* Las reformas constitucionales y legales alcanzadas en 100 días, todavía tardarán en mostrar sus verdaderos efectos sociales, políticos y económicos. Por lo pronto, sólo hay un cambio de nombres
Gregorio Ortega Molina
“Lee y aprende”, dijo mi primer Demonio de Sócrates. Cursaba yo el cuarto año de primaria, y mi padre me puso en las manos algunas de las aventuras del Cisne Negro y El Tigre de la Malasia. La novela mexicana llegó con el primero de secundaria, y al cursar el segundo año leíamos ya El laberinto de la soledad. Era la llave adecuada para entender la dimensión social de las películas de los hermanos Rodríguez.
Seis decenios después mi Demonio de Sócrates jurídico me entregó, en calidad de préstamo, Felipe González, el hombre y el político, la biografía escrita por Alfonso S. Palomares. Su lectura me abrió los ojos en muchos aspectos de la toma de decisiones de AMLO, y del saldo positivo de su relación con Carlos Slim, pues con toda certeza fue gracias a ese empresario que entró en relación con el ex presidente de España y algunos de los creativos de la propaganda política que contribuyeron en su largo camino al poder. También el español llegó hasta la tercera oportunidad.
Lo primero que debió lograr Felipe González fue hacerse con el PSOE. El presidente mexicano siguió la ruta, pero al ver la cáscara hueca en que se había convertido el PRD, decidió formar y fundar su propia organización política, para encabezar un movimiento, no un partido, como la ha dejado suficientemente claro.
¿Cómo y por qué eligieron el nombre de Movimiento de Regeneración Nacional? Siguieron el mismo razonamiento que llevó a Felipe González y Alfonso Guerra a adueñarse del PSOE: “Hay palabras que en un momento determinado tienen una carga de acción transformadora, palabras que prenden la imaginación de un colectivo y señalan los rumbos a seguir. Son palabras que, de pronto, pasan de boca en boca y se convierten en teoría para la práctica. La palabra renovación apareció como la gran síntesis de lo que buscaban los jóvenes militantes socialistas”…
Es posible que en la praxis política el espacio entre renovación y regeneración sea estrecho o no exista, porque ambos términos convocan al cambio y, lo que en el imaginario de AMLO se convierte en transformación; la 4T.
Los gobiernos españoles no podían ser la continuidad del franquismo como norma… en idéntica medida en que el cambio en México no puede limitarse a la restauración del presidencialismo imperial, a menos de que lo que se busque sea afianzar el proyecto iniciado con Miguel de la Madrid desde un lenguaje de izquierda, para que no sea rechazado por el México bueno y sabio.
Las reformas constitucionales y legales alcanzadas en 100 días, todavía tardarán en mostrar sus verdaderos efectos sociales, políticos y económicos. Por lo pronto, sólo hay un cambio de nombres.
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