Francisco Gómez Maza
• Y terminó el sexenio
• El 2017 será la guerra
Prácticamente dos meses le quedan al sexenio peñanietista. Noviembre y diciembre de 2016. Llegará el Año Nuevo en un pestañear, las fiestas de fin de año. Y se acabó. Nadie, ni el presidente, ni ninguno estarán ya ocupados en que si la economía va o en que si la economía viene, o si hay estancamiento, o si Pemex quiebra, o si vienen o no vienen los grandes inversionistas a comprar lo que quede de la empresa para hacer su agosto en primavera, o para zambullirse en las aguas profundas del golfo para extraer el devaluado aceite que no subirá de precios mientras no lo quieran los árabes.
2017 será otro año perdido. Los enfermos de poder, los avorazados por comerse el gran pastel, los oportunistas, estarán todos en torno a quién será el sucesor del actual Tlatoani. Y ni los economistas, ni los futurólogos, ni los econometristas se preocuparán por lo que ocurra con la economía, con el empleo, con el desempleo, con la pobreza, con el hambre, con la miseria, con la violencia, con la delincuencia organizada, con los escuadrones de la muerte, con la compra venta de estupefacientes al margen de cualquier ley, menos la ley del más fuerte, o la del menor esfuerzo. Pobre México. Un nuevo ciclo. Más de lo mismo. Porque así lo quiere Tezcatlipoca el Espejo Negro urdidor de la violencia, contra de Quetzalcóatl.
Quién será el candidato del PRI. Quién el del PAN. Quien el de Morena. Quién el del PRD, la fuerza política más débil de este espectro de una partidocracia que está llegando al fin de su historia porque ya no da para más, ya no es esperanza de los ciudadanos, porque ya ningún partido goza de credibilidad y los que votarán lo harán, unos por una despensa o una sopa maruchan, o una tarjeta de soriana con 3 mil pesos depositados en el banco, o una cuenta Monex. Qué se yo. Por lo pronto, por lo que se ve, por lo que se siente en el ambiente, ningún candidato le llevaría la delantera al ya tres veces participante en la contienda, triunfador perdedor por la gracia de la divina providencia de Washington, el mesías tropical Andrés Manuel López Obrador, que si las elecciones fueran verdaderas, el primer día de diciembre de 2018 Peña Nieto le estaría imponiendo la banda tricolor.
Pero no. El señor López nunca se sentará en La Silla Rota. Esa del Águila, en la que muchos atracomolcas quisieran sentarse por un sexenio. Y no se sentará porque es un peligro para el sistema seudo capitalista, para el modelo seudo neliberal, para los intereses de Carlos Slim, de los Servitje, de los Helu, de tantos grandes gentiles hombres que detentan los grandes medios de producción. Y estoy olvidando a los nuevos dueños de Petróleos Mexicanos que tienen su casa matriz en Nueva York por decir una ciudad importante y un centro de negocios de primerísimo orden en el concierto mundial de la volatilidad de las monedas y de los mercados financieros, que es de donde obtienen sus ganancias los Barones neoyorquinos.
Margarita, la esposa del señor del wisqui, no llegará ni siquiera como independiente porque en el PAN no habrá quién la apoye; el hombre metrosexual que hasta ahora está sentado en la silla de Puebla, tampoco a pesar de que se gaste millonadas del erario poblano, que no de su bolsa, tampoco. Quedaría Ricardo Anaya, que sí tiene madera para ser candidato, y por ellos todas las baterías de la extrema derecha panucha lo atacan.
El PRD está perdido. Sólo no irá. Ya perdió la fuerza que le dieron sus fundadores. Ahora está conformado por muchos políticos oportunistas, de espíritu priísta y corazón panista. Y no tienen a nadie para llevarlo a la candidatura presidencial. Ternurita, por más que le haga, está perdido. Ni con el PRI, ni con el PAN, ni con el PRD. Y menos con Morena, que viene fuerte. No se extrañen priístas y panistas de que el Señor López sea el bueno, como dicen los politólogos de café, como el Pato Donald que está a un pasito de la presidencia de los Estados Unidos, aunque usted no lo crea, porque las mayorías de votantes de ese país son sumamente conservadoras casi casi pegándole al neofascismo.
Así que estamos al garete. Sin empleo, sin dinero, sin presente, y menos futuro. Nuestro presente es de sangre, dolor y lágrimas, aunque vea usted en los días de fiesta, como el de este dos de noviembre, los centros comerciales repletos de gente. Esa gente, en su gran mayoría, no va a comprar. Si acaso se sienta en un restaurante a beber un café o a comerse unas crepas, pero no más. Y son dos años que serán los más largos de la historia mexicana. Puede que tengan razón los Milenials, que no quieren comprometerse con nada, por el momento.
Ah, y me olvidaba. 2017 será el tradicional Año de Hidalgo… Ya saben de qué se trata y los que no lo saben, pues averígüenlo con los que sí saben, o sea los políticos que se llevan a su casa hasta las cortinas, los cortineros, las alfombras, y dejan desvalijada la casa presidencial y todo lo que se pueda…
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