Lic. Gustavo Alcocer Pérez,
Presidente de la Asociación Política de Baja California (APBC).
Distinguidos miembros, les felicito por la fundación de esta Organización, de antecedentes tan congruentes y conscientes.
Estimado Basilio, celebro que tan magníficamente hayan acertado, para conducir a mi persona, vuestra honorable y distinguida invitación. Estimado amigo: ¡Aquí estamos!
Conciudadanos, mujeres y hombres, es vigente aun, en la historia de la humanidad“, la distinción de hombres de acción y hombres de pensamiento, en la definición análoga de Ortega y Gasset y Octavio Paz.
Igual que sigue asombrándonos con preocupada y triste curiosidad, la excepcional aparición de aquel hombre que reunió ambas cualidades.
Los adultos de hasta cuarenta años, no han visto surgir uno en sus vidas -quizás.
Convocado hoy aquí, para recordar a Colosio Murrieta, calcular el alcance de su comprensión del estado de la Patria, entre 1981, que se incorporó a la política, y 1994, que alcanzó limpiamente y con las reglas existentes, la candidatura del PRI, a la Presidencia de la República. Y que no se la hicieron válida.
Consecuentemente, la significación verdadera del alcance de las reformas que realizó y el ejemplo legado de su maciza integridad, es debido precisar algunas circunstancias mínimas de su tiempo, del ambiente político en que se desarrolló y compararlo con las dinámicas condiciones del 23 de marzo de 1994, a la fecha, en el país.
Conciudadanos, mujeres y hombres, “no hablaré de un hombre común”, sino de una lucidez patriota de tamaños descomunales, que anticipó con sus acciones el camino acertado a la unidad de la Patria, restableciendo la moral pública revolucionaria, reconstituyendo al Viejo Sistema con la democracia, capaz de aceptar la derrota y sobretodo, reconstruyendo un PRI ganador, limpia y legítimamente, con el aval de la ciudadanía y el reconocimiento de la oposición.
Como hombre de gobierno, la dura formación de la sierra de Sonora, donde el duro trabajo del campo y la agricultura, con escasos recursos, gran empeño y gran imaginación, le hizo ver con claridad que el pueblo de México tenía, y tiene, la fuerza de salir adelante. Y más exactamente, dónde y cuándo necesita el campo, los recursos del gobierno y solidariamente también, la limpieza y transparencia con que los recursos públicos deben ser cuidados y destinados.
Lo cierto es que el aparato burocrático gobernante, simulaba la decadencia de su propia efectividad, con cargo a las cada vez más, empobrecidas mayorías. Él tuvo el valor de verlo y señalarlo.
De modificar políticas públicas, buscando recuperar el espíritu revolucionario y la consciencia social de origen, hacia una distribución del ingreso, más justo.
Asimismo, el aprovechar más integralmente, los hallazgos ya demostrados por antropólogos, arqueólogos, sociólogos e historiadores, y particularizar más atinadamente, los criterios de elaboración presupuestal, así como su ejercicio: Y saltar de la visión del Estado Mexicano de los ochentas -que conservamos desde su muerte, todavía-, la mayoría de los nacionales y todas las opciones políticas, que visualizan el país, en 32 realidades, de las estados federación, al entendimiento mucho más certero de 300 regiones.
Tanto para la educación, como para el trazo de caminos, seguridad social, educación, de la producción agrícola, ganadera, minera, industrial y comercial y del intercambio de estas entre sí, como de ellas con el extranjero y superar el esquema genérico, menos eficiente, menos productivo y menos rentable, que diseña y opera al país entre 32 entidades federativas.
Más sin embargo el Lic. Luis Donaldo Colosio Murrieta, aceptó esa verdad, por demás evidente y científica de 300 regiones tan diversas de mexicanas y mexicanos, de capacidades de aguas, climas, tierras, ubicaciones geográficas de cada región con su propia vocación, tan única y con necesidades específicas y posibilidades reales, que sólo el valor cívico de Colosio, llevó el tema, del terreno teórico a la realidad política, afectando intereses políticos y económicos, pues su genio económico y social, pudo distinguir y conectar.
Me viene la imagen de quien hubiera recibido las piezas de un reloj antiguo y desarmado que no marcaba el tiempo ya, a reconstruir, sin más instructivo que la guía de su talento e inteligencia y su confianza en la inercia, memoria e intuición del pueblo aquel, mismo de quien confía en la memoria de los engranes a engarzar -su clase gobernante- para que el aparato vuelva a funcionar.
Un hombre de la sierra de Sonora, consciente de las dificultades y el esfuerzo de la vida cotidiana. De la escasez y de la solidaridad, que confía en las personas en comunidad y su poder de transformar la realidad con base en el trabajo y la experiencia: conocedor de este hecho diario y a lo largo del Territorio Nacional. De un carácter que exigía su un mayor compromiso: exigencia para sí y para quienes le rodeaban, “con el sólo límite, de su capacidad.
Conocí a este hombre de 38 años, ya muy destacado sonorense y mexicano, a pocos días del miércoles 6 de julio de 1988, entré a la enorme oficina del edificio B, tercer piso, del Oficial Mayor del Partido, Diputado y Lic. Luis Donaldo Colosio Murrieta: Venía de coordinar la campaña del Candidato Presidencial.
Me preguntó “¿Tú eres Ramiro Oquita?”; “¡Sí, señor Presidente!” Contesté, frente a él.
“Tú te harás responsable de elaborar la defensa jurídica de la elección de mi fórmula para Senador ante el Colegio Electoral ¿Qué necesitas?”
Era un verdadero líder y cómo me eligió, hacía con el resto de sus colaboradores. Sabía lo que quería: yo aún estaba en Gobernación, había participado en el estudio y redacción del Código Federal Electoral del 86, además, asesor dictaminador del Presidente del Tribunal Federal Electoral. No fue coincidencia el recibir esa primera instrucción.
Habíamos posiblemente, a mi nivel y para arriba, 10 especialistas de dicho ordenamiento en todo el país. Y sólo yo, con conocimiento directo de su elección, pues fui representante del Secretario Técnico de la Comisión Federal Electoral en Sonora: Nunca necesitó preguntar más que, si era yo.
No firmé disponibilidad alguna. No me preguntó ni pregunté cuánto aspiraba o quería ganar. No obstante, mi entrega hasta el riesgo vital propio y de mi familia. A él, continúa mi lealtad, en vigor pleno: Era un hombre mayor que motivaba a superarse, a estar a su altura y cumplirle eficazmente a su proyecto e instrucciones. Fue mi amigo.
Recibí instrucciones y desde luego procedí a cumplirlas. Hacía 2 años me había titulado y tenía 22 años de edad.
Unos días después, en la Calificación Presidencial del último Colegio Electoral del país, responsabilidad entonces, exclusiva de la Cámara Baja.
Colosio Murrieta, responsable del dictamen, para que al término de la sesión, declarara Presidente Electo: Inició un martes, a las 10 am y terminó la noche del jueves siguiente, cuando sólo los más fuertes seguíamos despiertos y nuevamente fuimos mayoría.
El jueves en la madrugada entró abruptamente a la oficina de los auxiliares, cuál era su naturaleza bronca de la Sierra de Sonora, al ver a todos dormir -excepto su servidor, que no perdía detalle del monitor que transmitía la Sesión al interior del Recinto, con su secretaria privada- tronó mi mentor “¡El que tenga sueño, se puede ir a dormir!”
Rápidamente, secándose las babas y acomodando sus corbatas, aquellos.
Agregó: “Carolina, tráenos dos cafés”. Adentro di un sorbo, mientras revisábamos la prensa, cuando me dijo, date una vuelta. Pronto regresé del Recinto que ardía, para informarle que un grupo de granaderos del DDF, estaban cercando San Lázaro.
En lo que verificó, estaba completamente rodeado el Palacio Legislativo y me dijo “¡Ve y diles que se vayan!”
Salí corriendo y monté una de las motocicletas de la seguridad de la Cámara, me dirigí al convoy, pregunté por el mando superior. Pronto llegué a él y le dije que eran instrucciones superiores que se retirara el convoy de inmediato. El Comandante asintió y me pidió una identificación: saqué la de Gobernación y se fueron de inmediato. Nunca enteré sobre el particular: Tuve una instrucción y la acaté.
Después de cumplir sus primeras instrucciones, me dio su plaza de secretario particular del Senado. Inmediatamente después que le informé, a petición del Oficial Mayor del Senado, que fue electo Presidente de la Segunda Comisión de Gobernación de la Cámara de Senadores, me hizo Secretario Técnico de la misma… cargos diferentes, mismo proyecto.
Un día, en pleno debate, no me encontró, había ido por las tarjetas del tema en discusión, de inmediato se las mostré y -asintiendo- él me dio la instrucción quizá, más poderosa que he recibido: “¡No quiero volver a voltear a otro lado, y no verte!”
A partir de entonces no había quién cerrara mi paso tras él. Hasta que en una ocasión él se paró de su escaño y caminó cruzando puertas y salones de la casona vieja de Xicotencátl No. 9. A la quinta puerta, casi abriéndola, volteó para atrás y me dijo -seguro que allí estaba- “Aquí voy solo. Es el baño” ¡Sí, señor! -contesté.
Los miércoles, era mío y de la agenda del Senado. Y cuando no iba, yo la ddesahogaba. Depositó su confianza y no le defraudé.
El día a día era intenso, pero como aprendería por otro santón de nuestro oficio público: “en política, los días son muy largos, y los sexenios, muy cortos”.
El generoso talento del que fue dotado Luis Donaldo, trajo a México conceptos como “desarrollo social, desarrolló rural y desarrollo regional”, aunque fueron pervertidos por los gobiernos posteriores y desaparecidos por este.
Tuvo una visión inédita de la economía, en cuyo centro y eje veía al hombre (no al capital ni a los medios de producción): “El trabajo eleva la autoestima que el padre o la madre, requieren para conducir debidamente a la familia”.
Su inteligencia y formación le permitieron ver los tropiezos del Sistema, cuyo Partido presidía. No tuvo temor en reconocer los vicios a los que hubimos de habituarnos, ya no notarlos y también supo calcular las consecuencias que traerían. Modificó y supo escapar de los esquemas que a todos los demás nos abstraían y atraparon.
Protestó el 3 de diciembre de 1988, un PRI del que se hablaba de su desaparición (se trabajaba en la formación del Partido de la Solidaridad Nacional), luego de haber obtenido la votación más baja de su historia, el 50.53% -por cierto, 2.5% más bajo que el obtenido por el actual Presidente.
Su comprensión, intención y la ejecución de sus ideas, tan sólidas, que a pesar de una creciente y posicionada oposición, no le impidió seguir sumando triunfos e incorporar programáticamente a la oposición, en virtud de la confianza generada por los acuerdos paritarios.
Tres años después, en la elección siguiente, ganó el 100% de los 300 distritos electorales federales, triunfo que no fue cuestionado por la oposición, pero ¿Qué hizo?
Diré aquí que no hay colaborador mediocre de líder mayor: Yo junto con otros observamos y operamos electoralmente, y mi instrucción directa fue “¡Ve y suma la mayoría social!” Concibió que en las elecciones del 88, se evidenció que la mayor debilidad del Sistema, fueron los cacicazgos y la selección de candidatos por cuotas.
Como presidente del partido impulsó reformas dolorosas para algunos sectores, pero necesarias y convenientes como demostraron los resultados.
En la 14va. Asamblea Nacional del Partido, los Estatutos establecieron que para la selección de candidatos a Alcaldías, se atendería a las firmas de adhesión de los Presidentes de los Seccionales. Aunado a sus indicaciones en el trabajo de campo, identificación de precandidatos, con sus diferencias y coincidencias. Se les reunía a platicar.
Luego el proceso de firmas de adhesión -en los tres estados que fui su Delegado Especial, los caciques, negaron sumarse, a la vez que trataron de imponer a sus candidatos, chantajeando, saboteando, amenazando y secuestrando, contra las instrucciones del CEN y sus operadores- y al resultar un ganador, con las reglas de la 14va. tampoco se llevó el carro completo, sino que el segundo lugar, se quedó con la Secretaría del Ayuntamiento. Y así, proporcionalmente a las firmas de adhesión obtenidas, la totalidad de las posiciones del Ayuntamiento.
Pero no sólo fue el reparto de posiciones. Algo maravilloso que nos enseñó y también nos legó Colosio Murrieta, fue a integrar proyectos. Sin sacrificar la columna vertebral del suyo, identificó los elementos de los proyectos de la oposición y con la menguada mayoría, logró integrar y aprobar proyectos de la izquierda igual que de la derecha. En muchos casos, los más ambiciosos. Logrando así, la aprobación por amplias mayorías y la legitimación del proyecto de la Presidencia y por ello, el suyo propio.
Así yo, repartí proporcionalmente a las firmas de adhesión, las posiciones de los Ayuntamientos, a la vez que los precandidatos integraron proporcionalmente, las exigencias representadas por cada uno de ellos, con firmas de adhesión. Y tuvimos resultados electorales, siempre, superiores al 60%, aumentando de la misma forma que ganábamos, la participación de la ciudadanía.
Y en la obra de gobierno, esas administraciones, gobernaron con una amplia mayoría, más que de votos, de los grupos sociales, atomizando el obstruccionismo de los inconformes.
Siempre medio encabronado y siempre con una sonrisa dispuesta y generosa: era humano y sabía escuchar. Y eludía los prejuicios.
En septiembre de 1989, le dije después de la venta de Cananea y de la derrota en Baja California, “quedamos para la historia, como los hijos ingratos que malgastan la herencia de los padres.
Porque el Sistema no es nuestro: también es prestado por nuestros hijos.”
Estaba consciente de la gravedad de mis palabras como seguro de que merecía el paredón: mi texto era un poco más largo, escuchó absolutamente sereno y con atención mis argumentos, al concluir, se lo entregué por escrito y señalándome con el dedo, como asienten los científicos cuando quieren decir que están comprendiendo, me dijo “Enterado.”
A los 30 días, yo ya en Madrid, recibí aquel documento, de su parte, “mecanografiado” sin error, en las tarjetas media carta de opalina color crema, con el ángulo superior derecho mocho y en esa diagonal, los colores de nuestra bandera, que nos daba él mismo, para que los documentos se los entregáramos en ellas.
El mismo 89 me envió como un padre quien presenta al mundo para ser explorado y adquirir nuevas destrezas en beneficio del clan, de su proyecto.
Lo recibí dos veces en Madrid y en una ocasión fui a Barajas por él, en mi modesto Seat 127, en el que fue a Toledo, en una ocasión. La segunda visita fue para reunirse con media docena de doctorandos mexicanos, con el Dr. Pedro de Vega, mi tutor, y algunos verdaderos constitucionalistas de la Comunidad Europea.
Él había convocado. Atentos esperábamos la noticia, su planteamiento. Era verano, se quitó el saco, saludó a los jóvenes, “esperanza de México”, a Pedro de Vega y demás jurisconsultos y sólo pidió: “Díganme ¿Si pudiéramos rehacer el mundo, qué haríamos? Y se desató tan apasionado debate entre los invitados, que su estancia programada a una hora, se prolongó 4, en las que el entonces líder del PRI, tomó notas.
Llegado el momento, se disculpó por no poder continuar, agradeció a la vez que doblaba y guardaba sus notas dentro del sacó y se despidió.
Colosio Murrieta era un hombre comprometido con México y con los mexicanos. Comprometido también con el Sistema Político Mexicano, con el PRI y con la Presidencia de la República. Tanto que reconstruyó al Partido haciéndole ganar elecciones con legitimidad.
Colosio tenía una larguísima visión de futuro y las reformas que impulsó, demostraron su eficacia. No obstante, los estamentos internos igual que los externos, miopes, de poco aliento y limitado talento, creyeron innecesarias dichas reformas y a su muerte, impusieron nuevamente los esquemas anteriores -acaso por sus otros intereses y otras patrias- en el desarrollo social, en el desarrollo rural, en el desarrollo regional y en el sistema de selección de candidatos y las consecuencias nos asfixian. Cada vez más lejos del sueño mexicano. Cada vez más lejos del sueño de Colosio Murrieta.
Pero tampoco lo dejaron soñar.
Luis Donaldo fue un revolucionario que ambicionó para el pueblo oportunidades iguales e integrales para su desarrollo, porque creía en él, porque conocía al pueblo.
Un patriota que trabajó todos los días con gran energía, hacia estrategias, planes y programas, exhaustivamente estudiadas por expertos que él consultaba. Nunca cedió un ápice de su decisión, ni decidió sin escuchar la experiencia y la especialidad previamente. Por eso nunca falló.
¿Por qué fue tan querido y tan popular? Pues es cierto que su calidad humana, del más alto registro, era evidente. Emanaba su energía limpia y su fuerza evidenciaba la salud de su mente, como se sabe que sucede pero sucede muy escasamente.
En sus brillantes ojos, había un dejo de tristeza por sus altas aspiraciones no alcanzadas y una pobreza humillante. Deseaba y ello motivó su empeño, cada tarde, cada jefe de familia, hombre o mujer, llegara a casa con aquella sonrisa de satisfacción, con el pan bajo el brazo.
Noé Palomares, mi tío, en 1955, en su discurso conmemorativo para la entrega de la Medalla Belisario Domínguez, conjuró: “Hoy, que esta honorable, conmemora solemnemente el Cuadragésimo Segundo aniversario del heroico sacrificio del más preclaro de sus miembros, podemos afirmar con conmovido acento que el ilustre mexicano Doctor Don Belisario Domínguez no podía escapar a la regla fatal de nuestra historia. Fue hijo predilecto de la Patria y como tal se nutrió en el dolor y vibró al unísono de su angustia. Sintió en lo más profundo de su entraña que los fueros de la dignidad humana exigían para su rescate la corona del martirio y acudió presto a la cita que había concertado con la inmortalidad.”
Con Colosio no hubo un Huerta, nunca se vieron las orejas del chacal. Su transformación no fue contra un hombre y un proyecto unipersonal, sino contra una oligarquía y un proyecto transexenal, de intereses ya muy alejados de las banderas nacionalistas y revolucionarias.
De tal dimensión fue la transformación de su proyecto, que al mirar alrededor y comparar su tragedia con la de don Belisario, para no mencionar más, cuyo sacrificio va ligado a hechos y derechos concretos, el simplista puede preguntarse ¿pero cuál es el logro que trajo su sacrificio?
Al recordar a Colosio, gozo la Patria que soñó. Ante la confusión de la traición que selló su ausencia y su grandeza aun presente en el pueblo de México. En el ejemplo cíclico de nuestra evolución, siempre para recobrar libertad y confirmar la dignidad nuestra, la Patria ha exigido la sangre de sus mejores hijos y en el más remoto sacrificio se yergue el temple de Cuauhtémoc, sobre las ruinas de su Imperio, sólo para germinar tres siglos después en la nación mexicana.
Así de enorme e incomprensible será por largo tiempo la enormidad de Luis Donaldo, humanista convencido que en cada hombre, en cada mexicano, laten los valores más altos de la raza humana. Cuyo ejemplo impulsará la evolución de nuestra Patria a un estadío superior.
Un sueño que fue interrumpido de una manera vil por no haber sido comprendido en su magnificencia. Por vividores y padrotes del Sistema, que cobijados por el Poder del manto revolucionario, viven bajo él, una existencia colonial, de “manos muertas” y de servidumbre, abusando de la pobreza, la desnutrición y la ignorancia de los moradores de sus tierras y de sus dominios y que no aceptan la lección histórica de cómo los mexicanos nos rebelamos menos tarde que temprano del yugo cualquiera, a menudo con violencia mortal.
Ya hace más de 35 años, Colosio vió el país empobrecido y al pueblo injustamente condenado a vivir sin esperanza, consciente de una mera supervivencia plena de limitaciones, con la desdicha hasta la muerte, de que a sus hijos no podrán aspirar a superar en nada su desdicha y su tragedia y con una vejez dolorosa e insuperable, con la cotidiana condición de esperar sólo la muerte.
Desdicha esta, al servicio de unos cuantos privilegiados e indiferentes beneficiarios, entre los que se protegían caciques, inescrupulosos millonarios y aun, la clase gobernante, alguna vez, nacionalista y emergente en virtud de la “Justicia Social y la No Reelección”, pulverizados los valores de la revolución mexicana.
Eso vio Colosio, lo denunció y su esfuerzo fue transformar esa realidad. Y lo hizo con valor, con entrega y abiertamente, en gracia de sus altos valores.
En los hechos, el gran hombre que hoy me trae aquí, nos hizo testigos de cómo era posible amalgamar proyectos para mejorar y crecer en la unidad nacional, la solidaridad y la consciencia social, con la incorporación de sus ideas y valores políticos e ideológicos.
Que el gobierno nos es para el Poder. Que el triunfo electoral en México tiene por propósito fundamental, la igualdad que emana de la Justicia Social.
La traición asesina, a todos cegó de esa vida, no su ejemplo y su legado de esperanza, esta presente.
Los cobardes asesinos, fueron incapaces de reducir el enorme tamaño de sus altos valores, ideales y amor patrio. Son ahora, las generaciones futuras las que mejor comprenderán la enormidad y necesidad de que todo hombre cultive, comprenda y como Luis Donaldo Colosio, al seguir su ejemplo, cada mexicana y cada mexicano crezca y que sólo así, nuestro México, crecerá.
Porque los viejos fuimos incapaces de defender sus ideales, ya sea por persecución, por traición, por comodidad o cobardía, si al día de hoy aún persiste “el hambre de sed y justicia”, yo aquí les digo, no todo está perdido: Nos queda el ejemplo de virtud de un hombre de compromisos humanos, sociales y nacionales, íntegros.
Este es el momento de recuperar tan caros valores que él ostentó inquebrantable y sin cansancio, tan caros, que aún no terminamos de pagar.
Valores que aun menores, en todos modos laten, en cada uno de nosotros. En todos subyace el sueño de un México feliz, en el que cada madre y cada padre de familia, tenga esa sonrisa cada tarde, al llegar a casa con el pan bajo la bolsa. El México soñado por Colosio que sueño todavía.
En todos, para todos, mexicanos, mujeres y hombres: ¡Hagámoslo de una vez!
Tijuana, Baja California. 23 de marzo 2022.
Dr. Ramiro Oquita Padilla.