Emilio Trinidad Zaldívar
Mientras el país se desmorona en las manos del actual gobierno ante una imbatible delincuencia, los tres partidos políticos mas importantes se debaten en conflictos internos por buscar nuevas dirigencias o renacer con nuevos rostros, pero para ofrecer lo mismo que el pueblo les ha rechazado.
El PRD, en plena extinción, no sabe de dónde o de quién colgarse, luego de la desplazada que su hermano menor le dio, a pesar de tener gobernador en Michoacán, alianza en otros estados con otros partidos, y varios ayuntamientos. No tiene ni rumbo ni timonel.
El PAN, perderá inevitablemente Puebla y Baja California, dos entidades que tenía amarradas en tiempos recientes, pero la muerte de la gobernadora Martha Érika Alonso y el mal gobierno de “Kiko” de la Vega, los tienen fuera de toda posibilidad.
Morena se desgasta absurdamente cuando siendo gobierno, los de casa se dan con todo. Ricardo Monreal quiere tener el control del partido impulsando a su cercano colaborador Alejandro Rojas Díaz Durán, y los golpes por arriba y debajo de la mesa entre él y Yeidkol Polensky están a todo lo que dan.
Monreal sabe que hoy es el hombre más fuerte del partido guinda luego del presidente López Obrador, y quiere hacer notar su fuerza y habilidad política para convertirse desde ya, en el aspirante más sólido a la sucesión del tabasqueño.
Por otra parte, demasiado tarde decidió Claudia Ruiz Massieu pedir licencia como senadora para hacerse cargo de tiempo completo de la presidencia del CEN del PRI, cuando por corrupción, desprestigio, abuso y engaño a la población, tienen bien ganado el rechazo generalizado de una sociedad asqueada de todos ellos; de sus dirigentes, de sus presidentes, de sus representantes populares, que saquearon por décadas este país sin castigo alguno.
Hoy, la sobrina de Carlos Salinas de Gortari pretende ir en apoyo a sus candidatos a gobernadores de Baja California y Puebla, cuando todas las encuestas, hasta las propias, los colocan en tercer y hasta en cuarto lugar, y con la posibilidad de perder el registro.
Parecen no entender que el PRI se murió con Enrique Peña Nieto. Lo mató. Lo asesinó. Lo llevó a la ruina política. Al olvido, al peor momento de su historia desde su creación.
Ni el prestigio, la madurez, aplomo y sensatez de José Narró Robles, o el arrojo, ímpetu y juventud del gobernador de Campeche, Alejandro Moreno Cárdenas -entre los más aventajados para la elección interna de ese instituto político-, podrán hacer que camine un muerto.
Entre los otros aspirantes a encabezar el tricolor en época de su muy probable desaparición, se encuentran el también señalado por corrupto, Ulises Ruiz, que desfalcó Oaxaca; el tampoco con fama de limpio, José Ramón Martell, y la muy rescatable, talentosa, experimentada y entrona Ivonne Ortega.
Aquellos tiempos de personajes priistas de la política de ideas, de hombres cultos y con décadas de trabajo para democratizar a ese partido y no alejarlo de las razones de su creación, como lo fueron Carlos Madrazo, Jesús Reyes Heroles y Porfirio Muñoz Ledo, entre muchos más, quedaron en el olvido, porque convirtieron al PRI en un club social y lucrativo negocio para unos cuantos privilegiados, y olvidaron que ese partido era un espacio para debatir, para hacer política en favor de los más necesitados y para el progreso y crecimiento de México.
Ya no tienen hacia dónde hacerse. El PRI es sinónimo de corrupción, de hartazgo, de repudio, de traición, de saqueo.
No habrá suficientes ciudadanos que aún crean en su farsa, como para darles nuevamente votos que los lleven al poder del que se sirvieron para fabricar sexenio tras sexenio, comaladas de millonarios.
Deberán tarde que temprano cambiar de nombre, de rostro, de oficinas, de representantes. Habrá de nacer un nuevo partido que sí defienda las causas que se leen en sus estatutos y principios básicos, pero que dejaron en el cajón del olvido porque les fue más fácil robar a manos llenas con la complicidad de muchos, para pasear su impunidad sin señalamiento o castigo alguno.
Así sucede en el Estado de México, donde asisten a los restaurantes de lujo personajes siniestros del pasado reciente como Luis Miranda Nava, Eruviel Ávila, Luis Videgaray Caso, José Mansur y varios más, que llevan sexenios de saqueos a la entidad, y luego del triunfo del demonio en persona, Enrique Peña Nieto, lo hicieron en las arcas nacionales, para volver a su terruño con cuantiosas propiedades, varias cuentas bancarias, aquí y en el extranjero, vehículos de lujo, negocios lucrativos entre gasolineras, hoteles, restaurantes, viñedos en otras entidades, y el control de los negocios del gobierno estatal, con la complicidad del actual Ejecutivo, Alfredo del Mazo Maza.
Esos priistas que terminaron con lo poco que les quedaba de ese instituto político en la entidad, hoy partido pero por diversos grupos que se quieren quedar con el cadaver, buscan ya hacer rounds de sombra para ir preparando el camino a la aún lejana sucesión mexiquense.
Los mismos rostros que fueron parte de ese club de abusivos y ladrones del sexenio del miedo, de la peor crisis general que se tenga memoria -algunos debo reconocer los hay decentes-, ya están en el arrancadero para medir popularidad o rechazo.
Ernesto Nemer, Ricardo Aguila y Ana Lilia Herrera Anzaldo, que para Enrique Peña Nieto eran expertos en todo, porque a todas las áreas que pudo los envió, buscarán afanosamente la aún lejana candidatura al gobierno del estado.
Uno de los pocos decentes de ese grupo llamado los golden boy’s, Carlos Hiriarte, fue marginado cuando sus posibilidades de gobernar la entidad en lugar de Alfredo del Mazo eran amplias.
Ellos y todos los priistas del país, saben que la entidad mexiquense es la que más votos les daba, pero en las actuales condiciones, y con un alcalde panista bien evaluado y trabajando fuerte en su segundo trienio, como lo es Enrique Vargas del Villar en Huixquilucan, que les va a dar el mayor susto de su vida en la competencia estatal, se ve más que difícil que los priistas se queden con la entidad.
Esto, sin contar con la fuerza de la profesora Delfina Gómez -a quien para muchos le arrebataron la gubernatura-, que seguramente buscará por segunda ocasión ser la candidata, aunque quizás se le cruce y también vuelva a competir Yeidkol Polensky, para darle una salida digna de la presidencia de Morena, luego de sus desencuentros con el todo poderoso senador Ricardo Monreal.
En fin, el caso es que el PRI ya murió en el país entero. Su nombre da náuseas porque los muertos hieden. Entiéndanlo.
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