Por David Martín del Campo
Sesión solemne. Los señores diputados no sabían cómo celebrarlo. ¿Con discursos, rezando un responso, lanzando una porra exultante? “¡A la bio, a la bao… los marcianos, ra, ra-ra!”. Cuestión de criterio.
Desde la película de Georges Mèlies (1902), “Viaje a la luna”, que nos obsesiona la vida inteligente en otros mundos. En Marte (desde luego), en Venus o en Saturno, porque en algún bendito planeta del éter, se asegura, debe haber vida como en la Tierra, y también vida inteligente como la nuestra.
Lo contrario sería pecar de egoísmo. ¿Somos la única especie en el cosmos que tiene ideas, lenguaje, historia cifrada y tecnología? En este punto hay dos bandos; los creyentes y los escépticos. En el fondo, finalmente, está el sentimiento de soledad. ¿Vamos solos en el universo, prisioneros de nuestro planeta, provocando ninguna envidia? ¿O por lo contrario formamos parte de una comunidad intergaláctica, aunque desconectada, que no hace más que lanzar señales interestelares buscando a nuestros semejantes más allá del sistema solar?
La semana pasada tuvo lugar un encuentro por demás extraño. En el pleno de la Cámara de Diputados fueron expuestos los restos de dos seres “no humanos”, anunciados como extraterrestres, que llevó el especialista mexicano Jaime Maussan. Los extraterrestres ahí mostrados son de algún modo semejantes a nosotros, y de hecho se les conoce como “Momias de Nazca”, por la localidad peruana donde habrían sido localizados.
Sin mayor indagación científica (análisis del ADN, aval del INAH), los asistentes a la sesión dieron por buena la versión del ufólogo, de modo que en el libro de actas podrá inscribirse que en esa fecha (12 de septiembre), dos extraterrestres finados participaron, con su presencia, en la disquisición global sobre si nos vigila otro mundo, o no, como se empecinaba en demostrar el añorado Pedro Ferriz.
La fascinación por el fenómeno OVNI ha cumplido ya un siglo. En todos los rincones del planeta asoman testigos, científicos, pilotos azorados que aseguran haber visto algo extraño en el firmamento. Algo que no era un globo ni un avión ni Supermán. Al principio aseguraban que tenían forma de cigarros o dirigibles, después que eran platillos voladores, objetos “no identificados” (OVNI), centellas, planchas metálicas. Y de suponerse, obviamente, que en su interior viajaban seres inteligentes observando nuestro entorno.
Amén de la literatura escrita a propósito (H. G. Wells, 1898, “La guerra de los mundos”; Isaac Asimov, 1955, “El fin de la eternidad”; Stanislaw Lem, 1961, “Solaris”), otro millar de novelistas han pergeñado historias, cómics, sagas que narran las vicisitudes de los alienígenas al entrar en contacto con los humanos. Ya no se diga las producciones cinematográficas del tipo “Encuentros cercanos del tercer tipo” (1977); “E.T., el extraterrestre”, de Steven Spielberg (1982), o “Día de la independencia” (1996), de Roland Emmerich, que han cimentado la creencia de que sí, allá andan dándole vueltas a nuestro sistema planetario, listos para fastidiarnos o, en el mejor de los casos, obsequiarnos la gran revelación metafísica que nos redima.
De ese modo se inscribe la visita del doctor Maussan al Legislativo, mostrando la evidencia del cosmos arqueológico, para que los señores diputados se pongan a estatuir las normas y reglamentos que faciliten nuestro encuentro con los navegantes del universo, tan ávidos de aprender nuestros procedimientos agrarios y electorales. Dando y dando.
No obstante que la Universidad Nacional publicó, a propósito, un comunicado en el que asegura que hasta el momento “no hay ningún reporte que ofrezca evidencias de vida fuera de la Tierra”, el Partido de los Fervorosos Interestelares continuará aportando pruebas y reliquias en contrario, por lo que la confrontación electoral en puerta se verá tristemente mermada (de por sí). Que alguien ponga el disco de la Orquesta Aragón, el vacilón de aquel frenesí, “¡los marcianos llegaron ya, y llegaron bailando cha-cha-chá!”. Y que bailen los diputados con Maussan, y Claudia con Xóchitl, sin enojarse por favor.