Hace pocos días, la casta en el poder debió horrorizarse al saber cómo descendía la puntuación de México en los indicadores globales. Uno de ellos, el Informe del World Justice Project igualó la calidad mexicana de su Estado de Derecho con los “inmejorables” índices logrados por Sierra Leona, Liberia y Kenia, todos países del Subsahara.
Asimismo, ubicó el sistema de justicia penal por debajo de Uganda, Costa de Marfil y Zimbabue. Y para rematar el día, en corrupción, por debajo de Honduras, Nigeria y Paquistán ¡Qué bonita familia! Cifras cercanas al submundo, del que jamás podremos salir, si insistimos en no ponernos de acuerdo sobre definiciones esenciales. Si no acordamos de consuno en que el problema está en la corrupción galopante.
Los mexiquitas desprecian los mensajes de los periodistas que hacen análisis políticos lejanos a sus pregonados logros. No se ponen a pensar que éstas no son especulaciones tendenciosas, sino criterios concluyentes de personas que escribían desde antes de que los mandarines pensaran en robar y matar.
Desde hace años, usted y este escribidor hemos dicho que urge un claro deslinde o definición de lo que es la seguridad nacional y la seguridad pública. De la Revolución para acá todos los gobiernos se han enredado en confusiones interesadas y precisiones erráticas sobre los límites de cada una de ellas. Nadie sabe con exactitud a qué se dedica…
…por qué y para quién trabaja o cobra sin trabajar. Al sonsonete de la imprecisión hemos caído en parafernalias costosísimas que nos llevan a bandear entre leyendas históricas de personajes providenciales e inútiles, métodos rurales de ejecución, falsos operativos, y hasta danzas de rocambolescas policías cibernéticas.
Impunidad e inmunidad, productos de un sistema injusto
La principal causa de la inseguridad pública y del entreguismo de la seguridad nacional al manejo de las burdas iniciativas del Pentágono y del Comando Norte, en México es la corrupción galopante y sus inseparables compañeras y cómplices : la impunidad y la inmunidad, productos netos de un sistema injusto y salvaje.
Navegamos los mexicanos en los mares procelosos de los asesinos rurales, de los sicarios internacionales, de las policías gabachas acreditadas para matar en territorio nacional, hasta la intromisión de los manipuladores encriptados del Facebook, más peligroso que un tugurio o una pistola, según El Cabo, legendario matón de la serie sobre El señor de los cielos.
Todos son palos de ciego. Los manejos de la seguridad, en las plazas de los pueblos, en las oficinas federales y en los convenios internacionales sólo son un negocio de donde todos quieren sacar la mayor tajada. Unos para medrar, otros para encubrir, otros para sobornar, pero todos para ganar, a costa de quien sea.
Los jefes policiacos saben quién es quién en delincuencia
Don Roberto Cruz, jefe de la policía callista confiaba en Chihuahua cómo había acabado con la criminalidad: colgó del cuello cuatro cadáveres de asesinos sobre los caminos de entrada a la Ciudad de México, uno en Iztapalapa, otro en Topilejo, uno más en Contreras y al último en Santa Clara, ¡y santo remedio!
Las hazañas de Valente Quintana en el avilacamachismo contra las bandas de narcotraficantes del Centro Histórico, jefaturadas por Paco el elegante, las hazañas de la Brigada Blanca, al mando de Nassar, Tanús, Slim Helú y Obregón Lima, que descubría a los delatores y chivatos haciéndoles suicidarse por propia mano…
… por medio de los famosos “pasos de ganso” (con la matona en la sien, inhalaban de un solo jalón una gruesa línea de coca, esparcida entre el hombro y la mano del sentenciado), en las habitaciones de los hoteles de San Juan de Letrán, así como sus atinadas intervenciones para liberar docenas de comerciantes libaneses y judíos víctimas de secuestro exprés.
Las hazañas de balaceras cuerpo a cuerpo contra los señalados terroristas de ocasión por la DFS, aunque después les cobraran en cantidades industriales los delitos en los interrogatorios de Tlaxcoaque, en “El Metro” o “La Disco” de los sótanos de tortura de la policía política, porque todo lo demás era lo de menos.
Los mandos policíacos o los jefes de sector de todos los cuerpos policíacos imaginados siempre han sabido con toda anticipación de parte de quién viene tal o cual operación, quien comparte o no “la copa”, quien se ha bañado en tina o en regadera, como señalan en la jerga de los bajos mundos.
Mitos distractores que han retrasado la ejecución de la justicia
La seguridad pública ya no debe ser el sólo perseguir con toda la fuerza del Estado a los legendarios Beto pelotas, Hugo bocinas o El tanque Rosales. Aparte de innecesario, es riegoso, pues colocan siempre en estado de sitio a Tepito y a la Colonia Morelos, como si buscaran a algún estudiante martirizado en Ayotzinapa o ejecutado en Tlatlaya.
Tampoco se trata de que los mexicanos volvamos a caer en el eterno garlito de creer en prohombres leyenda o policías de titanio, construidos a base de mentiras, confiando en que tienen la varita mágica para acabar con todos los problemas. Pasamos demasiado tiempo con esa venda en los ojos, hasta que supimos que sólo eran torturadores de infelices y abandonados.
Los sambenitos rurales, las fracasadas leyendas de la seguridad nacional, la inocencia de confiar ciegamente en los reportes de los mandos de patrullas urbanas, los mitos sobre el terrorismo, la conjura y la disolución social lo que han hecho simplemente es retrasar la ejecución de la justicia, distraernos del principal objetivo.
Los verdaderos jefes, en el Imperio; aquí, esquiroles de la Patria
Mientras el gobierno nos distrae con notas rocambolescas de éxitos económicos imaginarios, pleitos de comadres del mismo lavadero, aciertos industriales de maquila, derroches presupuestales, episodios de ajusticiamientos entre bandas, observamos en la realidad cómo todo lo que conocimos se va a la mierda.
La corrupción galopante de la casta mexiquita es el punto cimero del salvajismo delincuencial de sus cómplices en función del sostenimiento de un estado de privilegios donde los únicos ganadores son los que extienden la concesión en favor de los negocios del Imperio a través de sus caporales y sicarios regionales.
Los verdaderos jefes no viven en Badiraguato, en Tepito, Guadalajara o Lomas de Sotelo. Los auténticos dueños de todo este aparato de corrupción despachan en las oficinas de los imperios financieros y bélicos de Estados Unidos. Lo demás es bisutería para consumo huehuenche.
Los socios minoritarios, los que ejecutan las órdenes son los mandarines nacionales, convertidos en esquiroles de la patria, auténticos enemigos de la ciudadanía y de sus valores esenciales.
Acabemos ya con la complicidad gubernamental con los delincuentes
Mientras no lleguemos de consuno a identificar estas constantes de la vida nacional, jamás podemos llegar a establecer políticas de seguridad, ni públicas ni nacionales. Pues son lo mismo. Acabemos de cuajo con la complicidad gubernamental con los delincuentes y sicarios al servicio del Imperio.
Es un asunto de urgente definición, antes de pelearse por saber quién debe sacarse la rifa del tigre para seguir haciendo lo mismo que los antecesores.
¿No cree usted?
Índice Flamígero: Secuestrados por un grupo armado, presuntamente del Cartel Jalisco Nueva Generación, Octavio Martínez Quiroz, de 26 años, y Alfonso Hernández Villavicencio, de 28, adscritos a la Subprocuraduría Especializada en Investigación de Delincuencia Organizada (SEIDO), aparecen en un video que circula en redes desde el fin de semana, en el que acusan a Alfonso Navarrete Prida de haber instruido a su corporación para que marquen los objetivos supuestamente criminales, con el objetivo de que posteriormente las Fuerzas Armadas arrasen con ellos –los abatan, como en su jerga llaman a los asesinatos–, incluidas personas de la tercera edad, mujeres y niños. Aceptan, también, que los cuerpos policiacos roban, secuestran y asesinan. + + + Desde el primer día de este febrero, el colega y amigo Gregorio Ortega Molina ya es beneficiario del Mecanismo para la Protección de Personas Defensoras de los Derechos Humanos y Periodistas, luego de que, a través de su hija, recibiera amenazas por lo que escribe en el Índice Político, tanto como en otras varias publicaciones. ¡Ánimo, Gregorio!
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