Luis Alberto García / Moscú
*Kolinda Grabar-Kitarovic hizo campaña presidencial en Rusia.
*Las tragedias bélicas fueron olvidadas en la final contra Francia.
*Magníficas actuaciones en dos torneos mundiales, en 1998 y 2018.
*Dos décadas, insuficientes para apartar los temores.
*Luka Modric e Iván Rakitic narraron sus dramáticas infancias.
Desde el punto de vista político, el subcampeonato mundial del futbol mundial logrado por Croacia en la Copa FIFA / Rusia 2018 fue, sin duda, una forma de amortiguar el descontento existente en contra del gobierno de derecha de la presidenta Kolinda Grabar-Kitarovic, a quien la escritora Slovenka Drakulic ha criticado por guardar silencio sobre hechos ocurridos en el siglo pasado.
La autora denunció que el gobierno toleraba los símbolos y saludos fascistas, y que la Unión Europea (UE) no prestaba atención a esos reclamos porque tenía otras prioridades y preocupaciones: “Croacia es pequeña y no es peligrosa, por lo que su locura del pasado puede ser ignorada…”.
Tampoco se ha producido una condena firme a los crímenes cometidos por los croatas durante la guerra de los años 90: la prensa internacional ha relatado que, durante las celebraciones de las victorias croatas en el Campeonato Mundial de Rusia, se coreaba el nombre de Ante Gotovina, general croata acusado y condenado por crímenes de lesa humanidad.
Aunque fue absuelto en segunda instancia, Gotovina reconoció que hubo víctimas; pero no dijo si también hubo verdugos, sobre todo en Bosnia, que cuenta con una importante población croata, y en donde operaron bandas criminales con símbolos Ustachas, iguales a los que aparecieron en los estandartes exhibidos en el estadio Luzhnikí de Moscú el día del partido de Francia vs. Croacia.
“Croacia cree en Dios –la señora presidenta es católica y apostólica, devota de Juan Pablo II, el anterior santo Papa de Roma-, es una democracia plena y un país económicamente pujante, que creció en 2017 al 2.8%, pese a que sufrimos con especial severidad la crisis de 2008. Es una de las potencias turísticas del Mediterráneo y, en lo deportivo, en veinte años hicimos magníficos papeles en Francia y Rusia”, dijo Kolinda.
Al partir de vuelta al país con todos sus jugadores, esta mujer –nacida en Rijeka el 29 de abril de 1968, con estudios en Políticas Públicas en la Universidad George Washington de la capital de la Unión Americana, casada con Jakov Kitarovic, madre de Katerina y Luka- pidió que los futbolistas vice monarcas mundiales fueran estruendosamente homenajeados en Zagreb y otras poblaciones.
Conocedora del futbol internacional y de la trayectoria de la Zlatna Generacija (la Generación de Oro) que tuvo un papel relevante en 1998 en Francia -donde la selección croata obtuvo un tercer lugar al vencer (2-1) a Holanda-, la mandataria, sin embargo, recordó con especial satisfacción el triunfo (3-0) sobre Alemania en cuartos de final.
La señora Grabar sabe de memoria la alineación de quienes integraron tan brillante conjunto, entre ellos Drazen Ladic, Igor Stimac, Robert Prosinecki, Sloven Bilic, Silvio Muric, Dario Simic y Davor Suker, el cañonero mayor –con seis goles, seguido del argentino Gabriel Batistuta, que hizo cinco- de un certamen en el que, por vez primera, participaron 32 selecciones.
Ante los germanos de Berti Vogts, con goles de Robert Jarni, Goran Vlaovic y Davor Suker, la “Vatreni” se mostró más fiera que en los anteriores juegos –contra Jamaica, Japón, Argentina y Rumania-, hasta que se encontraron con Francia, el anfitrión que la venció (2-1), enviándola a disputar el tercer lugar contra los holandeses.
“Tras el desmembramiento de Yugoslavia –dijo Grabar-Kitarovic- nuestro equipo nacional fue el más rápido en sobresalir de entre otros de los Balcanes, como Serbia y Eslovenia. En ese primer intento, se alzó con un honorífico tercer puesto, figurando desde entonces en el concierto de las grandes selecciones europeas y del mundo, como lo demostramos en Rusia”.
La prensa de su país destacó que ella, espontáneamente, se tomó un permiso sin goce de sueldo para acudir a ver todos los partidos de la “Vatreni” (fiera de fuego en croata) en su quinta incursión mundialista en Kaliningrado contra Nigeria, en Nizhni Nóvgorod contra Argentina y en Rostov contra Islandia, para seguirla por todas partes, hasta llegar al séptimo un último partido contra Francia en Moscú.
La televisión pública de Croacia reseñó que “ni el mejor cronista deportivo del mundo hubiera creado tan perfecta final, con un argumento tan impredecible como un autogol de Mario Mandzukic, respondido por un zurdazo de Iván Perisic, quien pasó del heroísmo a la desgracia cuando Néstor Pitana, el árbitro argentino, marcó penal por una mano involuntaria del delantero, que lo obligó a revisar la jugada con el Video Assistant Referee (VAR).
Croacia nunca se rindió; pero dos disparos de Paul Pogba y Kylian Mbappé vencieron a Danijel Subasic, quien tuvo su noche trágica aunque, como el resto de sus compañeros, haya dejado el corazón en los campos de batalla de Rusia.
No obstante la derrota, la jefa de Estado se mostró feliz bajo la lluvia bíblica que cayó la noche de ese 15 de julio, sin arrepentirse de haber pagado de su bolsillo los vuelos que hizo en líneas comerciales para mezclarse con sus compatriotas en cada uno de los encuentros de Croacia.
Aprovechó su estancia en Rusia para hacer campaña para su reelección a la presidencia en 2019, seguida por las cámaras de las televisoras que dieron cuenta de su mediática presencia; sin embargo, el lastre del pasado es enorme, como una pesadilla que los croatas no quieren recordar; pero que, a la vez, tampoco pueden olvidar.
Son simbólicos los escritos de Modric y Rakitic en la revista “The Player’s Tribune” sobre sus experiencias de la infancia. “Mis padres nunca hablaron con mi hermano o conmigo sobre la guerra, ya que ellos perdieron mucha gente que amaban. Nosotros tuvimos suerte”, refirió Modric.
Por su parte, Rakitic, el suizo-croata, relató en la misma publicación cuando conoció el país de su familia: “Años después de terminada la guerra, pude visitarlo con mis padres y mi hermano, y cuando llegamos nos dimos cuenta de que la guerra no era algo de lo que la gente quisiese hablar; pero teníamos que olvidarlo y seguir adelante”.
Los dos saben que, no hablar de ello, es una forma de reconocer que no pueden olvidar, que el peso de la historia será siempre enorme para los Balcanes trágicos, lugar del mundo sobre el que, a decir de Winston Churchill, “produce más historia de la que puede digerir”, aunque se puede decir que la final del domingo 15 de julio de 2018 es una de las partes más jubilosas de la reciente y compleja historia de los croatas.
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