Por Aurelio Contreras Moreno
“Qué injusta, qué maldita, qué cabrona es la muerte
que no nos mata a nosotros, sino a los que amamos”
Carlos Fuentes
Hace dos años, manos asesinas les arrebataron la vida a cinco personas en un departamento de la colonia Narvarte, en la Ciudad de México. Entre las víctimas se encontraban la activista Nadia Dominique Vera Pérez el fotorreportero Rubén Espinosa Becerril.
Ambos habían decidido abandonar el estado de Veracruz debido al hostigamiento que el gobierno del hoy preso Javier Duarte de Ochoa les infringió por causa de sus actividades.
Nadia Vera era una reconocida activista que participaba en diferentes causas sociales, que ya una vez había sido agredida por la policía estatal durante una manifestación, y que expresaba muy agudas críticas hacia el gobierno de Duarte de Ochoa.
Rubén Espinosa trabajaba en la agencia informativa AVC Noticias, así como corresponsal de Proceso y de Cuartoscuro en Veracruz. Varias imágenes que captó de Javier Duarte, en las que el entonces gobernador era mostrado iracundo o en todo su abultado volumen corpóreo, habían causado el desagrado del mandatario, quien además de irascible es bastante vanidoso.
Rubén era también un entusiasta activista que se involucró decididamente en la causa de la defensa de los periodistas que en el duartismo vivimos una época negra, así como con movimientos estudiantiles de la Universidad Veracruzana, en los que coincidió con Nadia Vera.
Ambos denunciaron públicamente las agresiones e intimidaciones del gobierno de Javier Duarte, por las cuales decidieron irse del estado de Veracruz, pensando que en la Ciudad de México se encontrarían seguros. El fatal desenlace es ampliamente conocido.
A dos años de haberse cometido el multihomicidio en el que también perdieron la vida la trabajadora doméstica Olivia Alejandra Negrete, la estilista Yesenia Quiroz y la modelo Mile Virginia Martín, la investigación está casi como al principio. No sólo no hay sentencias firmes sobre los tres detenidos acusados de ser los autores materiales del crimen, sino que dos ellos consiguieron amparos para anular y reponer el proceso penal, que desde su inicio fue una desgracia.
La investigación realizada por la Procuraduría de la Ciudad de México fue un circo en el que el principal objetivo era desacreditar a las víctimas para desvincular el crimen del gobierno de Javier Duarte, y en cambio reducirlo a un ajuste de cuentas con una de las mujeres asesinadas, a la que se relacionó con el tráfico de drogas desde el principio mismo de las pesquisas.
La filtración de información –incluidas grotescas imágenes de los cuerpos vejados- fue la constante de una investigación que en su momento fue calificada como “pulcra” por varios textoservidores del duartismo y del procurador Rodolfo Ríos Garza, en Veracruz y en la capital del país.
Dos años después, Ríos Garza fue cesado como procurador luego de la recomendación que sobre el caso emitió la Comisión de Derechos Humanos del Distrito Federal, que entre otras cosas señaló la omisión de investigar el multihomicidio con la debida diligencia y con perspectiva de género.
Dos años después, ya nadie duda de la naturaleza criminal de Javier Duarte de Ochoa. Sólo que el ex gobernador está en la cárcel únicamente por el desvío millonario de recursos que llevó a cabo, pero no enfrenta cargo alguno por todos los demás crímenes que se cometieron durante su sexenio. En ese sentido, familiares de Rubén Espinosa solicitaron que se investigue la posible responsabilidad del ex mandatario veracruzano en el multihomicidio.
Dos años después, las muertes de Nadia y Rubén siguen doliendo profundamente entre quienes los conocimos y que, ahora como antes, exigimos que se haga justicia y que pare esta brutal impunidad.
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