* Con la muerte de la Revolución decretaron la del Estado, que se mantiene en vida artificial
Gregorio Ortega Molina
Los mexicanos de mi generación recordamos bien las películas de Ismael Rodríguez. Son espejo fiel de lo que fue el carácter y el comportamiento nacional durante una época, la que permitió el milagro mexicano, muerto nomás nacer.
Lo que permanece es la relación que tenemos con la muerte. Pepe El Toro lo dice bien clarito: la calavera me pela los dientes. Y sí, por eso tuvo éxito el partido único, por eso pudo conceptuarse la versión institucionalizada de la Revolución en una eterna oferta de futuro que nunca llega, pero tampoco importó, porque el mexicano camina de la mano de la muerte liberadora. Sólo así pueden entenderse 12 años de cruenta confrontación entre gobierno y barones de la droga, porque disfraza una guerra civil en la que se dirime un proyecto de nación que no aciertan a conceptuar y proponer, para sustituir al nacido con la Constitución del 17, cuyo mandato eluden todos, o casi.
Con la muerte de la Revolución decretaron la del Estado, que se mantiene en vida artificial. ¿Cómo? Veamos.
Consignan las estadísticas que estamos en los 3,7 homicidios por hora, lo que en números redondos significa 96 muertes violentas cada 24 horas, a lo que ha de añadirse el número de desapariciones, secuestros, tratas diversas, extorsiones y consecuencias de la corrupción, para tener una idea de la dimensión del drama que vivimos y la reducida presencia del Estado. El modelo político es un zombi.
Tanto cadáver que al exigirse una identidad antes de enviarlos a las fosas comunes o los crematorios en caso de nulo reclamo de los despojos, se descubre que los servicios forenses resultan insuficiente por su capacidad reducida en las instalaciones, y por la falta de peritos y/o médicos capaces de hacer autopsias que arrojen luz en lugar de más dudas.
México es una nación de 120 millones de habitantes, en la que las carencias nos desbordan, tanto como la riqueza, si no lo creen pregunten a Germán Larrea y a Carlos Slim o al señor Totalmente Palacio, que tuvo el poder suficiente para acallar la muerte de una modelo australiana en su yate.
Pues resulta que “como consecuencia de un índice de homicidios que se ha disparado en 2018, las fiscalías, sobre todo las estatales, están desbordadas. Aunque no hay cifras oficiales, los expertos consultados estiman que hay alrededor de 7.000 peritos forenses en el sector público. De éstos, unos 1.700 trabajan para la PGR, y el resto, para las estatales, las que cargan con la gran mayoría de delitos”.
Lo anterior es una instantánea que obliga a meditar en la necesaria regeneración nacional.
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@OrtegaGregorio