MOISÉS SÁNCHEZ LIMÓN
Hace algunos años, cuando el PRI era oposición, Gustavo Carvajal Moreno avistó el ocaso de los dinosaurios tricolores; él era uno de ellos y preparaba su jubilación de los cargos de elección popular y paulatinamente de la administración pública, aunque aseguró que su militancia en el Revolucionario Institucional no estaba en duda alguna.
Así ha ocurrido. Impulsor de la diplomacia legislativa que en múltiples ocasiones sustituyó a la oficial del entonces presidente Vicente Fox, quien debe estar agradecido con el veracruzano por haber sido factor que lo sacó de varios embrollos, especialmente con gobiernos latinoamericanos, entre ellos el Venezolano y recurrentemente el colombiano, sin soslayar incluso al de Cuba.
Pero Gustavo no cobró facturas ni mucho menos pretendió medallas al mérito. Y, desde el sexenio de Ernesto Zedillo su insistencia sustanciaba el requisito fundamental, toral, la capacitación de la sangre nueva requerida por el PRI en todo el país; el desgaste de los cuadros de siempre, las caras de siempre, las propuestas de siempre, hastiaban al electorado, al voto duro que también requería espacios para sus destacados militantes.
Pero Ernesto Zedillo sólo pensaba en el futuro de Ernesto Zedillo. El PRI le importaba un pito y más por sus problemas personales con Roberto Madrazo Pintado, quien fuera uno de esos cuadros juveniles formados en la década de los setenta junto con un puñado de jóvenes que rápidamente maduraron y sirvieron al sistema y al partido, a la vuelta de la esquina fueron parte de los dinosaurios en proceso de extinción.
Luego vino una camada de priistas carentes de formación educativa en el país; priistas por antonomasia y herederos de los que en su momento fueron cachorros revolucionarios, como buena parte de los que hoy son diputados federales y senadores que conocen a México por la Internet mas pocas veces lo han recorrido y conocido esos espacios de pobreza y miseria en la que viven millones y millones de mexicanos.
El PRI no formó cuadros, formó camarillas, cacicazgos, pequeños PRI regionales con influencia de los virreyes que a partir de la última década del siglo pasado llegaron a los gobiernos estatales a hacer dinero, enriquecerse, convertirse en el jet set arribista que se codea con las familias de abolengo, con los apellidos de los ricos ricos que los ven por encima del hombro pero éstos no se percatan porque se sienten al mismo nivel de las fortunas amasadas por los colonizadores y explotadores de las tierras y riquezas nacionales arrebatadas a los dueños originales, cuyos descendientes andan en la guerrilla e integran a movimientos como los de la CNTE.
Gustavo Carvajal tiene sus malquerientes; no es una hermana de la caridad y seguramente requerirá en un momento expiar sus pecados. Pero Gustavo sabía lo que decía en la urgencia de preparar a las nuevas generaciones de priistas, veta de la cual saldrían los gobernantes y dirigentes con una mentalidad de la naturaleza requerida por el tricolor, planteada en sus documentos básicos, pero sólo esporádicamente aplicada y ejercida, cuando los tiempos políticos de cada huésped de Los Pinos lo necesitaba.
Así han llegado personajes inexpertos y alejados de los sentimientos de la nación invocados por José María Morelos y Pavón que se han quedado como pieza discursiva que se presume como joya arqueológica. Y nada más.
Y llegamos al momento clave, el avistado por Gustavo Calderón en la urgencia de nuevos cuadros y de cómo se ha tenido que echar mano de un personaje de nula formación partidista y que ha llegado a plantear una nueva relación entre el PRI y el gobierno de Enrique Peña Nieto, el joven presidente que se formó en esa escuela mexiquense del grupo Atlacomulco, el mismo que se ha apoderado del gobierno federal con sus socios del grupo Hidalgo.
¿Dónde ha vivido en los últimos tres años el nuevo dirigente nacional del PRI? Porque en las urgencias por cubrir ese espacio que dejó Manlio Fabio Beltrones Rivera, como un mentís a la crisis evidente que priva en el partido y paralelamente en el gabinete presidencial, porque los graves problemas que enfrenta el país obedecen a esa crisis, se apresuró su unción.
Por eso la prisa por adelantar la sesión del Consejo Político Nacional del PRI con el carácter de extraordinaria, para investir al doctor Enrique Ochoa Reza presidente del Comité Ejecutivo Nacional del Partido Revolucionario Institucional, una vez que la Comisión Nacional de Procesos Internos, presidida por el beltronista José Rubén Escajeda Jiménez, determinó que el ex director de la Comisión Federal de Electricidad cumplió con los requisitos, no así el ex diputado federal Hugo Díaz Thomé, quien hizo el papelazo de patiño para dar una pincelada de democracia al proceso.
Sin duda María de los Ángeles Moreno no estuvo convencida de esa invitación al priismo para votar por quien cuestionó a los priistas que no son de su generación, porque la alusión a Manlio Fabio Beltrones fue un formulismo protocolario del discurso de toma de posesión.
Y es que la crítica de Ochoa Reza al PRI del que él estaba ufano de pertenecer todavía el viernes de la semana pasada, fue severa, de descalificación.
¿Por qué plantear “la necesidad de construir una nueva y moderna relación entre el gobierno y el partido, donde el gobierno venga a rendirle cuentas al partido y sea el partido el defensor de la ciudadanía frente al gobierno”? O sea, el PRI no fue, no ha sido, no es defensor de los millones de militantes que tiene en todo el país, de acuerdo con el cuarentón moreliano que vino a leer la cartilla a los dinosaurios y los no tan dinosaurios que han dirigido al PRI, y de paso al presidente Enrique Peña Nieto, que en los hechos y desde el 1 de diciembre de 2012 es el jefe supremo de las fuerzas nacionales priistas. ¿O sea, no?
Dijo Ochoa: “Propongo una nueva relación donde los funcionarios del gobierno vayan a los estados de la República a reunirse con el partido, para informar y explicar los logros alcanzados, y donde el gobierno esté presente para escuchar las demandas del partido y se reflejen los intereses de la sociedad”. Entonces, propone que los miembros del gabinete violenten la ley y vayan a hacer tarea partidista con los recursos públicos bajo su control.
Y luego el puntual acotamiento hacia el Presidente de la República. “Así como los logros del gobierno son los logros del PRI –dijo Ochoa–, las solicitudes del partido tienen que ser atendidas con nuevas respuestas de políticas públicas por parte de su gobierno, que nos atiendan más y en los lugares donde vivimos, y que el gobierno viaje a toda la República a conocer las demandas de la ciudadanía”. ¿El presidente Peña Nieto y los miembros de su gabinete, en especial Rosario Robles y José Antonio Meade se la han pasado en viajes de turismo?
Pieza sin desperdicio la presentación de Ochoa Reza ante la familia ex revolucionaria. Expiación de culpas, mirar al presente y al futuro con desprecio hacia el pasado. Formalidad política como esto de que “sean mis primeras palabras para reconocer la destacada trayectoria política y el liderazgo ejercido por Manlio Fabio Beltrones, al frente de este instituto político”.
Fue un discurso de lugares comunes y las mismas propuestas de quien llega con el ánimo, dicho por Ochoa, de limpiar la casa. Invitó al priismo a trabajar juntos y les pidió una oportunidad y que le permitan ganarse su confianza. ¿El nuevo PRI? Digo.
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