Luis Alberto García / Moscú
*El “Cometierra” quedó a atrás y se coronó como el “Rey Arturo”.
*Del barrio santiaguino de San Joaquín, salió a triunfar en Europa.
*Superó una infancia de pobreza, fichando primero en el Colo-Colo.
*Sin éxito, asistió a las Copas del Mundo de Sudáfrica y Brasil.
*Primero jugó en el Leverkusen, luego en el Internazionale y el Bayern.
*Compañero de Messi, es la más reciente compra del Barcelona.
Con dos Campeonatos del Mundo en su haber –Sudáfrica 2010 y Brasil 214-; pero sin un gol en su propia cuenta en ninguno de ellos, el chileno Arturo Vidal, gran ausente entre las luminarias de la Copa FIFA / Rusia 2018, se convirtió en el cuarto fichaje del Barcelona, con el monárquico apelativo de “Rey Arturo”.
Vidal es uno de tantos futbolistas emergidos de la pobreza, como “Pelé”, George Weah, Cristiano Ronaldo, Carlos Tévez o Kylian Mbappé, aprendiendo de su madre eso que los sociólogos y otros científicos sociales llaman “cultura del esfuerzo” que, por supuesto, es visible en su futbol.
“Se fueron jugadores importantes en medio campo y necesitamos refuerzos para afrontar tres torneos”, avisó Ernesto Valverde, director técnico del multicampeón equipo catalán, en referencia a las ausencias de Andrés Iniesta y José Paulo Bezerra “Paulinho”, quienes se supone encontraron un sustituto inigualable en Vidal.
Conflictivo por una infancia difícil, con una apariencia de “hooligan” inglés o “fanat” ruso, el chileno nacido en 1987 en el barrio santiaguino de San Joaquín, fue comprado en solamente 25 millones de euros al Bayern Munich, al término del torneo mundialista de Rusia.
En una de las subastas de verano tan comunes en Europa y con final cardiaco, el Internazionale de Milán se quedó con ganas de ficharlo de última hora; pero ahora Valverde esperaba buenas aportaciones de parte de Vidal, como su experiencia y dominio, así como su ambición por más títulos.
Arturo Vidal no solamente llama la atención por su corte de pelo a lo mohicano, sino por su trayectoria como ser humano y profesional del futbol, si uno se entera de que a Uberlinda de las Mercedes, que por entonces estaba embarazada, se le cayó el mundo encima cuando le comunicaron que su marido, Arturo Pardo, había fallecido en un accidente automovilístico.
Unos meses más tarde nacería Jaqueline, que no conoció a su padre y que, con el tiempo, escogió mal al padrastro de sus hijos, porque se casó con catorce años y porque él bebía demás, hasta el punto de que en un día de enojo, trató de quemar la vivienda con su señora y cinco hijos dentro.
Así, tan dramáticamente empieza la existencia del “Rey”, cuya madre tuvo tiempo de avisar a la policía y decir “basta”, separada de inmediato, luego lavando ropa y barriendo suelos ajenos para que no faltara la comida en su casa.
Como en otras naciones latinoamericanas, Chile padece una enfermedad social que se llama desigualdad, producto de un modelo económico impuesto por los “Chicago Boys” al servicio de la dictadura militar de Augusto Pinochet, quien agudizó los tiempos difíciles en esa tierra larga, volcánica y nevada.
Sin embargo, los hermanitos Vidal querían ayudar a Uberlinda, como cuando llovía y se les colaba el agua, por lo que había que subir al tejado de lámina de la casa para reparar las goteras: “¡Ah, no!”, le gritaba Jacqueline a Arturito; “si le pasa algo a tu piececito vamos a perder mucho”.
Y no se equivocó, porque años más tarde, Jacqueline subió a un cerro de la periferia de la ciudad y, al abrir los ojos, le dijo a Arturo: “Que preciosa casa nos compraste, hijo”, y ya futbolista bien pagado del Colo-Colo, replicó: “Es tuya”.
Ese fue un gesto de amor hacia su madre y sus esfuerzos, una acción de bondad que repite y multiplica en el caso de sus compañeros de juego porque es generoso hasta el final, y por demás está el decir que no le ha ido mal, pues tras triunfar en Chile, conquistó Alemania e Italia para llegar al Barça.
El club azulgrana, que pagó una cantidad relativamente baja por él al cuadro alemán, hizo oficial su fichaje el viernes 3 de agosto de 2018, sumándose a otros jugadores chilenos que han destacado en el extranjero, entre ellos Jean Beausejour, anotador de goles en dos Campeonatos del Mundo, como Rodrigo Millar, que ya demostró su calidad en el futbol mexicano.
Criado en un barrio pobre al lado de un campo de tierra de su barrio —ahora es de hierba, tiene gradas y está bautizado con el nombre de Arturo Vidal—, el medio campista ofensivo se ganó el sobrenombre de “Cometierra” porque cuando el colegiado pitaba el final del partido siempre tenía raspones debido a las caídas sufridas sobre la cancha.
“A los trece años vi que jugando al futbol podía ayudar y le prometí a mi familia que la sacaría de la pobreza”, cuenta Vidal, y por eso recuerda con cariño el día que le ascendieron al primer equipo del Colo-Colo, uno de los grandes equipos nacionales, como la Universidad Católica y la Universidad de Chile.
“¡Me citaron!”, le dijo a su madre, que no pudo contener las lágrimas de alegría; pero también de preocupación, así que minutos después le pidió a una amiga hacer uso de su tarjeta de crédito para comprarle medias, calzoncillos cortos y una toalla, necesarios para ir a la concentración.
Y pasó de “Cometierra” a “Rey Arturo” para evolucionar y, con el tiempo, deslumbrar a todos por su presencia en el campo, su entrega, energía y dureza, cualidades que llamaron la atención del Bayer Leverkusen, su primer equipo en Europa.
“Nos preocupaba que no fuera rápido”, recuerda Jonas Boltd, entonces director deportivo del club alemán: “Teníamos claro que con disciplina y orden sería un gran referente”, y nadie mejor que Jupp Heynckes para ser su tutor y guía, quien lo alentó -le dio suficiente “carrete”, usando un término común del periodismo deportivo español- para llegar a donde jamás imaginó cuando era un niño del Santiago de Chile de los pobres y marginales
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