Joel Hernández Santiago
Ahí está la Villa Hidalgo Yalálag, plácida en su lejanía y en su intimidad histórica. Ahí está, triunfante y feliz. Y no es para menos. De un tiempo a esta parte le dijeron que lo que es suyo ya no era suyo. Se querían apropiar de su historia, de su orgullo y su linaje.
Una empresa internacional presentó como novedad propia una copia del modelo de huaraches que históricamente han creado sus artistas artesanos y que portan con orgullo todos aquí y en el resto de la entidad oaxaqueña y en el país… Así de fácil.
Pero resulta que los habitantes de Yalálag que son tres mil, enfrentaron al gran capital del mundo para reclamar su derecho a defender lo que les quisieran arrebatar. Y no permitieron la afrenta. Decidieron que lo suyo siguiera siendo suyo hoy y siempre. Como ha sido y es que es.
Y lo consiguieron. Consiguieron que la empresa Adidas aceptara su error y para evitar un litigio inútil y antemano perdido. El consorcio zapatero optó por el diálogo y la solución. Los yalaltecas bien asesorados en lo legal por el abogado yalalteco Juan Maldonado supieron llevar el problema a lo legal. Con su asesoría y pasión de origen, Maldonado contribuyó al triunfo. Así fue.
Y la empresa, decirlo también, acepto ofrecer una disculpa pública de frente a la comunidad y a las autoridades municipales y estatales. Nada fácil, pero así fue.
Este jueves 21 de agosto la comunidad de Yalálag se vistió de fiesta. Las mujeres vestidas con su traje blanco y trenzado de colores. Orgullosas. Dignas. Hermosas. Caminan orondas y dignas. Con su negra cabellera descansando en sus hombros, y sus sonrisas inigualables. Estaban felices y altivas y ante tantos invitados de fuera aún más erguidas y contentas. Habían triunfado.
Ellos, también, siempre activos, con sus trajes blancos u obscuros, con sus sombreros anchos miraban a la avalancha de periodistas y funcionarios públicos llegados a Yalálag para atestiguar lo que habría de ser el reconocimiento y el fundamento de una nación: el respeto.
Habló Karen González, directora legal de Adidas México para ofrecer las palabras que la dignidad enseña: el ofrecer disculpas, el ofrecer el propósito de enmienda. Agradeció a la comunidad su disposición para crear puentes de diálogo y confianza. Expresó el respeto a la cultura de Yalálag, por su origen e historia. Y pidió a los artistas y a las autoridades dar pasos hacia la colaboración mutua con respeto a la cultura y a la herencia cultural.
Los yalaltecas aceptaron las disculpas. Las firmaron. Y hubo música que mostraba el orgullo de ser, de estar de conocerse y entenderse como oaxaqueños y yalaltecos.
Y en reconocimiento ofrecieron lo que mejor llevan en el alma: música, sonrisas, alegría y fiesta. Porque eso son los oaxaqueños, firmeza, dignidad, orgullo y coraje para ser y seguir siendo oaxaqueños.
Y no fue fácil llegar hasta esta comunidad agraciada por la naturaleza. Un lugar que está entre sierras y montañas. Bajo un cielo que se cae de azul y nubes blancas protectoras.
Y en donde, una vez más se hace cierta la frase que el cura Francisco de Navarrete expresó al conocer Oaxaca durante los primeros años de la conquista: “Hay en Oaxaca, una luz resplandeciente que hace brillar la cara de los cielos”. Y ahí en Yalálag está esa mismísima luz, y esa mismísima gente cargada de cordialidad y bonhomía.
La salida de San Sebastián Tutla, en Oaxaca, fue a las 6 de la mañana en una travesía comandada por don Eleazar Domínguez y su equipo. Un viaje de tres horas y media cargado de alegría, pero también algún sobresalto. Apareció de pronto Yalálag, mirando a los viajeros y mirando expectante a quienes serían testigos de la buena nueva. Lo que es de Yalálag es de Yalálag.
Con la dignidad propia de los oaxaqueños, se recibió a los representantes de Adidas México con cordialidad y buen decir: Decir que se aceptan las disculpas ofrecidas y se acepta la presencia de los representantes de la empresa que llegaron en buen modo y en buen talante.
Se extrañó, acaso, que en las alocuciones no interviniera un “huarachero” artista, quienes fueron, a fin de cuentas los agraviados y a quienes se ofrecen disculpas. Pero ahí estaban, también contentos y cargados de la ilusión por seguir calzando a su gente, calzando su vida, calzando el futuro. Son ellos los que hacen de su vida una obra de arte puesta a los pies de todos.
¿Qué sigue ahora? Convivir con nuestros paisanos yalaltecas. Bailar con ellos. Tomar un mezcal con ellos, brindar por ellos y decirles que no están solos, que todos los oaxaqueños somos una guelaguetza viviente, los de la solidaridad, los del abrazo completo y los de la mano extendida para saludar y para decir: Gracias, muchas gracias, Yalálag y a su gente, toda ella.