Por Aurelio Contreras Moreno
Javier Duarte de Ochoa está decidido a que no le quede a nadie la más mínima duda de que es el peor gobernador que ha tenido el estado de Veracruz en toda su historia.
La mañana de este lunes, en el Congreso del Estado un hombre que después fue identificado gracias a las cámaras de seguridad como Jorge Ramírez Tubilla –primo de la esposa de Duarte, Karime Macías Tubilla, ex subsecretario de Egresos de la Secretaría de Finanzas y Planeación y uno de los principales responsables del quebranto financiero de la entidad- entregó una carta en la que, supuestamente, Javier Duarte solicita dejar sin efecto la licencia que solicitó el pasado 12 de octubre y reincorporarse a su cargo como gobernador constitucional de Veracruz.
Esto provocó un verdadero huracán político en el estado, en medio de la duda sobre la autenticidad de la carta y de la firma de Duarte, lo que incluso mereció que la presidenta de la mesa directiva de la LXIV Legislatura, María Elisa Manterola Sáenz, ofreciera dos conferencias de prensa a lo largo del día para informar primero sobre la recepción de la misiva y más tarde sobre el curso que se le dará a la misma en la sesión del Congreso de este martes.
Los términos de la supuesta carta de Javier Duarte son retadores acerca del proceso judicial que ya se le sigue en instancias federales por los delitos de delincuencia organizada, peculado, operaciones con recursos de procedencia ilícita y los que resulten, dando a entender que se estarían violando sus derechos y que, por ese hecho, todo el procedimiento en su contra podría venirse abajo.
Pero en lo que se define claramente la condición legal en la que se encuentra, Duarte de Ochoa logró acaparar la atención mediática y política con su supuesto -y de llegar a concretarse, insólito- regreso a la gubernatura a 15 días de que concluya su mandato. Definitivamente, un movimiento calculado en función de la convulsa coyuntura política que se vive en Veracruz.
La “carta de Duarte” se presentó prácticamente al mismo tiempo en que el gobernador interino, Flavino Ríos Alvarado, le entregaba de facto el poder al mandatario electo Miguel Ángel Yunes Linares con el nombramiento de Clementina Guerrero –integrante del círculo yunista- como secretaria de Finanzas y Planeación.
En la Sefiplan se concentra toda la podredumbre financiera del duartismo y, como fue evidente, era lo que el yunismo quería controlar desde ahora y para lo cual montó la protesta de los alcaldes en palacio de gobierno. Apenas asumió su nuevo cargo Clementina Guerrero, los munícipes desalojaron el inmueble que mantuvieron tomado durante dos semanas. Se trata pues de un área estratégica para uno y otro bando.
La estrategia del regreso –que no devolución-, que más que por Duarte parece confeccionada desde una oficina de algún lugar de Cataluña, puede tener dos intenciones: servir como un mero distractor –objetivo que al menos este lunes habría cumplido a cabalidad-, o de verdad hacer retornar al poder durante 15 días al mandatario prófugo, para procurarle fuero y, como apuntó el gobernador electo Yunes Linares, buscar acuerdos para evitar que sus familiares, empezando por su esposa Karime Macías, sean detenidos e ingresados a prisión.
La LXIV Legislatura del Estado le dio de plazo a Duarte de Ochoa hasta las 10 de la mañana de este martes para ratificar su solicitud, ya sea a través de un oficio notariado con fecha y firma, o bien de manera personal.
Si Javier Duarte ratifica su solicitud y regresa a ocupar el cargo de gobernador, en medio del mayor descrédito y repudio social que haya concentrado mandatario alguno en la historia, estaremos frente a los 15 días de mayor inestabilidad política que podamos imaginarnos en Veracruz, pues a fin de cuentas, él ya no tiene nada que perder. Sería una quincena de agonía.
El “Nerón” veracruzano vendría a terminar de incendiar el estado que devastó. Mientras el “Calígula” de Nopaltepec se frota las manos en su retiro catalán.
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