Francisco Gómez Maza
• México no mejoró en desigualdad de género
• Las mujeres aún son vistas sólo como adorno
Da pena que se hable y se hable y se hable de que debe de haber igualdad de género en esta sociedad de machos, cuando nadie hace nada por educar a las madres de familia a que no creen machos entre sus hijos, y a los hombrecitos a que respeten, primero a su madre, a la madre del de enfrente, y a las mujeres en general, porque somos iguales aunque seamos diferentes.
Lo que nos une como hombre y mujer es sólo una pequeña diferencia. El sexo. ¡Viva la pequeña diferencia!, gritó en el salón de sesiones del Congreso un diputado francés cuando la asamblea discutía la paridad de género. Pero no lo entiende la mayoría que sigue maltratando a las mujeres y sigue pensando en ellas como objeto de uso, sobre todo sexual, desechable. Y se ufanan los machos de haber pasado sobre mil mujeres, cuando les debería de dar vergüenza de que no hayan tenido la capacidad de satisfacer a ninguna.
La lucha por la igualdad de género tiene tiempo y pasa y pasa el tiempo y los machos continúan acrecentando su poder, y en todos los estratos económicos y sociales. En las cúpulas es escandalosa la discriminación, la exclusión, el acoso sexual hacia las mujeres. Según los tales machos, las mujeres no pueden hacer lo que hacen los hombres en la empresa, en el hospital, en cualquier rama de la economía, menos en la política, aunque hemos tenido ejemplos de mujeres que han sido capaces, muy capaces, en el terreno de su especialidad y han superado a los hombres, ya no digamos a los machos.
Esta reflexión viene a la mente porque hemos leído con fruición la entrevista que el colega del diario mexicano El Universal, Rubén Migueles, le hizo a Ignacia Fernández, directora ejecutiva de Rimisp-Centro Latinoamericano para el Desarrollo Rural.
Fernández advirtió que, pese a los avances que registran América Latina y México en la disminución de desigualdades territoriales, aún persisten grandes retos de género. En los temas de igualdad de género donde se reportan estancamiento o retrocesos son en las inequitativas posibilidades que tienen las mujeres de la región para generar ingresos de manera autónoma y de participar en el mercado laboral.
En México, la participación masculina en el mercado laboral se ubica en torno a 71%, mientras que la femenina es tan solo de 23%, lo que significa una brecha de 48 puntos porcentuales. En apenas tres de los 2 mil 456 municipios mexicanos dicha brecha es favorable para las mujeres, de acuerdo con el Informe Latinoamericano sobre Pobreza y Desigualdad 2015, recientemente dado a conocer por Rimisp, con el apoyo del Fondo Internacional de Desarrollo Agrícola (FIDA) y del International Development Research Center (IDCR).
El informe – reporta Migueles – se concentró este año en el tema de la desigualdad de género y territorio en 10 países de la región (Bolivia, Brasil, Chile, Colombia, Ecuador, El Salvador, Guatemala, México, Nicaragua y Perú), donde se examinan 27 indicadores en seis dimensiones socioeconómicas (salud, educación, seguridad ciudadana, ingresos/pobreza, dinamismo económico y empleo e igualdad de género).
De acuerdo con el estudio, México no mejoró en ningún indicador relativo a la desigualdad de género. “Con muy pocas excepciones, las condiciones de las mujeres son menos favorables que la de los hombres en el país”, dijo Ignacia Fernández. Por ejemplo, un indicador donde las mujeres están mejor que los hombres en América Latina es el de capital humano; es decir, educación, capacitación y años de escolaridad, principalmente. Sin embargo, esta tendencia no se aplica en México.
Por ejemplo en Brasil, en 56% de los municipios las mujeres presentan una menor tasa de analfabetismo que los hombres; en Chile ocurre algo similar con 57% de las provincias con brecha favorable a las mujeres. México hace la excepción, con 85% de los municipios donde los hombres presentan una mayor tasa de alfabetización que las mujeres. La alta tasa de analfabetismo que se registra entre la población femenina indígena que vive en zonas rurales es elevada. “A la desigualdad de género se le sobrepone la étnica y la territorial, entonces ser mujer y vivir en un territorio predominantemente indígena y rural la pone en una situación muy difícil”, destacó la especialista. Ignacia Fernández.
“Se requieren políticas que ayuden a disminuir el costo de oportunidad de las mujeres a trabajar”. Es necesario revisar la oferta de bienes y servicios públicos territoriales al momento de diseñar políticas públicas. Como parte de las recomendaciones del informe, dijo, “hay que considerar las características de sectores productivos y posibilidades de incorporación femenina al diseñar programas de formación, capacitación y apresto laboral y generar espacios de organización comunitaria para el desarrollo de capacidades personales y empoderamiento de las mujeres”.
“En Rimisp estamos convencidos de que el enfoque territorial es más eficaz, al analizar las brechas al interior de los países entre territorios [municipios] lo más desagregado posible”, precisó Fernández. “No se trata sólo de políticas públicas para fortalecer activos individuales de las mujeres, sino de conjugarlas con otras políticas para mejorar las oportunidades territoriales de las mujeres”, concluyó la especialista.
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