MOISÉS SÁNCHEZ LIMÓN
Qué interesante esta forma en que Andrés Manuel López Obrador corteja a las Fuerzas Armadas, en un abismal contraste con el trato que no hace mucho, apenas unos meses, les dio. Grave, severa e insultante la forma en que el hoy Presidente trató a los militares cuando andaba en campaña.
Sin duda usted lo recuerda, aunque hay quienes buscan cómo echar bajo la alfombra ese agrio pasaje de campaña electoral.
¿Recuerda usted cuándo se dejó de lado la máxima de que en México las figuras que se respetaban eran la Virgen de Guadalupe, el Presidente de la República y el Ejército mexicano? Hoy, se habla sin respeto de ellas, pero en el fondo se mantiene una distancia. Es el gatopardismo elemental de la clase política nacional: cambiar para seguir igual.
¿La tropa y los altos mandos de las Fuerzas Armadas están molestos con Andrés Manuel López Obrador? Sin duda, pero son disciplinados, acatan órdenes y rumian en silencio las ofensas, los agravios, son leales al comandante supremo investido Presidente de la República. Pero todo tiene un límite.
Nunca en el México contemporáneo soldados y marinos habían sido tratados con tanto desprecio, al grado de calificarlos genocidas, violadores de los derechos humanos y, en fin, una serie de epítetos de generalizada aplicación en esa praxis de pensar que todos son malos elementos. Vaya.
Y con esto de la creación de una comisión especial para investigar, dicen que ahora sí, el caso Ayotzinapa, ¿habrá garantías de que los soldados acantonados en Iguala, Guerrero, no serán nuevamente vituperados y agredidos, incluso, en su sede por vándalos que creen que con apedrear y lanzar bombas molotov encontrarán respuesta a la interrogante de qué pasó con los normalistas?
Quizá usted leyó Casi el Paraíso y La Víspera del Trueno, obras de Luis Spota que, escrita la primera en ese México en el que la clase gobernante amasaba fortunas y se desenvolvía entre el boato y el oropel, en el exceso que, cuando en 1980 aparece la segunda apenas y es elemental el desenlace que involucra a las Fuerzas Armadas como garante de poner orden y un alto a esos excesos del poder, de la clase gobernante.
Por supuesto, dirá usted, se trata de una novela, es decir, un escenario producto de la prolija imaginación de Spota. Pero, las pinceladas del escritor dan vida a un cuadro costumbrista del México de esos tiempos, de los excesos en el poder y el hastío de un ejército que decide poner alto a la demagogia populista que guarda al interior la realidad de la clase gobernante.
Casi el Paraíso se publicó en 1956; 24 años más tarde La Víspera del Trueno. Spota falleció cinco años después de que ésta obra viera la luz y nos ilustrara con un México que, sin aludirlo tal cual, es el escenario en el que se desarrolla la trama.
¿Sabrán de ese México aquellos sedicentes izquierdistas contestatarios que van de moda en moda en los reacomodos políticos del país? Sí, los mismos que fueron rabiosos seguidores y fanáticos del Ejército Zapatista de Liberación Nacional y, por supuesto, admiradores (as) del subcomandante Marcos, pero hoy lo detestan, insultan y descalifican porque ha cometido el pecado de no comulgar con el presidente López Obrador,
La Víspera del Trueno, libro sexto de la serie la Costumbre del Poder, obra de Luis Spota tiene un interesante final que alude a esa disciplina y respeto del Ejército para con sus instituciones, pero que finalmente llega al límite de lo soportable. Sí, sí, es una novela, pero estas obras suelen tener mucho de previsión, de atar cabos en una ruta futurista.
Y, en ese escenario no huelga preguntar qué llevó a Andrés Manuel López Obrador a cambiar absoluta y abismalmente su opinión del Ejército y su actuación en la lucha contra el crimen organizado y el narcotráfico.
Como Comandante Supremo de las Fuerzas Armadas, investido Presidente de la República lo elemental era ofrecer una disculpa a sus subalternos y emprender una especie de borrón y cuenta nueva. Pero Andrés Manuel sabe que los agravios que hizo en campaña contra los militares no se superan con un “usted disculpe”.
Y la operación cicatriz ha requerido algo más que la obligada disculpa pública. Así, es evidente que López Obrador corteja a los militares, busca ofrecer algo más en cada acto al que asiste con ellos, suma halagos con compromisos que sólo el Presidente de la República puede cumplir, así y vaya en contra de las leyes que juró cumplir y soslaye a modo el papel fundamental del Poder Legislativo.
En un momento, recordará usted, hubo escándalo por la pretensión de destinar terrenos que fueron aledaños a la fábrica de armas de la Secretaría de la Defensa Nacional, rumbos de Constituyentes en dirección a Santa Fe, a la construcción de condominios de lujo que se cotizarían en dólares, bueno pues decidió que esas construcciones estarán a cargo de la Sedena y los dineros que de ahí se generen los destinará, por obra y gracia de su investidura, a solventar gastos de la Guardia Nacional.
¿Alguien protestó? Nadie, en público; muchos en eses silencio que implica complicidad, condescendencia con el nuevo inquilino de Palacio Nacional que se asume honesto y sin cargos de conciencia para tomar decisiones que no son de su ámbito, por más Presidente que sea.
Y así ha ocurrido, en esta actitud de complacer a las Fuerzas Armadas, de cortejar a los altos mandos de las secretarías de la Defensa Nacional y de Marina.
El domingo último cuando acudió a la base área militar de Santa Lucía, que ha decidido sea también civil para desahogar el tráfico aéreo del Aeropuerto Internacional Benito Juárez, anunció que ésta será administrada por la Secretaría de la Defensa Nacional y los recursos generados se sumarán a su presupuesto aprobado por la Cámara de Diputados, instancia legislativa que determina ingresos y egresos.
Pero, vaya, así es esta nueva forma de gobernar en la que los agravios que entrañan un cobro de factura no deseado, se pagan con recursos que debieran ser dispuestos por el Congreso de la Unión a rubros de prioridad nacional.
La diputada federal Verónica Juárez Piña, vicecoordinadora de la bancada del PRD en la Cámara de Diputados, avistó este enamoramiento sui generis en términos de que López Obrador fomenta la creación de una élite económica-militar sin contrapeso civil porque dice que pretende acabar con una minoría rapaz, pero al mismo tiempo fomenta ésa élite. ¿Miedo o precaución por aquello de que hay perdón pero no olvido?
El Ejecutivo Federal, citó, está pasando por encima de las atribuciones del Congreso de la Unión en materia fiscal y presupuestal al pretender que la Secretaría de la Defensa Nacional administre el Aeropuerto de Santa Lucía y haga uso exclusivo de los recursos obtenidos.
Recordó a López Obrador que “quien aprueba cómo se obtienen los ingresos y cómo se distribuyen es el Poder Legislativo. El titular del Ejecutivo Federal se tomando atribuciones que no le corresponden y está violando la Constitución de la República”.
Además, acotó, “las Fuerzas Armadas tienen misiones claras y no son ni constructores ni administradores ni inmobiliarias ni policías. Distraerlas de sus funciones fundamentales es poner en riesgo la seguridad nacional”. ¿Falta algo más? A las Fuerzas Armadas con amor. Conste.
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