Quienes participan en la producción y distribución del miedo son en realidad mercenarios viviendo a expensas de nosotros los contribuyentes. Defienden la imposición, los fraudes, las complicidades y hasta el inexplicable armamentismo con herramientas bélicas obsoletas, productoras de grandes moche$ y comisiones.
Se unen a esa fiesta macabra consultores de todos tamaños, olores y sabores, beneficiándose de la repartición de miles de millones en estudios llenos de aire caliente, basados fundamentalmente en afectos políticos, en el mejor de los casos. Cuando no, es simplemente por su naturaleza, su manera de existir, comer y respirar a costillas de los demás.
El miedo es la base del poder. Cuando se acaba, el gobierno cae, decía ya Aristóteles. Hoy, no cabe duda, vivimos dentro de una cultura del miedo, pero no nos engañemos, se trata de un miedo manipulado que sirve a intereses concretos. Su fin es justificar y hacer posibles conductas gubernamentales inadmisibles y hasta bobas.
Carecen de programa. Sólo tienen escaso talento para la mentira
Su objetivo es siempre vaciar de contenido a la democracia, extirpar valores consagrados por movimientos críticos y pensamientos libres que ponderan el valor de la autenticidad, la libertad sin tapujos y la universalidad, para sustituirlos por un rancio retroceso y un amañado patrioterismo, digno de cualquier mofa.
Esas reglas de la mentira y la sospecha en que se basan casi todos los elementos propagandísticos y publicitarios, ubican de inmediato al margen de la ley a cualquier ser pensante o diferente. Es el enemigo a vencer, primero que el programa que ofrecen o la diversidad de planteamientos para superar la miseria.
Simplemente, porque programa es lo que no tienen. El vademécum de las soluciones es el que les recetan desde las cavernas donde los criaron. No existe más que eso. Se atienen a lo que les dicen que hagan, y para eso deben contar con un elenco de paniaguados, intelecuales por cuales, editores, encuestadores y concesionarios de medios, subyugados por los enormes beneficios y pagos a su talento para la mentira.
Donde hay miedo, hay gobernantes que le tienen terror a la libertad
Son los productores y distribuidores del miedo. Los que tienden la cama en las antesalas y reclinatorios del despotismo, de la dictadura, del autoritarismo ramplón, el que hace posible el reinado del terror como base del gobierno, aunque nunca reconozca su nombre, ni se atreva a pronunciarlo.
Son los que mezclan las especies y condimentos del caldo de cultivo ideal para que florezcan todas las tesis importadas de la ultraderecha. El mejor termómetro para saber cuándo se ha secuestrado cualquier asomo democrático y desde tiempos remotos es un indicador efectivo para medir los grados de traición a un pueblo.
Por eso se ha sostenido siempre que allí donde hay miedo, existe una claque gobernante que le tiene terror a la libertad. Que aplica la medicina idónea para atacar la razón, el raciocinio y la solidaridad indispensable, en nombre de los mismos conceptos. Una farsa redonda.
La dosis mexicana a cargo de un grupito de ternuritas ya en extinción
Toda ideología de derecha se elabora bajo el signo de la derrota. Vislumbran el fin de la humanidad, es decir su propia liquidación como clase. Es un pensamiento de vencidos que enseña cómo devastar la tierra, no a sembrarla. Cómo deshacerse de los bienes soberanos, antes que hacerlos producir para nuestras necesidades. Todo, bajo el disfraz del miedo.
El miedo se asienta entre la población cuando se manejan cantidades letales de mensajes y amenazas provenientes de estructuras de poder y de mando irrebatibles. Un sistema cohesionado que no arredra en falso. Que tiene el escandaloso poder para infundirlo y hacerse obedecer. La inyección siempre surte efecto en esas condiciones.
Mensajes de miedo y terror originados en un aparato sólido, incuestionablemente leal y sometido a las decisiones supremas. Maquinados con argumentos creíbles y atendibles. Emitidos con la seriedad del terror, por autoridades que creen firmemente en lo que dicen. Jamás puede ser producto de un grupito de ternuritas en grado de extinción.
¿Una potencia mundial? ¿Acabar con la violencia y la inanición?
Lo impredecible siempre asusta. El Deuteronomio, en el Antiguo Testamento, era el vehículo ideal para atormentar, para inyectar el miedo ante lo desconocido. Para una población a punto de perecer por hambre y necesidad, que ha comprobado que los orígenes de su miseria son las actuaciones bobas de sus gobernantes ñoños, esto pierde su significado.
El miedo se convierte en ridículo. Los mensajes se incriminan solos, los paniaguados se descubren al momento y pierden credibilidad y capacidad de amedrentamiento. Todo es chusco. Lo que hagan se revierte y se somete a la luz de la razón. La supervivencia está en juego y ellos son los equivocados.
¿A qué elector va a motivar la promesa de hacernos una potencia mundial, acabar con el desempleo y la inanición? ¿Quién puede temer a la amenaza de que si no vota por la continuidad de la pobreza estará amenazado de extinguirse? ¿Quién puede creerle a un espantajo indefendible que aparece como salvador?
¿Para qué la campaña priísta si, otra vez, ofrece más de los mismo?
Sí, las líneas del discurso absurdo seguirán siendo continuar por el mismo camino que ha causado más de cien millones de desesperados, más de un cuarto de millón de víctimas destazadas, torturadas y desaparecidas de una guerra contra el narcotráfico en la que las autoridades han sido promotores y cómplices de la delincuencia.
Continuar con las liberaciones de los precios de las gasolinas y de todos los hidrocarburos indispensables para el aparato productivo y la subsistencia, continuar consintiendo e incrementando el huachicoleo, aumentando los niveles de inflación y el encarecimiento de los productos de consumo básico.
Establecer de una vez por todas una Ley de Seguridad Interior que huele a sangre, cuartelazo y golpe de Estado, que eterniza la presencia de las Fuerzas Armadas en las calles, el sometimiento a sus procedimientos de investigación sin orden judicial, sin respeto a cualquier garantía individual y social.
Instaurar el crecimiento cero, la parálisis de las plantas productivas, de las fuentes de trabajo, del recorte constante y creciente del gasto social en infraestructura, medicamentos, salud, alimentación, vivienda y educación, para ahogar el mercado interno y entregarnos en brazos del verdugo.
Seguir agachados ante los denuestos y amenazas de los enfermos anaranjados de Washington, de los financieros de Nueva York, de los clanes de la droga que operan desde la DEA, la CIA, el Departamento de Estado y las policías gabachas fronterizas, hábiles para la distribución de amapola negra de la montaña guerrerense.
Un programa de gobierno que no necesita una campaña multimillonaria de estiércol e inmundicia para hacerla pública. Bastaría con distribuir el verdadero programa: un último Informe de Peña Nieto sería suficiente. O repartir los mensajes del gobiernito estadunidense, más indefenso que un teporocho en San Cosme.
Meade no es el hombre providencial; ya está condenado al fracaso
Tampoco es necesario sufrir las poses y actitudes del encomendero Meade Kuribreña, pues sólo de verlo estamos convencidos de su absoluta mendacidad e inutilidad.
Por más que los paniaguados y mercachifles se empeñen en presentarlo en la publicidad y en las encuestas como el hombre providencial, todo está condenado al fracaso estrepitoso. Por ahí no es. El miedo es cosa seria, de temerse, no las lanzadas de estos petimetres.
¿No cree usted?
Índice Flamígero: Escribe don Rubén Mújica Vélez: “Asombroso. A una declaración de AMLO le responde todo el priismo. Camachito, Osorio, Granboa, Ocho que ¡Reza!, y hasta un general y un almirante, contritos y por primera vez declarando en torno a asuntos civiles, TODOS, le responden al célebre tabasqueño. ¡AMLO, por favor ya no toques tu flauta de Merlín!” + + + A su vez, don Miguel Ramírez envía este comentario: “Gran malestar ha causado en el oficialismo mexicano las declaraciones de López Obrador acerca de otorgar una amnistía a los líderes del narcotráfico con el fin de garantizar la paz en México. Si analizamos lo que realmente ha sucedido en nuestro país ligado al combate al narcotráfico, encontraremos que a muchos de estos líderes se les ha dado más que una amnistía. Quienes han estudiado a fondo esta actividad delincuencial, concluyen en que la manera en que se le ha combatido ha sido selectiva. Llega hasta el nivel de lo que se consideraría gerente de la empresa, pero no al dueño de la misma. Hay lugares de la república en los que el dueño es un funcionario público, digamos presidente municipal. Está afiliado, obviamente, al PRI. Es intocable para los tres niveles de gobierno, no importa a qué partido político pertenezcan y si acaso tiene problemas sería con los miembros de algún cartel opuesto a él. Pero las autoridades le permiten que opere a sus anchas. Recientemente, falleció uno de ellos, un capo del más alto nivel. En su sepelio se presentó Manlio Fabio Beltrones, en ese entonces Presidente Nacional del PRI y Peña Nieto envió sus condolencias. La alharaca que ahora muestra parte de la clase política mexicana tiene el inconfundible tufo de la hipocresía.”
www.indicepolitico.com / pacorodriguez@journalist.com / @pacorodriguez