Mijaíl Bakunin, quizá el más célebre de los anarquistas rusos, nació 25 años después de la toma de La Bastilla. Escribió sus mejores obras a la distancia más prudente, como recomendaba José Fouche analizar los acontecimientos cruciales. Sólo así, decía el famoso policía y fisgón francés, podían verse de cerca con certeza.
Concluyó Bakunin que el pueblo sólo tenía tres caminos para liberarse de su triste suerte: los dos primeros son los de la taberna y la iglesia. El tercero es el de la revolución social. Total, que en un poder absoluto hasta a un burro le resulta fácil gobernar, José Donoso dixit.
A 227 años del estallido de la Revolución francesa, que hoy poca gente recuerda, excepto por el atentado terrorista en Niza, o cuando los “próceres” de turno sustentan, en violentos discursos, ideas más conservadoras que las que creen ensalzar, tal parece que las revoluciones son como los terremotos nocturnos, que sólo sienten los que no duermen, los que siguen sufriendo el deterioro mayúsculo de las condiciones materiales de existencia.
El mundo, insomne: “ve el temblor social y no se hinca”
En efecto, el histórico acontecimiento, nacido para instaurar una nueva idea de la humanidad, el renacimiento político del hombre, la decapitación de los monarcas despóticos, para abrir la brecha de la defensa de los derechos humanos del hombre y del ciudadano, para otorgar el poder a la soberanía del pueblo, ha desembocado, prácticamente, en una enorme inanición ideológica, en las pantomimas del poder.
Aunque sea absolutamente cierto que casi todas las luchas sociales modernas se han inspirado en la ideología alemana –la que decapito a Dios– y en la Revolución Francesa –que le cortó la cabeza al Rey–, el mundo sigue insomne, sintiendo las sacudidas telúricas de un gran movimiento liberador.
El hambre corona la ideología, el pensamiento y las predicciones sobre el futuro. Y bien lo decía Georges Orwell en La rebelión en la granja: “nadie puede exigirle educación ni buenos modales, al que no trae un penique en el bolsillo”.
El planeta está repleto de gobernantes gandayas
Se ha entronizado un poder más peligroso y antitético que el que sostenían los poderosos absolutos del siglo XVIII: “el poder de los que mandan, pero no gobiernan”, como decía el gran pensador del Ferrol español, Gonzalo Torrente Ballester, aclamado por todos los premios de las letras hispanohablantes, quien no se andaba con medias tintas.
El gran movimiento liberador, la Revolución Francesa, está ausente del pensamiento y la acción que animan las estructuras gubernamentales del mundo moderno. Muy por encima de sus principios, están los oscuros intereses de los dueños del dinero.
El planeta está repleto de gobernantes gandayas de pacotilla, impuestos en su gran mayoría por los absolutos poderes financieros, los verdaderos titiriteros de un espectáculo propio de Guiñol. Obama, Trump, Hillary, Theresa May, los payasos dictadores asiáticos, africanos, latinoamericanos, y los que usted seguramente agregará, siempre ofrecen “estar a la altura de los desafíos”, y siempre decepcionan.
El poder ya no abdica, sólo lo sustituyen
El mundo está bajo el control de la mayor tiranía económica que ha conocido en su largo trayecto: la que se dicta desde las oficinas que, como la famosa cumbia, “no tienen alma, ni tienen corazón”. Las computadoras de los centros bursátiles, manejadas por empleados de mentecatos y traidores, dirigen el saqueo, el destino de las fortunas, y el avasallamiento total. El poder ya no abdica, sólo lo sustituyen.
Hoy, las tres cuartas partes de la población del orbe viven en la miseria y el hambre. La otra cuarta parte detenta el poder y la riqueza. El problema de las relaciones entre política y moral está dirimido, no por las directrices de los gobernantes formales, sino por la corrupción política dominante.
La batalla sigue siendo lograr que las normas recuperen la jerarquía perdida en esos laberintos; que si durante largos períodos se han convertido en mediatizadoras sociales, en protectoras del inmovilismo, reasuman su investidura. Que ofrezcan una alternativa válida a las prácticas neoliberales y globalizantes.
No tiene caso celebrar la Revolución Francesa
Que se conviertan en puntas de lanza de las aspiraciones comunitarias, que transiten de simples reguladoras de la realidad estática, como el búho de Minerva, al que hacía alusión el enciclopedista Hegel: que extendía sus alas sobre lo establecido, para construir los cimientos de nuevas conductas, dinámicas y progresistas.
Sin esa condición, ya no tiene caso celebrar con rimbombancia, y no poca hipocresía, el triunfo de los principios de la Revolución Francesa, icónica, desde cualquier ángulo que se le juzgue, a pesar de haber desembocado en el terror.
Debe buscarse que la añeja relación existente entre la política y la moral, desde la polis griega, trascienda a la arena civil, admitiendo los juicios cualitativos sobre ambas, para que no haya moral sin política, y para que el fin –cualquiera que éste sea– no justifique los medios.
Política sin moral degenera en dictaduras
La consigna fascista “sálvense los principios, aunque se hunda el mundo” es el caldo de cultivo del sectarismo y el fanatismo político. Así como la política sin moral degeneró en dictaduras (dijeron que del proletariado), también secuestró a los íconos marxistas para usurparlos, y después negarlos, con la “política realista”, en manos de nazis disfrazados de civiles.
Sé que es absurdo hasta proponerlo, pero no debemos perder el derecho y la obligación siquiera de recordarlo: los gobiernos deben ceñirse estrictamente a lo que decidió el pueblo levantado en armas. No a los designios de una pandilla de canallas que, a base de concesiones, permisividades y prebendas, se han adueñado de todos los futuros, de todos los principios, emblemas y esperanzas.
Y aunque suene y parezca chabacana la comparación entre la Revolución Francesa, que apenas se recordó, y el páramo de miseria y desesperación en la que vive el 99% de los mexicanos, azotados por una tiranía despótica de mercachifles, es indispensable mencionar nuestros desastres.
Aquí, todo es demasiado sucio para ser mentira
En México, la situación es desesperante: los ignorantes tolucos y pachuquitas, creen que todavía se puede jugar al burro y la zanahoria. Según ellos, resuelven el enorme entramado de la inexplicada reforma educativa, pactando sus condiciones con el corrupto SNTE, de su misma estofa.
La PGR equivoca el concepto mismo de la controversia constitucional: le exige a la infame Suprema Corta de Justicia que dirima un fantasioso conflicto de poderes, cuando éste, en el caso de los blindajes anticorrupción de los badulaques y apanicados gobernadores, simplemente no existe. Es sólo un asunto de soberanías locales.
Por más corrupto e ignorante que sea el proceder del “Alto Tribunal”, éste jamás podrá pronunciarse sobre el asunto, sencillamente porque no tiene facultades para hacerlo. Hasta dónde puede llegar, si no quiere seguir atizando la pólvora de la corrupción peñanietista, es a sobreseer, archivar la demanda de la ignorante Arely y sus 200 abogados a pan y agua.
Clavillazo, el nuevo dirigente del ex partidazo, rodeado de los delfines atracomulcas, puesto sólo para servir de alfombra en los pactos de la entrega del poder, se desgañita exigiendo moralidad desde su usurpado cubil, cuando acaba de destrozar los cimientos de la electricidad del pueblo y deja a la CFE con una deuda inexplicable de 90 mil millones.
El objetivo es entregar al costo que sea, siempre y cuando el que llegue les permita irse limpios. Como lo hizo el borrachín Felipe de Jesús Calderón Hinojosa, consorte de la ambiciosa dama del rebozo mordido, cuando le entregó los bártulos al impresentable Enrique Peña Nieto, el consorte de La Gaviota, entronizados por “El canal de las estrellas”.
Demasiado sucio para ser mentira, ¿no cree usted?
Índice Flamígero: ¿Qué mejor pretexto pudo encontrar François Hollande para continuar y hasta intensificar los bombardeos sobre la población civil en Siria, que los sucesos de la noche del 14 de julio reciente en la Costa Azul? Gobernantes gandayas, repito. + + + El torreonense don Miguel Ramírez comenta las declaraciones rancheras de la señora de Calderón reproducidas aquí el viernes anterior: “Nada más eso le faltaba a la dama del rebozo. No contenta con llevar a cuestas ese lastre pesadísimo que es el apellido de aquél que es cliente permanente del chupódromo nacional y para el que todos los días son sabadrink, ahora hace declaraciones con tufo elitista. Es probable que quienes la promueven en base a encuestas irreales que ni el más ingenuo de los panistas cree, traten de buscar a un candidato que no ocasione tanta desconfianza como la que ya empieza a generar la susodicha dama.” + + + Y don Alfredo Álvarez Barrón muestra su desacuerdo con la anterior colaboración de este escribidor, sobre El gran olfato político de López Obrador: “Con respecto a su interesante artículo del día de ayer, donde hace la apología de un hombre lleno de virtudes casi teologales, permítame hacer el siguiente comentario: es innegable que el Sr. López Obrador posee algunas cualidades que no tienen la mayoría de nuestros honorables políticos, pero también es cierto que la prudencia no es una de ellas, pues cuando todo parece indicar que el camino hacia el 2018 está totalmente despejado, él se encarga de tirar por la borda su capital político con algún acto o declaración estridente; porque viéndolo bien, ¿a quién le puede interesar, con excepción de sus detractores, saber que el béisbol es una de sus debilidades y que puede darse el lujo de acudir a un Juego de las Estrellas de la MLB para fotografiarse con el Big Papi?. Una foto así, no la tiene ni Obama. Saludos… y tan amigos como siempre.” Enseguida, El Poeta del Nopal lanza su pica en Flandes: “Un tipo con gran olfato, / iluminado Mesías, / que casi todos los días / suelta feroz alegato; / impredecible en el trato, / amo del teje y maneje, / discurso de un solo eje / que la prudencia descarta / (si quema su última carta / después señor, no se queje).” Gracias, don Alfredo. Pero creo que la intencionalidad política del viaje de AMLO fue para desmentir versiones de que no puede ingresar a territorio estadounidense, a diferencia de otros varios “políticos” que usted y yo conocemos. Abrazo.
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