* Es uno de los modelos de corrupción política que dieron cuenta de la acumulación de los poderes meta constitucionales en una única figura: el señor presidente
Gregorio Ortega Molina
En un sentido estrictamente político, correspondió al general Lázaro Cárdenas del Río fortalecer al PNR al consolidar la estructura de los sectores que, durante muchos años, lo integraron. El corporativismo, tan denostado hoy, permitió al PNR, al PRM y al PRI ocupar las fábricas, las oficinas y la calle, pero sobre todo los hogares.
Al ser creado desde el poder, y no para conquistarlo, el PRI funcionó, alternativamente, como secretaría de Gobernación o de la Presidencia. Se convirtió en un instrumento del Estado, para modelar la vida política de la nación.
El PRI, al ser incluyente, cooptó a la oposición y a todo descontento que pudiese significar algo en la vida de México. A los extremistas los separó de la sociedad, lo mismo en la cárcel que en los viajes al mar, o favoreciendo las pugnas internas entre los grupos guerrilleros, como lo deja entrever Napoleón Glockner en 20 de cobre.
Es en este contexto que hay que ver la inclusión y la cooptación como una perversión política para anular a la oposición o, al menos, disminuirla. Es, pues, el elemento básico de la corrupción no pecuniaria, para hacer gobernable al país de acuerdo al proyecto estructurado por la Familia Revolucionaria. Se trata de adular, enaltecer, dar responsabilidades, escuchar, lo que termina por nulificar al enemigo que se pretende tener cerca. Señeros representantes de esa inclusión fueron José Vasconcelos, destinado al olvido en la Biblioteca México, e Ignacio Castillo Mena, efímero embajador mexicano en Ecuador. Funciona lo de la palmadita en el hombro.
Pero, como en todo mercado cerrado, resultó ser más la demanda que la oferta. Con argucias trataron de ampliar los círculos de la cooptación: las diputados de partido, la reforma al gobierno del Distrito Federal, para que, otra vez, las Delegaciones Políticas funcionasen como agencias de ubicación política para compartir las mieles de esa otra corrupción: la administrativa, ligada a los permisos o a la tolerancia de los antros, la prostitución, el ambulantaje y todo cruce de prestaciones y contraprestaciones para asegurar la clientela electoral.
El control de la calle es el control del triunfo electoral, o a la inversa, porque se puede descarrilar a un potencial líder que puede crecer, a un opositor desleal o a un enemigo abierto, haciéndole perder las elecciones, como hicieron Emilio Chuayffet Chemor y Ernesto Zedillo Ponce de León con Fernando Ortiz Arana, simplemente porque le tuvieron miedo. En José Ortiz Arana encontraron al Caín perfecto.
El arma del desconocimiento de los poderes en complicidad con el Senado de la República, permitió sujetar a los gobernadores y defenestrar a los que se convertían en estorbo. Fue corromper la ley al servicio de los deseos del Presidente de la República en funciones. Es uno de los modelos de corrupción política que dieron cuenta de la acumulación de los poderes meta constitucionales en una única figura: el señor presidente.
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