Por: Oscar Elizundia, abogado y analista.
(oe@post.harvard.edu)
Eulalio González mejor conocido por “El Piporro” cantaba: “Ajajaja, a que gusto traigo… Porque traeré tanto gusto, … pos porque andas gustoso…Yo soy el muchacho alegre, del cielo favorecido… Jajaja, Me río de la risa que me da de reírme tanto… Ya se va el muchacho alegre, ajua…”
Así se ve a la candidata opositora en todo momento y en toda circunstancia. ¿De qué se ríe? La política es cosa seria -¡muy seria!-, y las delicadas circunstancias que vive el país, en muy diversas vertientes, son harto preocupantes.
La disputa por el poder, a través de la historia y en cualquier latitud, implica seriedad, talento, oficio, dedicación, conocimiento, estrategia, táctica, perseverancia entre muchas otras cualidades.
El México de hoy está sometido a una de las coyunturas más complejas de las últimas décadas, situación de indiscutible trascendencia.
Si quienes disputan el poder presidencial realmente fueran responsables, seri@s y sensat@s, y se darían cuenta de la gravedad de las circunstancias, en una mente sana, no serían capaces de siquiera pensar en contender en una elección. Mas bien parecieran personajes desquiciados, fascinados por el poder.
En su libro “La Marcha de la Locura, la sinrazón desde Troya hasta Vietnam”, Barbara W. Tuchman analiza el comportamiento de los líderes en diversos episodios históricos tales como la decisión de los troyanos de mover el caballo griego en su ciudad -locura del rey Príamo-; el relajado y exótico comportamiento de los seis papas renacentistas (1470 a 1530) de reconocer el advenimiento de la Reforma Protestante del siglo XVI provocando la secesión en la Iglesia católica; la política inglesa durante 15 años hacia sus colonias americanas bajo el rey Jorge III, y el fracaso de los EEUU en la guerra de 30 años en Vietnam durante cinco sucesivos presidentes.
Tuchman establece que pareciera que la locura invade a los políticos actuales que condenan a sus países a tener que padecer realidades derivadas de su insensatez, su desequilibrio mental y emocional, caprichos, ambiciones y ocurrencias personales. La autora analiza ciertos momentos álgidos de la humanidad, así como de los rasgos de personalidad de aquellos que se han encargado de someter a sus pueblos a terribles consecuencias políticas, sociales y económicas.
Viene a cuento el texto de Tuchman ya que la arena política mexicana es una locura por donde se le quiera ver.
La estructura político-gubernamental que AMLO/Morena han construido en los últimos años, además de poderosa y avasalladora, pareciera indestructible. La candidata de esa opción, buena o mala, camina sobre hojuelas y miel, ¡un día de campo! Esa estructura territorial actual de 23 gubernaturas más las que se acumularán en el proceso de 2024, harán prácticamente imposible su derrota en las urnas salvo que ocurra algo catastrófico o impredecible.
En contraste, la opción opositora encabezada por una candidata “villamelona” -por decirlo suavemente-, en la “realpolitik”, enfrenta retos que, al día de hoy se dibujan insuperables. En primer lugar, su personalidad y escasa formación y estructura personales, distan mucho de poder hacer frente al aparato que impulsa, respalda y sostiene a su contrincante. En segundo lugar, el “frente” compuesto por tres partidos situados en las antípodas, tiene como génesis la antinatura por lo disímbolo de sus ideologías, plataformas, estructuras, integrantes y poder político real.
La candidata opositora no se ha percatado del potencial lastre que le representan los liderazgos de esos partidos que promueven su candidatura bajo los auspicios del antiguo “Frente Amplio” y hoy –como escribió hace unos días con puntilloso sarcasmo Jesús Silva-Herzog Márquez en Reforma— de una alianza opositora que tiene “título de una telenovela” –“fuerza y corazón de México”–.
El hundimiento del Titanic en aquella fatídica noche del 14 de abril de 1912 es un buen referente de lo que probable -aunque indeseablemente-, sucederá con la candidatura del frente opositor. El otrora indestructible PRI hoy no solo carece de poder político en el territorio como antes, sino que está sometido a una guerra intestina que acabará por ser un simple referente histórico de lo que llego a ser la “Dictadura Perfecta” de Mario Vargas Llosa. El PAN, el decano de los partidos políticos, atraviesa una crisis similar de poder político y de liderazgos. Del PRD ni hablar, su fuerza política actual, si es que tiene alguna, no aporta nada. Estos tres institutos políticos carecen de la tramoya necesaria para ganar en 2024. Su nula articulación, es tan evidente como dolorosa. Lecciones de omnipotencia, invulnerabilidad, terquedad, estupidez y otros muchos adjetivos sustitutos, son ignoradas.
Los tres partidos políticos del frente se asemejan a la orquesta, -mito o realidad-, quinteto liderado por el violinista Wallace Hartley, que no dejó de tocar durante las últimas horas del “inhundible” Titanic. Si el buque opositor prosigue su curso actual, está condenado al naufragio.
La candidata opositora, dista mucho de ser el capitán Edward Smith, experimentado marino -lobo de mar-, al que bajo su mando se hundió el majestuoso Titanic, murió dignamente en el puente del mando de navío.
En efecto, la opositora a todas luces carece de talento político, experiencia política real más que haber sido jefa delegacional -sin pena ni gloria-, lo mismo que en el Senado, más conocida por sus chistoretes, dislates, ocurrencias u omisiones como vestir una botarga, o encadenarse en la presidencia de la mesa directiva, o montar una bicicleta eléctrica, o andar como quinceañera en una calandria en Guadalajara ondeando una banderita con su sempiterna sonrisa, o declarando que “la pendejié” al plagiar partes en su documento para obtener la licenciatura en ingeniería en computación, o, más recientemente, olvidar el título del libro de su biografía, difícilmente podrá hacer siquiera un decoroso papel en las elecciones de junio de 2024.
¿Cómo se puede explicar la persecución de un objetivo declaradamente inalcanzable y la inviabilidad del triunfo? ¿Cuál es el poder del inconsciente que paraliza su visión y que pueda mantener un comportamiento tan insensato? Sin duda, este comportamiento se establece como un “síntoma clásico de la locura al negarse a sacar conclusiones de la evidencia y la adicción a lo contraproducente”.
Si la candidata opositora realmente fuera sagaz, inteligente y sensata, se daría cuenta de sus serias limitaciones ideológicas, políticas y personales, declinaría hoy mismo la candidatura ante la irremontable realidad de carecer de las características mínimas, como formación y pensamiento estratégico, para hacer frente no solo a su contrincante, sino a la terrible realidad que se vive en México. Su locuacidad es contraria al interés superior del país. Su ceguera política le impide intuir -y mucho menos observar-, lo que los eventos de la realidad le están sugiriendo y, como, al contrario, se deja llevar por interpretaciones y ocurrencias nada sensatas. “Es sabio el que prevé las consecuencias” (Talmud, Tamid 32 a).
México nunca se ha merecido ser gobernado por políticos corruptos, ignorantes y ocurrentes, como tampoco se merece ser gobernado por la “menos mala”, tan ingenua, irreflexiva, impulsiva, dispersa, desordenada, ocurrente y vulgar, base de su candidatura que ya perdió su impulso original.
El México de hoy no solo se merece, sino que requiere, urgentemente, -“hoy, hoy, hoy” como diría el clásico, ser gobernado por las y los mejores que este país ha producido y formado. Ha llegado la hora de remediar a fondo la descomposición burocrática, política, social y fiscal que ha erosionado irremediablemente partes sensibles de un tejido social. ¡Cuidado!
La coyuntura actual necesita más que ocurrencias y eternas sonrisas, el talento, experiencia, patriotismo y amor por México para detener el tsunami de la ingobernabilidad y el desasosiego social -impredecible en sus consecuencias-, y reconstruir las instituciones que tanto esfuerzo, talento y tiempo costó edificar a múltiples generaciones de mexican@s talentos@s.
La contienda política no es un paseo en bicicleta.
P.D.: ¿De qué se ríe?
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