Por Deborah Buiza
Ya casi se acaba el año.
Sí, aún es septiembre, pero los días pasan tan rápido en el último trimestre que, en un abrir y cerrar de ojos, estaremos recibiendo el 2026.
¿Qué has hecho con este año?
O tal vez la pregunta más honesta sea: ¿qué ha hecho este año contigo?
El otro día leía que, en unos meses, se cumplirán seis años desde el inicio de la pandemia. Me sorprendió cómo se percibe el tiempo: por momentos, parece muy lejano —como si hubiera ocurrido en otra vida—, pero hay días en que todo se siente tan reciente, como si tuviéramos muy poco tiempo de haber salido de ahí o quizá …no hubiéramos salido.
En ese entonces, muchos creímos que no seríamos los mismos después de algo así.
Pero… ¿realmente cambiamos? ¿de verdad somos ahora distintos?
En el correr del día se nos olvidan las intenciones que teníamos, los proyectos que soñábamos arrancar. Nos atrapa la rutina, resolvemos lo urgente y posponemos lo importante. Vamos sobreviviendo sin habitarnos, dejando poco espacio para lo nuevo, lo sencillo, lo que también importa.
Aún quedan tres meses del año.
Y aunque pareciera que ya no hay mucho por hacer, tal vez lo que toca no es apurarse, sino detenerse… pausarse.
Detenerse a estar con quienes sí están.
A habitar lo que somos hoy, aquí y ahora.
A soltar la autoexigencia y la necesidad de “ser nuestra mejor versión” (y dejar de exigirnos serlo ahora mismo).
¿Qué tal si estos últimos meses los vivimos sin grandes expectativas?
Sin la presión de encontrar plenitud, el propósito universal, vital personalísimo o resultados perfectos.
¿Y si simplemente nos damos permiso de disfrutar —en la medida de lo posible— lo que traiga cada día?
Y si lo que trae no se puede disfrutar… dejarlo pasar.
¿Cómo podrías estar más en paz en esta temporada que se anticipa llena de celebraciones?
A veces, lo más sabio no es correr para alcanzar algo más, sino quedarnos donde estamos, cuidando lo que sí hay.
Decidir no exigirse tanto.
Dejar de perseguir versiones inalcanzables de nosotros mismos, como si fuera una carrera contra el tiempo.
Y si en lugar de seguir buscando plenitud, éxito o propósito, simplemente vivimos lo que queda del año sin tanta expectativa, y si sólo nos habitamos y tratamos de estar cómodos en nuestra piel.
Que si el día es bueno, se disfrute. Y si no lo es, que simplemente pase. Sin dramatizar, sin acumular más cansancio ni frustración.
La paz no siempre viene de grandes cambios, de grandes logros. A veces, basta con dejar de cargar lo que ya pesa demasiado, con decir “hoy no más”.
Y tú, ¿qué podrías soltar para cerrar este año de manera más ligera, con más calma?