* Lo que parecía cierto es verdad. Lo que desde el sábado ocho de julio último se sabe con certeza, abre el presagio sobre la amplia contradicción en que vive el modelo político mexicano, por haberse traicionado a él mismo, por su responsabilidad en la disolución de la patria como idea y como motivo para crear al Estado mexicano
Gregorio Ortega Molina
Negarse a reconocer que se está inmerso en un proceso de decadencia es propio de los humanos. La cirugía plástica y el físico-culturismo forman parte de la negación personal. Nadie quiere ser viejo.
En política el problema se acentúa, porque atañe a la civilización, al futuro, y nadie, absolutamente ninguno de los que participan en el desaguisado de la decadencia de las instituciones y del proyecto de nación, desea ser considerado como corresponsable de un monumental fracaso.
Ahora resulta que lo que parecía cierto es verdad. Lo que desde el sábado ocho de julio último se sabe con certeza, abre el presagio sobre la amplia contradicción en que vive el modelo político mexicano, por haberse traicionado a él mismo, por ser, sus administradores anteriores y actuales, responsables de la disolución de la patria como idea y como motivo para crear al Estado mexicano.
Ciertos lugares comunes envenenan el espíritu, deforman la razón. Es estúpido asumir como licencia para matar el hacerse eco de la manida frase: en la guerra y en el amor se vale todo.
Hemos sido acostumbrados a aceptar que en las pugnas por el poder se permita de todo, o casi todo, incluso los crímenes políticos. ¿Por qué no el robo de las elecciones?
En un arranque de ira o inmerso en una crisis de conciencia, el senador por el Partido del Trabajo -creación de Raúl Salinas de Gortari-, Manuel Bartlett Díaz declaró a Claudia Salazar, reportera de Reforma, que Carlos Salinas de Gortari no ganó la elección presidencial de 1988. “El ex secretario de Gobernación precisó que no fue por medio de fraude cibernético, sino por la manipulación de cifras y, después, por la destrucción de las boletas tras un acuerdo con el PAN y la complicidad de dirigentes del entonces Frente Democrático Nacional, que postuló a Cuauhtémoc Cárdenas.
Aseguró que la mejor prueba de que Salinas no ganó es la forma desesperada en que se entregó al PAN, para que en la Cámara de Diputados, erigida como Colegio Electoral, lo reconociera como Presidente electo y, meses después, se quemaran las boletas, que eran la prueba del fraude. ¿Por qué Salinas, antes de la calificación, corre aterrado a ponerse de acuerdo con el PAN? ¿Por qué se pone de acuerdo con ellos y les entrega, al final de cuentas, el país?”
¿Qué procede? ¿Cruzarnos de brazos y comentar, en las sobremesas y en el transporte público, las declaraciones del senador Bartlett? Carezco de los conocimientos necesarios que podría brindarnos el derecho constitucional, para determinar cómo proceder, pero personas como Diego Valadés o Sergio López Ayllón tendrán una idea de lo que significa.
Por ello aceptamos como normales las vergonzosas contiendes electorales cuyos comicios se celebraron el cuatro de junio último. ¿Hay peor manifestación de decadencia política?
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