Rúbrica
Por Aurelio Contreras Moreno
Aun cuando en teoría no cuenta con los votos necesarios en el Congreso de la Unión para sacar adelante las 20 iniciativas de reformas constitucionales que envió este lunes 5 de febrero, no es gratuito que el presidente Andrés Manuel López Obrador haya decidido “jugarse su resto” en el último tramo de su sexenio.
El paquete de reformas es una mezcolanza de temas y rubros con los que, principalmente, López Obrador buscará tomar el control de la agenda pública durante el proceso electoral. Es una manera de meterse en la campaña sin ser él, formalmente, el candidato.
Y los principales temas a discutir serán previsiblemente las amenazas de desmantelar la Suprema Corte de Justicia de la Nación y que la elección de ministros se vuelva un tianguis electoral; la desaparición de los organismos autónomos, a lo que en su discurso calificó de “onerosos y elitistas, supuestamente autónomos, creados durante el periodo neoliberal”; así como la “joya de la corona”: el aumento en los montos de las pensiones, becas y programas clientelares, que son la base de su éxito y popularidad. Mientras quede dinero para derrocharlo, por supuesto.
Hay otros temas importantes, como la reforma de pensiones para trabajadores jubilados, que es una apetitosa “zanahoria” que la oposición estaría dispuesta a comerse con tal de jalar electores, como ya lo han adelantado las dirigencias tanto del PRI como del PAN.
La propuesta, que establece que los trabajadores se jubilen con el 100 por ciento de su salario, suena irresistible y de alguna manera implicaría un acto de justicia. Salvo por el “pequeño” problema de que no hay recursos que alcancen para eso. Por el contrario, el tema de las pensiones es en realidad una bomba de tiempo ante la cada vez mayor presión que significan para las finanzas públicas y que, con esta iniciativa, estallaría antes incluso de lo que se tenía previsto.
Pero lo realmente riesgoso es que a la hora de negociar unas reformas sí y otras no, los “mandamases” de la oposición terminen “transando” con el obradorato para aprobar enmiendas tan lesivas como las que, hasta ahora, dicen que van a rechazar. Por ejemplo, la nueva intentona de que la Guardia Nacional pase por completo a depender de la Secretaría de la Defensa Nacional, consumando la militarización del país.
¿No cree que pueda pasar? No hace mucho ya el PRI votó junto con Morena que los militares se queden hasta 2029 realizando labores de seguridad pública, con tal de salvarle el “pellejo” al dirigente nacional Alejandro Moreno Cárdenas, sin importarle incluso poner en riesgo en ese momento a la coalición opositora.
Nada hay que garantice que se mantengan firmes hasta el final y que no terminen entregándole al régimen los organismos autónomos o hasta la misma Corte.
El obradorato va a presionar con todas sus fuerzas y recursos por sacar esas reformas que, en los hechos, representarían para el régimen la consolidación de un poder absoluto, pero que para México sería retroceder cinco décadas por lo menos, a un estado autoritario, antidemocrático y represor. Ya han demostrado en este sexenio cómo se las gastan.
Y la realidad es que las actuales dirigencias de los partidos de oposición son las peores que han tenido en su historia. Y por tanto, no son en absoluto confiables. Gustosos se comerían la zanahoria que les ofrece el obradorato.
Aunque sepan que está envenenada.
Orgullo de su nepotismo
Para que no quede duda de quién es el dueño de la franquicia, Dante Delgado decidió imponer a uno de sus hijos como candidato de Movimiento Ciudadano al Senado por Veracruz. Así, porque puede.
Y se quejaban de los azules.
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