Por Aurelio Contreras Moreno
Mareados, empoderados, serviles e ignorantes de la historia nacional, algunos aprendices de legisladores de la llamada “4T”, hablan ya de reelección presidencial. Y como ha quedado demostrado en menos de un año de lopezobradorismo gobernante, nada de lo que hacen es casualidad.
En Tabasco, un diputado local de Morena al que por lo visto le encanta ser noticia por su abyección y genuflexión al “líder supremo”, y que en el nombre lleva la fama de bufón (se llama Charly Valentino), propuso en tribuna que se reforme el artículo 83 de la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos para que Andrés Manuel López Obrador pueda buscar reelegirse por seis años más al frente del Ejecutivo federal.
“Sufragio efectivo, sí reelección”, dijo sin tantita pena el mismo legislador que hace unos meses escupió que los mexicanos habíamos sido conquistado “por la peor de las razas”, al referirse a los españoles, en otro intento por quedar bien con el Presidente, metido en ese momento en una controversia por su petición de que la Corona Española pidiera perdón por ese episodio histórico.
Más allá de la diatriba estúpida de un payaso con fuero, la respuesta de López Obrador es lo que induce a temer por el futuro de la democracia en México. Pues aun cuando firmó ante notario una carta en la que se compromete a respetar lo que establece la Carta Magna –que en ningún caso y por ningún motivo un Presidente de México volverá a desempeñar ese cargo-, y se dice “maderista”, en los mañosos juegos de palabras que acostumbra utilizar para esconder sus verdaderas intenciones –como aquel “a mí denme por muerto”-, escurre el bulto.
Porque López Obrador señaló que “si así lo decide el pueblo”, entregará el gobierno en 2024. ¿Y si el “pueblo” decide otra cosa, como por ejemplo, que se quede de manera vitalicia en la Presidencia de la República, vía una “consulta popular” controlada y manipulada por el propio gobierno? ¿Se negaría a causa de sus “principios”?
No por nada una de las reformas legislativas que se discutirán en el actual periodo de sesiones del Congreso de la Unión que más le importa que prospere al régimen es la del referendo presidencial, con la cual López Obrador busca estar en las boletas de las elecciones intermedias de 2021.
Si el “pueblo” le pide que se quede hasta el final del mandato para el que fue electo de manera más que legítima hace poco más de un año y que, en consecuencia, no necesita de refrendo alguno, ¿qué podría impedir que de inmediato se promueva una reforma constitucional para que eliminar el candado contra la reelección, más si, como calculan, en esos comicios lograsen la mayoría absoluta en la Cámara de Diputados? ¿Y tras de ello “preguntarle” al mismo “pueblo” si quiere que se reelija o al menos prolongue su mandato?
Una cosa es lo que dicen en la llamada “cuarta transformación” y otra muy distinta la que en realidad hacen. Juran que combaten la corrupción, pero en los hechos la solapan, la encubren y hasta la promueven.
¿O cómo puede entenderse que, investido en juzgador, el presidente López Obrador exonere a priori, sin investigación de por medio, a su director de la Comisión Federal de Electricidad, el impresentable Manuel Bartlett Díaz, de los señalamientos por enriquecimiento inexplicable que se presentaron ampliamente documentados? Cuando debería procesársele por ése y muchos otros delitos de gravedad cometidos durante su mafiosa carrera.
La farsa del discurso de la “transformación” brota como pus. Y el autoritarismo de los trogloditas de cuarta emerge, quitándose finalmente la careta.
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