Luis Farías Mackey
Nunca me convenció Xóchitl Gálvez. Sí, fue la única opción verdadera, pero le quedó muy grandote el papel, a los tres les quedó inmenso. Muchas amistades queridas se enfadaron conmigo por señalar la xochitlmanía como una respuesta emocional que, sin embargo, como sucedió, nunca tuvo buen puerto.
Ya cercanas las campañas, un grupo importante de inversionistas le pidió a un querido amigo averiguar en qué actividades o proyectos podía apoyarla económicamente, pero como no quería entregar dinero directamente a los partidos (la mula no era arisca), sino aportar en especie en algo legal, consistente, efectivo y transparente, nos abocamos a buscar en qué actividad con esas características pudiese dar su aportación.
Por meses tocamos puertas en el equipo de Xóchitl (es un decir) y hablamos con decenas de prestadores de servicios y fabricantes de bienes que hacían lo mismo con igual suerte: no obstante estar ofreciéndoles apoyos económicos, jamás se pudo concretar nada. Debo aclarar que nunca hubo alguien que nos pidiera el dinero en constante y sonante, y menos que nos exigiese un moche. Lo que encontramos fue un absoluto y profundo desmadre.
Y en estos días Xóchitl me volvió a confirmar en mi juicio original. Discutiendo con Andrea Chávez sobre Adán Augusto y su secretario de Seguridad, aquélla, sobrada como si el futuro aún le sonriese, le preguntó si Xóchitl si en su momento supo que su hermana secuestraba.
Su ruindad no admite parangón, aunque promete mucho más.
Y las respuestas a la mano eran infinitas, la senadora está en una situación y circunstancia endebles e insostenibles: su persona, conducta, ascenso y carrera; sus desplantes, campaña y protagonismo; su personalidad, soberbia, histrionismo e histerismo la tienen en condición de desahucio y extremaunción, bastaba con mencionar su cercana relación con el senador desaparecido para aquilatar su abierta y personal parcialidad, pero Xóchitl se quedó pasmada y su respuesta, sin contundencia, se perdió en el griterío en que suele terminar ese programa.
Por cierto, la otra protagónica, ésta de MC, Laura Ballesteros, anticlimáticamente optó por un tema de Estados Unidos, nada más por si aún quedasen dudas de qué lado masca la iguana.
Por supuesto que el golpe de doña Andrea fue de una vileza bajuna, pero ni modo que Xóchitl no supiese con qué calaña de arrabal hablaba.
Aun así, y para acreditar nuestro miserable optimismo, Xóchitl es inmensamente superior a la señora Chávez y compañeros de viaje, pero se ve que aún no se repone del descontón electoral. Regrese al gimnasio o a la terapia, doña Xóchitl, ya habrá tiempo de ajustar cuentas con estos personajes.
Por último, ése es el nivel de discusión y peor se va a poner.