* La regeneración nacional, la IV República no debe ser una presidencia fuerte, de imposición y desdén a la crítica, sino un presidencialismo parlamentario, pero la tentación en sentido contrario es mayúscula
Gregorio Ortega Molina
Todo cambio político incluye confrontación, sobre todo cuando el paradigma anhelado lleva a la restauración del pasado. No estamos, como advierte Héctor Aguilar Camín en su texto sobre el segundo tomo de la biografía de Porfirio Díaz, ante la necesidad de un gobierno fuerte y centralista, porque ¿qué fue la pax priista de 70 años?
El sueño de los mexicanos es una libertad responsable y que los gobernantes asuman su mandato constitucional, de lo contrario que renuncien y/o se les sancione, incluso con cárcel; también sabemos, los mismos mexicanos, que distamos mucho de pensar como lo hicieron los habitantes tutelados por el juarismo y el porfirismo. Sólo confrontemos esta enorme disparidad: ¿cuántos habitantes entre la restauración y 1910, y cuántos hoy? Las exigencias son distintas, las necesidades anímicas otras, y los recursos tan exiguos o tan escamoteados.
Serenar a México requiere dar confianza a los gobernados y asegurarles que podrán llevar alimento a sus mesas. También que la violencia se reduce, que la paz necesaria para salir a las calles es restablecida y desaparecen los levantones, secuestros, desapariciones, trata, pero sobre todo se procura y administra justicia porque ya no se teme al plomo, porque éste dejó de ser opción.
Pero las contradicciones no nos sueltan. Deciden adelgazar la nómina de la burocracia civil, mientras AMLO avisa que al inicio de su gobierno emitirá una convocatoria para que al menos 50 mil jóvenes se puedan sumar a las filas del Ejército, Marina y la Policía Federal, como parte de su estrategia de seguridad para combatir al crimen y serenar al país.
¿Son necesarios, o con el cumplimiento de la ley basta? ¿A quién y cómo se mostrarán agradecidos esos mexicanos dotados del poder para procurar justicia? ¿Cómo los capacitarán?
Lo cierto es que la legalidad en ciertas áreas de la república dejó de existir, hay zonas negras sin presencia del Estado, que de ninguna manera se recuperarán con más policías, sólo con el cumplimiento de la legalidad y los estímulos cívicos, civiles y económicos adecuados, para que la honradez y la dignidad adquieran un mayor peso específico que el plomo o la plata ofertada por los emisarios de los barones de la droga.
El único camino para lograr la regeneración nacional que serenará a México es la transición, la reforma del Estado, en el entendido de que la IV República no contiene no debe ser una presidencia fuerte, de imposición y desdén a la crítica, sino un presidencialismo parlamentario. Pero la tentación en sentido contrario es mayúscula.
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