Luis Alberto García / Volgogrado
*Stalingrado, surgida de la nada, antes se llamó Tsaritsin.
*Enfrentó heroicamente a los nazis durante el verano de 1942.
*”Vida y destino”, de Vasili Grossman, testimonio heroico de la guerra.
*Fue entrada a la Rusia asiática y modelo socialista de Iósif Stalin.
Al volar de Moscú a Volgogrado, desde el avión Ilyusin-8 que nos traslada a la antigua Stalingrado –así llamada, porque Iósif Stalin le otorgó caprichosamente ese nombre por la defensa que hizo de ella durante la guerra civil (1918-1921), lo que acabó colmando el ánimo de Adolfo Hitler, que ordenó el ataque alemán en el verano de 1942-, se contempla el ancho y profundo río Volga.
Estamos 950 kilómetros al Sur de la capital de Rusia, observando, hacia la orilla occidental de esa portentosa corriente fluvial, una bella ciudad surgida de la nada, un paraíso que brotó de las cenizas de la guerra en lo que fue Tsaritsin en el tiempo de los zares.
Volgogrado y su estadio para 45 mil espectadores –construido a los pies del monumento a los caídos de la colina de Mamayev con su estatua de la Madre Patria levantando su espada al cielo-, será sede del Grupo de la Copa FIFA de 2018, en la que jugarán Túnez, Inglaterra, Nigeria, Islandia, Arabia Saudita, Egipto, Corea del Sur y Alemania, entre el 18 y el 28 de junio próximos.
Esa conurbación de un millón de habitantes –misma cantidad de seres humanos muertos entre agosto de 1942 y enero de 1943, ante el ataque de los nazis que no lograron conquistarla debido a una defensa heroica- tiene esa colina como única elevación de importancia, sobre lo que fue un cementerio tártaro.
De clima extremoso -veranos agobiantes, inviernos gélidos-, Volgogrado había sido la puerta de entrada a las estepas del Sur de Asia; pero el régimen estalinista (1924-1953) la convirtió en un escaparate de lo que habría de ser la sociedad soviética.
Contaba con mejores servicios que otras ciudades de la Unión Soviética, en la que se podía vivir razonablemente bien; pero la propaganda alemana le otorgaría los sellos de anticapitalista, industrial –sus fábricas de acero producían tanques y armamento de la mejor calidad- y revolucionaria, y por eso debía ser la primera en ser conquistada.
Cuando el 23 de agosto de 1942 los bombarderos de la IV Luftflotte nazi empezaron a surcar sus cielos, la población civil se encontraba desprotegida; pero en un rapto de valentía, resueltamente, ésta reaccionó y, junto con el Ejército Rojo al mando de los generales Alexander Vasilievski y Vasili Chuikov protagonizaron la batalla más heroica en la historia de la Segunda Guerra Mundial.
Además de las bombas sin estallar y de los cientos de cadáveres de soldados fallecidos en combate -encontrados en el lugar donde se edificó la Volgograd Arena-, hay otras historias de muerte, desolación, hambre, fusilamientos masivos, deportaciones y otros horrores ocurridos en Stalingrado.
En ese estadio, en cuyo terreno se encontraron restos de bombas arrojadas por los aviones nazis, ocho equipos jugarán entre el 18 y el 28 de junio de 2018: Turquía e Inglaterra, Nigeria e Islandia, Arabia Saudita y Egipto, Corea del Sur y Alemania, rivales estos últimos de México y Suecia en el Grupo F.
Vasili Grossman, periodista y escritor que vivió intensamente aquel verano del 42, en las mil 111 páginas de su novela testimonial “Zbizn i subdá (en ruso), “Vida y destino” (en español) (Random House-Mondadori, Barcelona, 2009) narra lo que ocurrió en cada calle, en cada casa, en el cruce del río Volga por donde atravesaba la población civil que huía de la ciudad, ametrallada y bombardeada inmisericordemente por los Stukas alemanes.
El pastor de los montes Urales, Vasili Zaitsev, avencindado en Stalingrado al iniciarse el ataque alemán, figura entre los héroes soviéticos por su desempeño como francotirador, al liquidar entre las ruinas de la ciudad a 225 enemigos con su rifle Mosin-Nagant con mira telescópica, inspirando una película en la cual el actor británico Jude Law lo encarna notablemente.
Natalia Pavliuchenko, con su increíble puntería, como otras combatientes del Ejército Rojo, también integra el cuadro de honor de defensores de la Volgogrado-Stalingrado, urbe increíble que luego sería reconocida mundialmente por su renacimiento maravilloso.
Así, revivieron el museo al poeta nacional Alexander Pushkin; el lago Sredneajtubinski; la casa familiar de la bicampeona olímpica de salto, Yelenna Isimbayeva, destruida durante la guerra; y la ingeniosa invención del Festival de la Sandía que, sin duda, hace feliz al millón de citadinos que habitan ese prodigio que ha tenido tres nombres y un alma admirable desde que, sin más, apareció como aldea de pescadores en 1589.
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