CIUDAD DE MÉXICO, 3 de mayo (AlmomentoMX).- De acuerdo con el estudio “Diagnóstico de Conocimientos, Actitudes y Prácticas Sexuales de Mujeres Privadas De La Libertad” realizado por el Movimiento Mexicano de Ciudades Positivas, el Centro Nacional para la Prevención y Control de VIH y SIDA, las mujeres que cumplen una pena en prisión sólo han perdido dos derechos: el de la libertad y sus derechos políticos. El resto de ellos, como a la alimentación, a la salud o a la sexualidad no tendrían que vulnerarse, como ocurre en Centros de readaptación femenil.
Este diagnóstico, surgió a partir de querer conocer las prácticas de cuidados sexuales que tienen las mujeres presas en Santa Martha Acatitla y el Penal de Tepepan, para generar políticas de prevención de enfermedades de transmisión sexual.
“Las mujeres privadas de la libertad, son una población que se ha caracterizado por una alta probabilidad de estar expuesta al VIH y de transmitirlo, por lo tanto, como se definió en el proyecto, es clave su participación de cara a obtener una respuesta efectiva frente al VIH.
“Y la salud en las prisiones es a menudo considerada de baja prioridad. Las mujeres privadas de la libertad son un grupo cuyo entorno evidencia alto nivel de sobrepoblación y hacinamiento, prácticas sexuales de riesgo desprotegidas, bajo acceso o disponibilidad de los servicios de salud, pobre nivel de información, educación y niveles considerables de ITS; violencia sexual, física y psicológica”, explicó Georgina Gutiérrez Alvarado, presidenta del Movimiento Mexicano de Ciudades Positivas.
Una de las conclusiones más riesgosas que encontró esta AC, es que no existen condiciones para que las mujeres en prisión ejerzan su sexualidad, como la visita conyugal o seguridad que les impida ser objeto de violaciones dentro de la prisión.
Esto, además de representar una sistemática violación a derechos humanos fundamentales, implica un riesgo en la contracción de enfermedades de transmisión sexual, como el VIH.
En entrevistas con algunas de las 2 mil reclusas que aproximadamente hoy conforman la población femenil penitenciaria, que en a CDMX representa el 15 por ciento del total, las reclusas admitieron que ejercen su sexualidad en prisión, aunque muchas veces es en sitios escondidos, sin higiene y donde el 86 por ciento no usa un método de protección, como el condón, lo que agrava el riesgo de contraer una enfermedad.
“Las mujeres que no cuentan con espacios de visita íntima, que es la mayoría de entrevistadas (63%) tienen sus relaciones sexuales especialmente en: la estancia, el 85%, y otros espacios como las propias instalaciones o las salas de visita. Estos espacios y cantidades podrían corresponder con el tipo de pareja de las mujeres, ya sea que esta se encuentre en el mismo reclusorio o fuera de él”, señala el estudio.
Ante estos resultados, la Organización Civil hizo un llamado a la Subsecretaría penitenciaria a habilitar espacios y a capacitar al personal de custodia para evitar la clandestinidad en esta práctica y evitar contagios de enfermedades de tipo sexual.
AM.MX/fm
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