Por: Ricardo Burgos Orozco
Después de ser candidato en 2006 y 2012, la tercera fue la vencida para Andrés Manuel López Obrador en 2018. Ganó con un amplio 53.19 por ciento a los aspirantes de aquel entonces: Ricardo Anaya Cortés, José Antonio Meade Kuribreña y Jaime Rodríguez Calderón; Morena y sus partidos satélite también consiguieron la mayoría calificada en el Congreso de la Unión. Tres años después fue diferente y, por ello, para aprobar cualquier iniciativa constitucional, Movimiento de Regeneración Nacional debe negociar con la oposición.
Las cuentas alegres de Morena para el 2 de junio vaticinan un triunfo apabullante de un 60 por ciento para Claudia Sheinbaum Pardo lo cual permitiría que nuevamente consiga la mayoría calificada para no tener que buscar el apoyo de la oposición en alguna votación parlamentaria complicada. Algo que realmente se considera difícil dado que la candidata morenista no es López Obrador, carece de una personalidad propia y de un arrastre popular como lo tiene el tabasqueño.
Sí el actual presidente, con su liderazgo y genio para la comunicación política, consiguió más de 30 millones de votos en 2018, Sheinbaum, de ganar, difícilmente conseguiría esa cifra. Tampoco Morena, el PT y el Verde Ecologista podrían alcanzar la mayoría calificada como pretenden, es decir obtener dos terceras partes de curules y escaños en el Congreso, aunque están implementando todas las estrategias posibles y consiguiendo candidatos locales y regionales de distintos partidos, hasta del PRI y del PAN, para lograrlo. En muchos casos han conseguido, más que nada, dividir a sus propios correligionarios tradicionales al nombrar advenedizos.
Ya hemos visto, por experiencia de las elecciones anteriores, que no es bueno que un solo partido tenga todo el poder para hacer y deshacer reformas e iniciativas enviadas por el presidente de la república. Lo mejor es que haya contrapesos, que no se le haga tan fácil a Morena aprobar, sin quitarle ni una coma, a las propuestas legislativas que envía el presidente de la república.
El voto diferenciado, es decir, votar por distintos partidos, no por uno solo, para diputados, senadores, gobernadores, presidente de la república, permitirá una mejor división de poderes y evitará que en este caso Morena tenga todo el poder.
Es importante que también por fin desaparezcan los organismos parásitos como el Partido del Trabajo, el Partido Verde Ecologista de México, Movimiento Ciudadano y el Partido de la Revolución Democrática, que lo único que han hecho desde que existen, es servir de comparsa política y allegarse el presupuesto que buenamente les brinda el Instituto Nacional Electoral. Ya basta que sigamos sosteniendo a ese tipo de remedos que siempre se van con el mejor postor.
Por supuesto, el PRI y el PAN tampoco son la perfección porque sus líderes Alejandro Moreno y Marko Cortés descaradamente sólo jalan agua para sus intereses personales y de sus cuates, pero por el momento más vale malo por conocido que bueno por conocer.
Lo más importante para los ciudadanos mexicanos es que hagamos valer nuestro voto el 2 de junio. No se vale quedarnos en casa mientras otros deciden.
Una entrega de Latitud Megalópolis para Índice Político