EL SONIDO Y LA FURIA
MARTÍN CASILLAS DE ALBA
Sin importar que nos arrastre al precipicio.
Ciudad de México, sábado 14 de noviembre, 2020. – Desde hace doce años que estoy dando el Taller de Liderazgo que inspira y motiva basado en Enrique V de Shakespeare en ITAM-Desarrollo Ejecutivo, doce años en los que he tenido magníficos resultados y evaluaciones. Uno de los temas que analizamos tiene que ver con la importancia de cambiar de estrategia cuando las condiciones originales se han alterado.
Característica que, por supuesto, no aplica nuestro huésped del Palacio Nacional incapaz de cambiar sus planes originales a pesar de que las condiciones iniciales han cambiado como nunca, mucho más que las que le tuvo que enfrentar el rey Enrique V en 1415 cuando no pudo tomar la ciudad amurallada de Harfleur en dos semanas, como lo había planeado, tanto por la defensa de los franceses, como por los tres mil muertos de disentería y otros dos mil enfermos de un total de diez mil que habían sitiado la ciudad; además, ya era otoño, hacía frío y llovía. Por todo esto cambió su estrategia y, de esta manera, consolidó su liderazgo y logró su objetivo.
En México se han dado cambios de las condiciones originales a partir del 2020 con la pandemia que se ha paralizado el mundo pero, aquí, parece que no ha pasado nada. El inquilino camina todas las mañanas diciendo: “voy derecho y no me quito”, sin importar que lleva a una parte importante de la población al precipicio. El desempleo es brutal; la crisis de las aerolíneas y del turismo es de tal manera que el aeropuerto de la Ciudad de México está sobrado; la industria nacional del petróleo está en quiebra; la generación de energía a través de sistemas limpios resulta ser la mejor manera de hacerlo y la más barata, pero él prefiere el carbón; hay un descenso en el uso de la gasolina y planea construir otra refinería, sin importar que los coches en el futuro próximo serán eléctricos. Él va derecho y no se quita.
Cambiar de estrategia como lo hizo Enrique V le permitió lograr su meta después de tantos años, empezando el día que el Arzobispo de Canterbury demostró que la tierra sálica estaba en Germania y sabía que sería bueno entretener al rey con una nueva guerra en el extranjero para que no se acordara del proyecto de ley que había dictado su padre en donde el rey podía confiscar los bienes y los ingresos de la Iglesia.
Sus planes originales implicaban tomar la ciudad amurallada de Harfleur en dos semanas y, luego, ir a Paris a exigir la corona. Por mucho que planeamos las cosas, siempre resultan de otra manera, así que, cuando tomaron Harfleur en octubre, Enrique V cambió su estrategia y decide refugiarse en Calais –territorio inglés–, para reponerse durante el invierno y estar listo en la primavera; no había considerado que cerca del castillo de Agincourt tuvo que enfrentar a cuarenta mil franceses a los que derrotó con un buen plan de defensa y sus magníficos arqueros, como había desde Robin Hood.
Nada que ver con los cambio en México, donde se han contagiado cerca de un millón de personas y han muerto casi cien mil por el virus. La burla y la falta de consideración de la pandemia fue el talón de Aquiles de ese otro inquilino de la Casa Blanca en Washington quien, en enero, tendrá que ahuecar el ala, aunque no quiera. Un triunfo que celebran todos los líderes del mundo, excepto el inquilino del Palacio.
Nos cuesta trabajo entender que allá en el norte, van a convivir con setenta millones de gringos que votaron “con entusiasmo y fanatismo por ese mentiroso, mujeriego, sexista, chauvinista, mitómano, ególatra, autoritario, ignorante, avaricioso, abusivo, egoísta, abusador, deshonesto, desarraigado, demente, ignaro, arrítmico, anaranjado, racista filonazi, hipócrita, narcisista, obsesivo-compulsivo, monotemático, cómplice y compadre de pedófilos y pandilleros, pueril y pésimo golfista”, como lo describió Jorge F. Hernández en El País (6.11.20.).
Históricamente sabemos que, los líderes que cambian de estrategia cuando las condiciones originales cambian, triunfan.