Ninguna ideología política tiene tanta aceptación, linaje y tradición en México como el nacionalismo. Véase desde donde se quiera, representa la lucha contra la codicia extranjera sobre nuestros recursos de todo tipo.
Recursos naturales, bióticos , fósiles, climáticos, hidráulicos, marítimos, minerales, turísticos, geográficos, educativos, ideológicos, arqueológicos, conductuales… que hemos resguardado a lo largo de los siglos como se hace con las joyas de la familia. Y ahora lo “patriótico” es ¡entregarlos a cambio de nada!
La subasta a precios ridículos de los campos petroleros no tiene referencia histórica aquí ni en ningún país. Es la aceptación total del fracaso toluquita para vender el país.
Los metecos, polkos y entreguistas, a través de sus comentócratas televisivos y en la prensa publicada a sueldo (los textoservidores, cual acertadamente los califica Aurelio Contreras), han logrado que algunos sectores de lo poco que resta de la clase media, vean a los nacionalistas como gente desfasada.
Como algunos que no entienden que el mundo ya cambió, argumentan, como partisanos enajenados peleando contra molinos de viento y empresas transnacionales que la divinidad histórica mandó para forzosamente quitarnos lo poco que nos queda.
Justifican el saqueo como “signo necesario de los tiempos”, como condición necesaria para engarzarnos al progreso lineal de la humanidad, como etapas previas de aprendizaje para convertirnos en “ciudadanos del mundo”, todo a cambio de quedarnos en la inopia.
“Aldea económica global” beneficia a quienes hacen las guerras
Lo que en un principio, por allá de los 70’s del siglo pasado, fue considerado como la aldea global, en un sentido digital, televisivo, informático y comunicativo, un concepto de rapidez y eficiencia para obtener datos de la vida diaria, fue convertida en condición insustituible para el saqueo.
Hoy nos lo quieren enjaretar como un paso necesario para ceder todo lo que podamos y “debamos” en función de una “aldea global” económica y transnacional, que sólo ha surgido como una propuesta displicente e interesada de mentes colonizadas a perpetuidad.
Una “aldea económica global” que sólo reporta ganancias para los que manejan las guerras, las intervenciones, las adicciones, las enfermedades, los medicamentos, los tráficos, las fronteras y las necesidades desde una cúpula donde cabe menos del uno por ciento de la humanidad.
Una cúpula sojuzgante que, de paso, define qué es lo que podemos observar, en qué horario y durante cuánto tiempo. Cuando juzga que nos está haciendo daño lo que vemos, simplemente lo quita, por razones de salud política.
Una cúpula que define el océano de hambre de mexicanos impotentes, en medio de tierras que han dejado de pertenecerles, cerca de bosques talados, al lado de mares improductivos, en una desolación de andrajos, de pies descalzos, de piojos, como vive la mayoría en este “país democrático y con justicia social”.
Nuestro nacionalismo, opuesto al nazi- fascista
Los entreguistas han logrado que olvidemos de dónde venimos: los antecedentes en las luchas libradas por los pueblos que se independizaron de monarcas absolutos y señores feudales, cuando la Nación venció al reino y el sujeto social enterró al súbdito de tomo y lomo.
Evitan que recordemos que el nacionalismo, como defensa de la libertad e independencia, convoca a la dignidad de la persona, la integridad de la familia, el interés general de la sociedad, así como rechaza los privilegios de clases, sectas, castas, razas y grupos de presión antinacionales.
De tanto oír los retintines de las propagandas fascistoides de la televisión, se nos olvida que nuestro nacionalismo fue radicalmente distinto al exaltado por minorías raciales y étnicas con pruritos de superioridad antropomórfica.
Que el nuestro fue un nacionalismo opuesto al nacionalsocialismo nazi- fascista que desembocó, con los excesos de todos conocidos: en el exterminio europeo (financiado por los grandes trusts de la actualidad, los que nunca tuvieron patria).
El nacionalismo mexicano fue diferente del que sustentaban las luchas de los movimientos de liberación nacional en Asia y África, después de la Gran Depresión, pues estos fueron provocados en gran medida desde las metrópolis.
El nacionalismo mexicano tiene una mayor vinculación histórica con las luchas que libraron a fines del siglo XVIII y con las de los fundadores de los estados- nación del viejo continente, hasta bien entrado el siglo diecinueve.
El nacionalismo mexicano ha estado en la base ideológica de la integración de las diferentes comunidades económicas regionales, ya sea en África o Latinoamérica, contra la dictadura financiera de los conglomerados transnacionales.
El nuestro debe contribuir al desarrollo social
Tomar medidas nacionalistas no implicó acciones sangrientas radicales de consumación, gracias a que sólo fue necesario afinar las medidas, abatir las inercias y precisar las grandes prioridades de la estrategia, orientada a afirmar la soberanía.
Por eso, un sistema político surgido de un movimiento de masas, no puede darse el lujo de creer a rajatabla, con la inocencia que plantean los comentócratas de huarache, esos sardanápalos de maguey, en el samaritanismo de la “aldea global”.
No porque el mundo se haya vuelto más pequeño –por el efecto de los medios de comunicación masiva transcontinentales–, el poder del Estado debe perder su espíritu nacionalista o sus símbolos de identidad y convivencia.
No porque la globalización de los circuitos financieros transcontinentales sea hoy un hecho indiscutible, nuestro país debe escoger el camino fácil de enganchar su destino al bloque más poderoso que se presente a la vuelta de la esquina.
El nacionalismo mexicano debe encontrar en los resquicios del espacio actual de esta coyuntura, un tipo de organización política, un modelo que responda a la realidad social, no a la que nos quiere vender un mundo consumista y depredador.
Una respuesta que subsane los defectos del rebasado paternalismo, desalentador de la cultura ancestral de la participación comunitaria; que entierre los excesos del fracasado “neoliberalismo”, que nos impusieron como espejitos a cambio de riquezas insondables.
Sobre todo, que contribuya al desarrollo social, impulse un proceso realmente democrático y garantice bienestar y paz social, para no ser desplazados por la abulia y la mediocridad entre la que nos encontramos.
No copiar modelos extranjeros: nuestra identidad, la grandeza
Ello presupone nunca más volver a creer que la grandeza del país debe ser producto de la copia. Nunca más dejar que los saltos espectaculares triunfen sobre el equilibrio y atenten contra el respeto mexicano, como lo quiso lograr el fatídico salinismo, que prometió llevarnos al “primer mundo”, ¿a qué?
Lo que lograron fue la continuación de sus efectos: grandes franjas de la población quedaron extenuadas, aturdidas, confundidas. Perdieron muchos de los rasgos proverbiales de la identidad que definían al conjunto del país.
Como una comunidad diferente de otras, orgullosa de su pasado, segura de su destino, defensora de sus provechosas tradiciones seculares, de sus emblemas, de sus símbolos cívicos: un rostro común que revelaba el sentido de la dignidad, autoestima y seguridad en su rumbo.
Ofrecen el oro y el moro; luego decepcionan al respetable
La destrucción sistemática del orgullo del mexicano sólo se puede resarcir aplicando inalterablemente lo que todavía un sistema político en nuestro país tiene la capacidad de hacer, sin recurrir al extranjero por falsas recetas:
Aplicar subrayadamente las políticas sociales que define la Constitución: salud, empleo, seguridad, alimento básico, vivienda, atención social a la población vulnerable, deporte, esparcimiento, convivencia comunitaria, dignidad. Un gobierno que camine en este sentido recibirá el apoyo popular.
No hay necesidad de presumir lo que no se tiene. No hay necesidad de mentir con promesas amañadas. No tiene caso ofrecer el oro y el moro, para después decepcionar con salidas tramposas.
No se puede aceptar que la tolucopachucracia emprenda una cruzada contra el hambre y reparta pantallas digitales, para salir con la batea de babas de subir en 25% el litro de la leche básica a las clases populares.
No puede aceptarse el recorte presupuestal a los programas sociales, mientras el Senado, con la complacencia –y “moche”– de Emilio Gamboa derrocha 4 mil millones de pesos a discreción, sin una mínima comprobación decorosa.
No son delitos económicos, son delitos de lesa humanidad. Son agravios al nacionalismo, esa vieja magia abandonada.
Índice Flamígero: Cuando llegaron los bancos extranjeros, decían que los servicios iban a ser más baratos; que los intereses nos harían vivir en Jauja y, no, ahora esas instituciones gringas, hispanas, chinas y canadienses practican el agio con singular alegría. Cuando abrieron el sector telecomunicaciones, dijeron que las telefónicas brindarían servicios más baratos que dizque por la competencia con (contra) Slim, y no, ahora esas empresas cobran servicios tan altos –y tan malos— como las del creso mexicolibanés. Va a suceder lo mismo, ahora que Enrique Peña Nieto “adelantó”, obedeciendo órdenes del gabacho, la importación de combustibles. Compraremos gasolina y diesel a los mismos precios y con la misma pésima calidad. Al tiempo.
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y que esperamos? cuando un mariguano se precia de haber sido srio de gobernacion de un presidente borrachin. estamos jorobados.