Un día como hoy en 1945, El Reino Unido celebró su victoria contra la Alemania Nazi, los británicos salieron triunfantes de la más cruenta prueba en su azarosa historia y donde Winston Churchill encarnó a la perfección al león de sus islas, el imbatible primer ministro que al principio de la contienda solo pudo ofrecer sangre, sudor y lágrimas a su gente, tuvo la satisfacción de salir a lado del Rey Jorge VI al balcón del Palacio de Buckingham y ser vitoreados por un pueblo que estuvo a la altura de las circunstancias.
Sin embargo, la victoria no representó solo bondades, sino todo lo contrario, la Gran Bretaña debió sobrellevar las dificultades que entrañan las posguerras y asumir el nuevo orden mundial, aquel orgulloso imperio que llegó a dominar una tercera parte del globo en su cenit, se enfrentó no solo a su desintegración territorial con la independencia de las colonias, sino al surgimiento de la Guerra Fría y a dos nuevas superpotencias, Estados Unidos y la extinta URSS. A principios de 1952, murió el Rey Jorge VI, hombre que, sin haber nacido para ser monarca, lo hizo con enorme dignidad y sacó el barco a flote tras el escándalo de la abdicación de su hermano Eduardo VIII, el polémico Duque de Windsor quien cambió el cetro y la corona por el matrimonio con Wallis Simpson, una norteamericana dos veces divorciada.
A Jorge VI, lo sucedió su hija Isabel, una distinguida y sonriente muchacha de poco más de 25 años quien sirvió con compromiso en la rama femenina de las fuerzas armadas durante la guerra y que fue coronada como Isabel II el 2 de junio de 1953 en la histórica Abadía de Westminster. La coronación de Isabel II fue la primera televisada en la historia, fue seguida por millones de televidentes, iniciativa que se debió al esposo de la reina, el Príncipe Felipe de Edimburgo quien no sin resistencia debió imponer la propuesta a los sectores más conservadores de la corona.
Isabel II, superó todas las expectativas, al momento de asumir el trono, consagró su vida a su patria en un reinado de 70 años, el más largo de la historia británica. Junto con sus destacadas antecesoras Isabel I y la Reina Victoria conformó la tercia de los mejores monarcas de la historia británica. Isabel II restauró el prestigio de la monarquía como la más sólida de las instituciones británicas y como el buque insignia de la identidad y memoria histórica del Reino Unido, fue una monarca querida dentro y fuera de su país, supo adaptarse a los cambios de la historia y si bien fue testigo de la independencia de las antiguas colonias también hizo de la Mancomunidad de Naciones el famoso y prestigiado “Commonwealth” una entidad fuerte y emblemática.
El Commonwealth agrupa a poco más de 50 estados que fueron colonias británicas, consolidando sus lazos históricos, políticos, sociales y económicos. El monarca británico es jefe de estado de esas naciones. Isabel II recorrió las islas británicas, los territorios de ultramar, las antiguas colonias y naciones amigas en prácticamente todos los continentes, su visita a México en 1975, aun es gratamente recordada. Fue una reina aclamada por su pueblo y la mejor embajadora de su país. Fue también un testigo de primer orden de la segunda mitad del siglo XX, y las primeras dos décadas del siglo actual. Pero no todo fue fácil, enfrentó nubarrones políticos y económicos, un incendio en el Castillo de Windsor y los escándalos familiares con los divorcios de tres de sus cuatro hijos, que pusieron en riesgo el prestigio y la continuidad de la corona. Particularmente el triángulo amoroso de Carlos III con la Princesa Diana y la Reina Camila, que desembocó en la enorme popularidad de Diana y su trágica muerte.
Al morir Isabel II el pasado mes de septiembre, Carlos III se vio ante el enorme reto de llenar los zapatos de su madre, si bien es cierto que es un hombre de prendas y cualidades que no siempre le han sido justamente reconocidas, y que lleva toda una vida preparándose para el cargo que hoy ostenta, ha tenido que sortear las odiosas comparaciones, los juicios crueles, los escándalos del pasado y los del presente con su hijo Harry y su hermano Andrés. Carlos III no goza del carisma que tuvo su madre, se le ha señalado como impaciente y poco tolerante, sin embargo, es un hombre afable y que tiene buen contacto con el pueblo, a su importante labor a favor del medio ambiente se suma enorme contribución a causas sociales donde ha patrocinado miles de becas a través de su fundación. Sus visitas a México como Príncipe de Gales dieron cuenta de un hombre correcto, agradable y a la altura de sus compromisos.
El sábado pasado Carlos III fue coronado en la Abadía de Westminster, la 39 coronación desde Guillermo el Conquistador en ese sitio en 1066. La ceremonia fue imponente, probablemente no haya otra que se le equipare en boato, simbolismo y solemnidad en las monarquías actuales. Refrendó el milenario espíritu británico y en palabras del Primer Ministro Rishi Sunak, de origen hindú, fue una expresión orgullosa de la historia, cultura y tradiciones británicas. Por ejemplo, en España los reyes son proclamados ante las Cortes tras jurar las Leyes, su legitimación no viene de Dios sino del pueblo que proclama a su soberano conforme a su legislación, en el Reino Unido es diferente, en la coronación de sus monarcas se hace énfasis en la unión del soberano con Dios, pues el monarca es rey de su pueblo, comandante de las fuerzas armadas, cabeza de la Iglesia Anglicana y Defensor de la Fe, de ahí el marcado simbolismo real, militar y religioso de la ceremonia que incluye la jura de fidelidad del Príncipe de Gales, sucesor al trono, al rey.
A pesar de ser un rito antiguo y donde cada momento y elemento tiene una justificación, sin despojarse de las tradiciones, Carlos III supo tener presentes los tiempos actuales, imprimió su propio acento desde el diseño de la invitación a la participación de miembros de etnias provenientes de las antiguas colonias, como sikhs y afro británicos lo cual da cuenta de la histórica diversidad racial y cultural del Reino Unido, y también participaciones musicales de tenores y grupos corales de corte moderno que se complementaron a la perfección con la música tradicional y clásica.
A la ceremonia hay que añadir la procesión del Palacio de Buckingham a Westminster y viceversa, donde se vio a un pueblo orgulloso vitoreando al rey y reina, fueron preponderantes los carruajes, los guardias reales, escoltas montadas así como la presencia y ceremonial del ejército, armada y fuerza área, a los históricos y vistosos regimientos, se unieron los contingentes de marinería y los pilotos con sus clásicos uniformes azul grisáceo, el dispositivo militar lo cerraron salvas de artillería simultáneas en el sitio, en otros puntos del territorio británico y la parada aérea mientras los reyes saludaban al pueblo desde los balcones de Buckingham. Carlos III ha comenzado bien su reinado, refrendando el peso de la monarquía en la sociedad británica, sin duda alguna su coronación representa viento de popa para una nación de marineros.