… primero los pobres”. La frase hecha slogan en la primera campaña presidencial (2006) de Andrés Manuel López Obrador resumía en ocho palabras la propuesta de una política social que privilegiaría a los desposeídos de México, para tranquilidad de las clases medias y, sobre todo, de las muy minoritarias que son las enriquecidas. En cierta medida, el entonces perredista había puesto en práctica –como jefe del gobierno de la capital nacional– programas redistributivos como el de la pensión a adultos mayores que, criticados al principio por sus opositores, fueron imitados posteriormente, aunque con menos alcances, por los gobiernos panistas y priístas de la Federación y algunos estatales.
“Primero los pobres” ha dicho apenas, en su homilía de entronización, el Papa Francisco. E inmediatamente después el Presidente Enrique Peña Nieto, también en El Vaticano, manifestó su plena concomitancia con las palabras del Pontífice argentino:
“Es digno de destacar las grandes coincidencias de los postulados, de lo que habrá de trabajar durante su Pontificado, de ocuparse de los que más lo necesitan, los pobres, los niños, la infancia, algo que tiene una gran coincidencia con lo que desde el Gobierno de la República estamos trabajando”, aseguró Peña Nieto.
Y trabajar por los pobres de México es una tarea que no se debe posponer. Por el bien de todos, en efecto.
Porque, de acuerdo a la UNICEF –organismo de Naciones Unidas para la infancia y la familia–, los datos de 2008 sobre pobreza en México revelaban que a 50.6 millones de mexicanos no les alcanzaban sus ingresos para cubrir las necesidades básicas respecto a salud, educación, alimentación, vivienda, vestido o transporte público, incluso dedicando todos sus recursos a estos términos.
El 18.2% de la población sufría carencias alimentarias –casi veinte millones–, de los cuales 7.2 millones habitaban en zonas urbanas, mientras que 12.2 millones pertenecían a zonas rurales.
Entre 2006 y 2008, el nivel de vida de más de un millón de familias cayó bajo el umbral de la pobreza.
PAN: FÁBRICA DE POBRES
Si hablamos de datos globales de pobreza, es necesario tener en cuenta que en México una gran parte de la población es joven. En 2007 la cifra de población de 0 a 17 años superaba los 38 millones. Los niños, niñas y adolescentes forman parte de los grupos más vulnerables a sufrir carencias y privaciones.
Así, en el capítulo de México en el Estudio Global sobre Pobreza y Disparidades en la Infancia, elaborado por UNICEF entre 2008 y 2009, se destacaba que en el período 2006/08 un 25% de los niños y niñas mexicanas (diez millones aproximadamente) vivían en condiciones de pobreza alimentaria.
En resumidas cuentas, las dos administraciones federales surgidas del Partido Acción Nacional (2000-2012) se convirtieron, como bien definió un distinguido priísta, en una fábrica de pobres.
Lo paradójico es que los datos que de vez en vez nos obsequian el Banco de México y la Secretaría de Hacienda –recién, también, el INEGI– sobre lo bien que marcha la macroeconomía, no han tenido un reflejo inmediato en la microeconomía. O mejor dicho, no llegan a los bolsillos de los más desfavorecidos.
No es precisamente un buen síntoma que el indiscutible crecimiento económico de los últimos años haya supuesto una mejor redistribución de los ingresos individuales, incluso regionales. A diferencia de lo que ha ocurrido en otros países de nuestro entorno latinoamericano, México no ha podido rebajar las penurias de más de la mitad de sus habitantes.
La brecha entre ricos y pobres ha aumentado, se han agudizado las estrecheces de la población anciana, la desigualdad entre hombres y mujeres es muy alta, y los desequilibrios entre entidades federativas son notables: hay más pobres en el sureste que en el noroeste, por ejemplo.
Son datos que deberían llevar a la reflexión y que exigirían una mejor redistribución de la riqueza y mayor sensibilidad en lo que respecta a la solidaridad, ¿no cree usted?
Índice Flamígero: Del dicho al hecho. Todavía en Roma, el Presidente Enrique Peña Nieto pidió a representantes de la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO, por sus siglas en inglés) y del Programa Mundial de Alimentos (PMA) su apoyo para la Cruzada Nacional contra el Hambre, uno de los ejes de su gobierno, con el que se confronta el discurso triunfalista sobre los supuestos avances en la cobertura y estructura de los programas sociales implementados en las últimas décadas.
— asi es don Paco, pero hay criticones de la cruzada contra el hambre, xq claro hay q ensenyar a pescar, pero desde una mesa bien servida no se vale criticar q cuando menos hoy coman. ojala la cruzada tenga y supere esos alcances.