* Su actitud aspiró a garantizarle la posibilidad de llenar la faltriquera para los años malos, porque gane o pierda AMLO con Morena, su recompensa será una palmadita en la espalda. A los traidores se les utiliza, pero no son premiados
Gregorio Ortega Molina
Miguel Barbosa se sirvió de su descuido, más bien de su torpeza, para concitar simpatías políticas. Resolvió con buen talante la pérdida de un pie, como consecuencia de la diabetes.
En un lance de audacia quiso demostrar que es un político hábil, con una buena dosis de cinismo y valentía, porque se empeñó, por unos días, a sostenerse en sus cuatro al despreciar al PRD en el que creció y empezó a existir como figura pública, para disciplinarse con AMLO, a cuya candidatura presidencial se sumó, y propició que otros perredistas también lo hicieran.
Todavía quiere o pretende actuar como Juan Pablo II. “Me voy, pero me quedo”. ¡Faltaba más! Sostuvo, enojado, que defendería sus derechos políticos para permanecer como líder de la bancada perredista en el Senado. ¡Vaya incongruencia! Por eso la partidocracia está como está, echada a perder porque desaparece la lealtad a la ideología y a la institución política.
En claro y conciso lenguaje de Alvarado, Veracruz, puede decirse que Barbosa, el incongruente, declara y acepta que el PRD es una mierda, pero se aferró a mantenerse como líder de los senadores de esa misma mierda. ¿Por qué?
Muy sencillo. Esa posición lo convirtió en un interlocutor político válido, con conexiones y posibilidades de negociar mayores aspiraciones políticas. Por lo pronto le facilitó el acceso a Emilio Gamboa Patrón, cuya reputación indica que es escuchado por el presidente constitucional de los mexicanos, y eso significa tener acceso al poder. Tampoco quiso perder el acceso al billete, pues la bancada recibe una buena cantidad de millones de pesos para gastos de operación y exentos de comprobarse. Él, Barbosa, decidía dónde, cómo, cantidad y a quién le correspondía una “piscacha” de esa lanita, como los famosos bonos que todos dicen rechazar, o muchos, pero que todos o casi se embolsan sin rubor alguno.
Esa actitud de Miguel Barbosa, además de exhibir su incongruencia y su avaricia, lo transforma en detractor, en colaboracionista, en esa quinta columna que tanto afectó a los franceses durante la ocupación nazi, pero por el otro lado buscó que le garantizara la posibilidad de llenar la faltriquera para los años malos, porque gane o pierda AMLO con Morena, su recompensa será una palmadita en la espalda. A los traidores se les utiliza, pero no reciben premio alguno.
Lo anterior es una pequeña muestra del panorama que los electores tenemos enfrente, y ni para cuándo se arregle, a menos de que llegue al poder alguien decidido a destrabar la transición y hacer la reforma del Estado.
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