecimiento de los programas sociales federales que produjeron una fea batalla durante su primer mandato. Por si fuera poco, el llamado “precipicio fiscal” se cierne sobre este país para ser discutido en diciembre. Y todo ello preconfigura un nuevo escenario de desacuerdo entre el 1600 de la avenida Pennsylvania y la colina del Capitolio.
Existe la impresión, además, de que las secuelas de la crisis de Wall Street iniciada en el 2008 fueron hábilmente contenidas este 2012, hasta en tanto se celebraran las elecciones de este último martes. Y que ahora van a estallar, al tiempo y ritmo que los demócratas descorchan las botellas de champagne.
¿“Viene lo mejor”? Los optimistas responden afirmativamente. Obama, dicen, ahora sí va a ser él mismo, sin la atadura que implica el buscar la reelección, y va a sacar adelante, va a cumplir sus compromisos. Otros, más realistas, no lo ven así de claro, sobre todo porque persiste una gran división, polarización, en todo el país, donde persisten y se agudizan a partir de temas raciales, culturales y económicos. Lograr consensos, construir acuerdos, se le va a dificultar todavía más que en su primer cuatrienio.
Aunque ahora, por lo menos, Obama no va a detenerse en muchas acciones como lo hizo hasta ahora pensando en su propia reelección. Podrá, en efecto, ser más ejecutivo.
MÁS ALLÁ DEL PESIMISMO
No son pocos los que advierten que el 2013 será el año en el que, financieramente, la tormenta perfecta se abatirá sobre el planeta. Aún la ONU suaviza sus perspectivas y habla de que durante el próximo año el crecimiento económico de los países desarrollados será “anémico”.
Y ya sabe usted que, cuando a las grandes economías les da anemia, países como el nuestro se inoculan de tuberculosis.
Los problemas que acosan a la economía mundial son múltiples y están interconectados. Todos, además, tienen su epicentro en los Estados Unidos. Así, los desafíos más urgentes son afrontar la crisis del empleo y evitar el descenso continuo del crecimiento económico, especialmente en países desarrollados como este en el que me encuentro, ya que en éstos la tasa de desempleo sigue siendo alta, bordeando el 9 por ciento, y el crecimiento de los ingresos se ha estancado, la falta de demanda agregada entorpece la recuperación económica en el corto plazo. Aún peor: como cada vez más trabajadores se encuentran desempleados durante un largo período, las perspectivas de crecimiento en el mediano plazo se ven también afectadas por la pérdida paulatina de habilidades y capacitación de los trabajadores.
Este rápido enfriamiento de las economías desarrolladas ha sido tanto causa como efecto de la crisis de deuda soberana en la zona del euro y de los problemas fiscales en otros lugares. Los problemas de deuda pública en varios países de Europa empeoraron en 2012 y han acentuado las debilidades del sector bancario.
Con ello habrá de lidiar Obama. Y el planeta, también.
Índice Flamígero: El mayor error de Mitt Romney fue menospreciar a los votantes latinos y al electorado femenino, mientras que Obama volvió a conformar una coalición de minorías que le dieron el triunfo. Si el Partido Republicano no modifica su acercamiento al electorado, tiende a convertirse permanentemente en minoría. + + + ¡Capicúa! Faltan 22 días para el fin del sexenio de Felipe Calderón.