RODOLFO VILLARREAL RÍOS
Los habitantes del país habían llegado al hartazgo, una y otra vez el fulano les prometió que él, y únicamente él, era capaz de salvarlo de cuanto malvado osara intentar mancillarlo. Los resultados siempre fueron los mismos, pero vaya usted, lector amable, a saber qué clase de embrujo ejercía sobre un buen número de sus moradores quienes seguían creyendo en sus promesas. Lo único que les había dado a cambio de sus ofrecimientos fueron tiempos malos y problemas una y otra vez.
Sin embargo, para fortuna de esa generación, y las venideras, existía un grupo cuyos integrantes, sobrados de redaños, y conscientes plenamente de su responsabilidad histórica, decidieron que ese era el momento y con la fuerza de la razón por delante y el respaldo de las bayonetas, no había otra forma de echarlo, procedieron en consecuencia y lo hicieron que huyera con rumbo al Este. Alrededor de aquella fuga final vamos a comentar en esta ocasión.
Era agosto y aquel López andaba ya sin brújula, si es que alguna vez la tuvo. Desde dos años atrás, se le fue, para siempre, el que contrató como gurú tratando de que le ayudara a resarcir la imagen pésima que había dejado la última vez que lo ocuparon en el cargo. Pero ahora, estaba más solo aun cuando seguía creyendo que el poder de su nombre bastaría para enfrentar a los enemigos y derrotarlos. Después de todo, se decía, ninguno de ellos portaba los blasones, ni tenía la experiencia que él poseía. A su lado, continuaban los incondicionales aquellos que temían contradecir al jefe por el temor a que, al ser presas de su ira, los convirtiera en nada y los volviera a su condición de mortales simples y dejaran de ser los colaboradores importantes de aquel López.
Envuelto en la fantasía de que no había grupo capaz de derrotarlo se lanzó hacia la costa oeste para acabar con los insurrectos. En medio de los humos con que le habían atiborrado el seso, partió raudo y veloz convencido de que ninguno de aquellos alcanzaba la estatura de su genio. Pero, pronto, habría de convencerse de que la hora de su final se acercaba. Los que lo retaban eran de una estirpe muy distinta a la de quienes enfrentó antes. Conocían el terreno y no estaban dispuestos a otorgar concesiones.
De pronto, aquel López se percató que nada podía hacer y emprendió la retirada se fue de costa a costa hasta llegar a las playas en donde encontró la barcaza que lo llevaría, mar de por medio, hasta terrenos menos peligrosos para él. Atrás, únicamente dejaba la confirmación de su mala fama y un país incendiado en medio de la ruina total, a más de un divisionismo atroz que tenía enfrentados a sus habitantes. Ante esto, demos paso a la narrativa de quienes vivieron los días últimos bajo la égida de aquel López y comentaban el estado de cosas en que los dejó, así como lo que era requerido hacer para revertirlas.
Mientras aquel López se balanceaba al ritmo de las olas y rumiaba la incomprensión de “su pueblo” malagradecido que nunca estuvo a la altura de lo que él le ofrecía, bueno esa era su perspectiva, en el país a los triunfadores les esperaba una tarea fenomenal por realizar.
Era empezar nuevamente y el objetivo era crear una Nación. El camino sería largo y nada se presentaba fácil. Desde la perspectiva de los testigos de entonces, para los triunfadores era la hora de “cumplir sus promesas, de reedificar la sociedad conforme a los principios liberales, únicos que pueden asegurar el porvenir…” Ante el desgarriate que había quedado como resultado de las acciones que aquel López ejecutó antes de huir, “era necesario organizar un gobierno provisorio que afianzara el orden, restableciera las garantías individuales y preparara el camino para que pacíficamente el país se dé [un retorno] a las instituciones que a sus intereses convengan.” Claro que no todo se genraba en automático, era mucho el daño causado y no iba a ser por arte de magia como se diera el giro hacia horizontes nuevos.
Por ello, el redactor de entonces enfatizaba que “extrañas como son la incertidumbre y la vacilación que hemos presenciado en estos últimos días, no nacen por parte de la población de apatía, ni de indolencia, ni se derivan de desunión en el gran partido liberal, reconocen por el contrario otro origen: el pueblo que ve vencida la tiranía, que está seguro del triunfo de la revolución, se mantiene tranquilo y en expectativa, conociendo que solo tendrá valor, estabilidad lo que satisfaga las exigencias nacionales, lo que tienda a la consolidación de la verdadera libertad; si de cuando en cuando se notan síntomas de agitación y de impaciencia, pronto los calman los hombres influyentes en las masas, los liberales más respetables, acaso los más exaltados que aun cuando se les apellida anarquistas son hombres de orden y de gobierno, y aun los que gemían bajo el peso de una prisión arbitraria han contenido a sus numerosos amigos que han querido ir a sacarlos de sus calabozos y esperaron tranquilos y resignados, sacrificando su libertad, su salud, sus intereses, a la conservación del orden, no queriendo servir de ocasión ni para el más insignificante motín.” Los que arribaban le apostarían a la construcción y no a la destrucción, bastante daño había sufrido el país como para continuar por esa senda.
Entre los recién llegados “no [había] timidez sino cordura, no [había] indolencia sino deseo vivo de afianzar el orden, en no haber hecho una asonada. En medio de tantos resentimientos, cuando no hay quien no haya sido víctima de algún ultraje, alguna vejación, de alguna tropelía o de algún despojo, no hay ni quien haya pensado en vengarse, siendo el desprecio público el único castigo que pesa sobre los autores de nuestros males.” Nadie pensaba en soltar la represión en contra del adversario, la coerción hacia quienes no compartían su perspectiva fue la divisa que prevaleció durante los años en que aquel López, entonces ya en huida, era el amo y señor de la situación.
Derivado de lo anterior, “la experiencia está aconsejando que en todo debe de seguirse una política diametralmente opuesta a la del gobierno que acaba de perecer. Si no es posible desde luego entrar en el orden constitucional, si es indispensable que haya garantías constitucionales, que el ciudadano sepa que está seguro en su hogar, que nadie le ha de arrebatar su propiedad, que no puede ser castigado sin juicio, que cesa de estar expuesto a la multa y al embargo al capricho del alguacil, a la prisión, al destierro, a la muerte si inspira la más leve sospecha, si se le denuncia en un anónimo.
“Ahí no concluía el planteamiento, el arribo del grupo nuevo al poder implicaba el reconocimiento del federalismo como debe de darse en toda nación que aspire a ser democrática. Ante ello, se planteaba que “sin resolver la cuestión constitucional, déjese a las localidades libertad para atender sus propios intereses, para desarrollar sus elementos de riqueza y prosperidad.” Eso no era todo, antes de huir aquel López había llevado su “gobierno” a un estado de desorden y opacidad tal que era requerido se hicieran cambios sustanciales en la forma de operarlo.
En ese contexto, se recomendaba que el gobierno entrante debería de cumplir con “otros deberes de moralidad como reducir los gastos públicos, formar un presupuesto, hacer pública la distribución de los fondos nacionales, poner coto al agio, no celebrar unos contratos ruinosos, no disimular el robo, no emplear las rentas en mantener militares de espías, ni en pagar plumas famélicas, ni en dar fiestas ostentosas.” Aquel López nunca se distinguió por llamar, salvo honrosas excepciones, a los más capaces. Esto implicaba que, al arribo de la clase gobernante nueva, se realizara una criba.
Era indispensable “llamar a los puestos públicos a hombres honrados, inteligentes, y que profesen buenos principios; es menester cuidar el honor del país en el exterior y revocar inmediatamente ciertos nombramientos que fueron el escándalo del país.”
Pero si en lo interno prevalecía la anarquía, en las relaciones con otras naciones las cosas era un reflejo de las carencias prevalecientes durante el gobierno de aquel López. En consecuencia, se recomendaba que en lo referente a las “relaciones exteriores adóptese una conducta franca, enérgica, leal; no se susciten cuestiones de amor propio, no se hagan embrollos, no se hagan promesas insensatas, no se mantenga al país en alarma, ni se prodiguen insultos a la misma nación que se hacen cobardes concesiones… Haya honor, dignidad, buena fe, sean cual fueren nuestros conflictos hacendarios, encontraremos simpatía en los países ilustrados y sus gobiernos.” El discurso doble lo único que acarreó fue el descredito y la befa, ningún respeto se le tenía al país fuera de sus fronteras. Había vivido años oscuros.
Lo que prevaleció fue “la dictadura, que es la negación de toda institución, que es el sistema que está en más abierta pugna con la razón humana, que es siempre la usurpación del poder y el envilecimiento del pueblo, nada deja en pos de sí más que ruinas y escombros, y así con ella el porvenir de las naciones es incierto y sombrío. Lo estamos viendo ahora aquí, ¿qué elemento de vestigio social han dejado los conservadores [agregamos nosotros, disfrazados de progres]? Ninguno porque para ello eran impotentes, y porque con su incesante manía de legislar parecían empeñarse en formar un monstruoso engendro, un embrollo que fuera un laberinto para quien los sucediera en el gobierno…” Esa fue la herencia que dejó aquel López. La clase gobernante nueva habría de partir prácticamente de cero, la meta era construir una Nación y eso implicaba mil y un obstáculos, aquel López, una y otra vez lo único que fomentó fue la desunión y el enfrentamiento. Para la fortuna de la patria, aquel López nunca retornaría a tratar de salvarla.
Toda la parte del escrito que usted, lector amable, encontró entrecomillado son textos que fueron publicados, el 13 de agosto de 1855, en el diario El Siglo Diez y Nueve. Presumimos que el autor de los mismos fue el director de ese rotativo, Joaquín Francisco Zarco Mateos, ancestro por cierto del único López que ha respondido con creces a la encomienda que le fue dada al encargarle la responsabilidad de dirigir los destinos de la patria.
Aquel López, a quien nos referimos, no era otro que Antonio de Padua María Severino López De Santa Anna y Pérez De Lebrón quien habiendo huido desde el 9 de agosto, un día como hoy, 12 de hace 168 años, presentó su renuncia para nunca más volver a la presidencia de México. La Revolución de Ayutla había triunfado y los Liberales se disponían a iniciar el proceso de construcción de la Nación, una tarea que les llevaría muchos años y demandaría esfuerzos grandiosos, el daño generado por aquel López fue descomunal. Los enemigos del progreso nunca han de faltar. Son expertos en colocarse cualquier disfraz, incluyendo el de progres, y vender falacias como si fueran verdades eternas. Por ello, si en un momento determinado le pareció que los hechos narrados se parecían a otros de cuño más reciente pues es casualidad pura, bueno eso pensamos… ¿Cuál es su opinión, lector amable? vimarisch53@hotmail.com
Añadido (23.32.142) Si no tuvo la oportunidad de verlo, le recomendamos buscarlo en las redes sociales, no espere encontrarlo en los medios de comunicación masiva. Nos referimos al evento efectuado el jueves por la noche en el cual se ubicó que la realidad es muy distinta a la que promueven los vendedores de helio.
Hubo dos aspirantes, Paredes Rangel y De La Madrid Cordero, quienes demostraron porque los comunicadores no los mencionan. Están muy por encima de cualquiera de los demás en el partido que sea. Mientras que ellos proponían la reforma del poder político, encontramos al ciudadano Creel Miranda sin conectar y hacer resonar sus propuestas y a la ciudadana Gálvez Ruiz exhibiendo que más allá del discurso de victimización y el yo-yo nada trae excepto el helio con que la proyectan. Asimismo, bastaba ver la postura corporal de cada uno para notar las diferencias. Paredes y De La Madrid sentados de frente con comodidad plena. Creel y Gálvez al filo del asiento dándose la espalda el uno al otro. Al día siguiente, como era de esperarse, el evento fue reducido al mínimo por comentaristas y medios, hasta el que lo trasmitió por TV lo ignoró.
¿Será que también forma parte de los proveedores de helio y al ver que su producto no despegó, optó por el silencio? Al parecer, temieron que el público volteara a ver a quienes ellos han tratado de minimizar, olvidaron que ahora hay redes sociales. En fin que ahí se mostró la estatura de cada uno sin elementos gaseosos que proyecten fantasías. Esperemos que, en el tiempo que falta, la ciudadanía se percate de que no podemos darnos el lujo de incurrir en otro “accidente histórico” independientemente de cual sea su género. Y, antes de que se nos vaya a calificar de matraqueros de nadie, no conocemos a ninguno de los diez involucrados en el proceso, simplemente externamos nuestro punto de vista con la perspectiva que nos permite el tener seis décadas de observar la política mexicana a niveles diversos.
Añadido (23.32.143) ¿De qué tamaño será el compromiso del periodista-comentarista que, cada mañana al abrir su programa radiofónico, la primera palabra que le surge es el nombre de esa ciudadana? ¿Estará ya investido como jefe de campaña encubierto? O ¿Es amor puro de a gratis?
Añadido (23.32.144) Hace casi sesenta y cinco años, un chamaco de tres, asistió por vez primera como espectador a un juego de beisbol. El escenario era el Estadio Piedras Negras y se efectuaba un partido de la Liga Minera Miguel Pier. Los contendientes eran el representativo del pueblo, el Club 45, y el equipo Bravos de Río Bravo. El infante de entonces nunca ha olvidado aquella jugada en donde un novato, jardinero central del conjunto segundo, llegó de cabeza al home anotando la carrera del triunfo. El nombre de aquel pelotero era Marcelo Juárez Moreno…
Añadido (23.32.145) ¿En calidad de que la ciudadana Bárcena Ibarra anda negociando asuntos con otras naciones o entidades internacionales? Hasta donde tenemos conocimiento, su nombramiento no ha sido aprobado por el Senado de México. ¿Será que, en estos tiempos, el Poder Legislativo es ya simplemente una oficialía de partes?