Claudia Rodríguez
No hay más. El Partido Revolucionario Institucional (PRI), luego de 70 años en el poder, tuvo que rendirse en las urnas no sólo por el voto de castigo, sino también por su fracaso de modelo político-económico que llevó a más de la mitad de la población a mantenerse en la línea de pobreza, sin posibilidades de movilidad social y al borde de la violencia e inseguridad generalizada, que no tardó en explotar agresivamente durante los dos sexenios panistas al frente del Ejecutivo federal.
Ya los priistas habían tenido que ceder el poder por su ineficacia y corrupción agotadora para el pueblo de México; y una vez que en una elección competida el Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación (TRIFE), les volvió a entregar en el 2012 la Presidencia, incurrieron en los mismos o peores actos de ineficiencia y sobre todo en el mal uso y desviación de los recursos públicos; acción delictiva apenas sancionada en un porcentaje mínimo.
Cuando el presidente Enrique Peña Nieto, presumía a las nuevas generaciones de jóvenes gobernadores priistas, no se imaginaba que serían la estampa de la corrupción de su Administración, así como la inolvidable e ignominiosa Casa Blanca de las Lomas, que se informó fue adquirida por la señora Angélica Rivera a la constructora Higa, la preferida del sexenio de Peña Nieto, misma que fue beneficiada por excesivas ganancias y que costó al presidente de México presentar una disculpa, al señalar. “fue un error”.
La Administración de Peña Nieto agonizante no sólo por el consabido desgaste en el poder, sino por sus malos resultados en casi todas las áreas de atención a la sociedad –parece que no hay nada que se salve–, pero sobre todo porque los priistas en este momento representan lo peor del país, tuvieron que ceder el poder a un tecnócrata que le hace a la política, y que se hizo del grupo, pero no lo es.
Así, entre vítores, los priistas al entregar a querer o no la estafeta de su candidato presidencial a José Antonio Meade, reconocen que volvieron a fallar como partido político en el Gobierno, o quizá ya, hasta como opción en el espectro de sistema de partidos. -A menos claro, que como ahora, inventen fórmulas encubiertas.
No obstante, esto de pasar el relevo a la figura central del PRI a Meade –aún a casi un año de que Peña entregue la Banda presidencial–, ya obnubila la figura del presidente pero no sus resultados de gobernanza que lo postraran a sus niveles más bajos de aceptación en año electoral.
Acta Divina… El presidente Enrique Peña Nieto, le aplaude a José Antonio Meade y le desea éxito.
Para advertir… Lo peor de todo es que el PRI quiere el poder para unos cuantos y del otro lado, más y más pobres votantes.
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