MOISÉS SÁNCHEZ LIMÓN
Justo hace un año Ricardo Monreal Ávila sostuvo que había llegado la hora de sacudir al Poder Judicial de la Federación. Hubo reacciones encontradas aunque las más apoyaron la propuesta de quien es considerado el hombre de mayor confianza política de Andrés Manuel López Obrador.
El senador Monreal abrió, así, la temporada de caza de corruptos en el ámbito de la impartición de justicia que puede ser considerada como la casa del jabonero, en la que el que no cae, resbala…
Al poco tiempo, apenas había rendido protesta como Presidente de la República, López Obrador emprendió la embestida personal y específica contra los ministros de la Suprema Corte de Justicia de la Nación, a quienes acusó de ganar millonadas y los echó a la jauría de sus seguidores que los persiguieron y despedazaron en las “benditas redes sociales”.
Y, en efecto, la impartición como la procuración de justicia son ámbitos en los que la corrupción ha sido hermana de la opacidad y de la impunidad. Suele asumirse en la generalidad que todos los jueces como los policías y agentes del ministerio público, magistrados y jefes policiacos, procuradores o fiscales y ministros están en el mismo set de la venta y tráfico de la justicia.
Pero un punto fundamental es que impartidores y procuradores de justicia como aquellos responsables de prevenirla, en los mandos tienen padrinos, obedecen a condicionantes que ningún discurso moralista y salpicado de lugares comunes emparentados con el bien común y la Biblia o el catecismo, puede desmentir y mucho menos acusar que los prohombres son víctimas de los enemigos políticos y la maledicencia política.
No, no nos engañemos. Este es el juego de siempre, no tiene nada novedoso. Y cada Presidente de la República ha tenido a los ministros de la Corte afines a sus decisiones porque, él los eligió aunque el Senado haya sancionado los nombramientos.
¿A quiénes Eligió Ernesto Zedillo Ponce de León luego de su reforma que fue el golpe de estado técnico al Poder Judicial apenas llegado a la Presidencia? José Vicente Aguinaco Alemán, Salvador Aguirre Anguiano, Mariano Azuela Güitrón, Juventino Castro y Castro, Juan Díaz Romero, Genaro Góngora Pimentel, José de Jesús Gudiño Pelayo, Guillermo I. Ortiz Mayagoitia, Humberto Román Palacios, Olga Sánchez Cordero y Juan N. Silva Meza.
Y Vicente Fox Quesada designó a José Ramón Cossío Díaz, Margarita Beatriz Luna Ramos, Sergio Valls Hernández y José Fernando Franco González-Salas.
Felipe Calderón designó a Luis María Aguilar Morales, Arturo Zaldívar Lelo de Larrea, Jorge Mario Pardo Rebolledo, Alfredo Gutiérrez Ortiz Mena y Alberto Pérez Dayán.
A Enrique Peña Nieto le toco designar a los ministros afines Eduardo Medina Mora Icaza, Javier Laynez Potisek y Norma Lucía Piña Hernández.
Y, en su naciente periodo, Andrés Manuel López Obrador ha designado Juan Luis González Alcántara Carrancá y Yasmín Esquivel Mossa. Por supuesto, ahora hará lo propio con el sustituto del defenestrado Medina Mora.
Y digo designado porque el término propuesto es un eufemismo que encubre a ese nombramiento de exclusiva decisión del Presidente de la República en turno y, seamos serios, cada ministro obedece a condicionantes no escritas –así lo registra la historia—de quien lo propuso en ese espacio del primer nivel e influencia con decisiones definitorias en la impartición de justicia en el máximo tribunal del país.
¿Alguien duda que al hoy ministro presidente de la Suprema Corte de Justicia de la Nación, Arturo Zaldívar Lelo de Larrea lo impuso Felipe Calderón?
Bueno, cuestión de atender este affaire que provocó el togado en la entrevista con John Ackerman y Sabina Bergman, cuando acusó a su ex amigo y compañero de carrera de haber sido el Presidente que más ha presionado, en especial a él, a los ministros de la Corte.
El ministro desconoció al amigo y tutor de esos días de la influencia del señorpresidente en turno y rindió honores a López Obrador:
“Tengo una relación cordial, afectuosa y respetuosa con el presidente de la República (Andrés Manuel López Obrador). Le tengo aprecio y estoy realmente de acuerdo en muchas de las cosas que está haciendo, porque hay coincidencias previas sobre ciertas maneras de ver al país”, dijo Zaldívar Lelo de Larrea a los jocosos entrevistadores Ackerman y Bergman.
Usted califique esta postura del ministro presidente, porque finalmente se ajusta a la máxima de “muerto el rey viva el rey”, aunque en mi pueblo le llama de fea manera a esa amnesia sexenal. ¿Por qué golpear a Felipe Calderón?
Pero, veamos, Ricardo Monreal, doctor en derecho, académico universitario en sus ratos libres porque su tiempo lo ocupa en coordinar a los senadores de Morena y atender las exigencias de la toral Presidente de la Junta de Coordinación Política de la Cámara alta, sabe de lo que habla cuando impulsa reformas tendentes a cambiarle hasta el modo de andar al Poder Judicial de la Federación concentrado en la Suprema Corte de Justicia de la Nación y el Consejo de la Judicatura Federal, órgano colegiado que sanciona y administra a la Corte y cuya desaparición ha planteado Monreal.
Así que, en el momento en que el señorpresidente enderezó baterías para descalificar a los ministros, en esa idea de generarles ambiente adverso entre la opinión pública lo logró en esa tarea de socavar para decidir sin ser cuestionado porque, finalmente, se asume honesto, impoluto y con calidad moral para intervenir en asuntos donde hay corrupción, estela del neoliberalismo que todo ensució a su paso. Dice pero se toma la foto con los neoliberales y sonríe junto a ellos y asume compromisos con ellos.
Por supuesto, Medina Mora debe una explicación a los senadores de las causas que lo llevaron a renunciar al cargo para el que fue elegido por 15 años, aunque el licenciado López Obrador dio luz acerca de la razón y lo expuso ante la opinión pública como una pieza de esta cacería de aquellos ministros que tienen, como lo ha deslizado, mucho qué explicar, es decir, Eduardo Medina Mora fue apenas el primero. ¿Quién sigue?
El caso es que la desmemoria política y justiciera de cada sexenio suele olvidar pecados del pasado para sancionar los del momento.
El linchamiento público, del que Ricardo Monreal se declaró enemigo en la sesión plenaria senatorial del martes pasado, se ha cebado en Medina Mora y ofrecido como el más corrupto de los corruptos. Por supuesto, el hoy ex ministro no es una hermana de la caridad, pero su cercanía con Enrique Peña Nieto, quien lo designó, fue la causal de que la Unidad de Investigación Financiera filtrara sus movimientos bancarios llevándolo al límite del abismo rumbo a prisión.
¿Cesará la persecución contra Medina Mora? Es posible, muy posible, la actual administración ha dado muestra de esas artimañas perversas de desacreditar, descalificar pero no encarcelar. El caso de Rosario Robles tiene otras causales y lecturas, pero ¿por qué no ha sido detenido Emilio Lozoya Austin?, por ejemplo.
La desmemoria política y justiciera, insisto, no ha querido hurgar en esos expedientes del escándalo en la casa donde se presume se imparte justicia. Lo que importa es el momento y buscar en los expedientes de los personajes, por tanto, vigentes y que implican ya sea el riesgo político del corto plazo, o sirven de chivos expiatorios y ejemplo de lo que puede ocurrir.
No, no se parecen los actuales prohombres del poder. No, Andrés Manuel no se parece a los de ayer. No, han mejorado en mentir con la verdad, son alumnos destacados del priismo que abominan, de los del pasado neoliberal.
En este tenor, ¿le dicen algo los nombres de Sergio Armando Valls Hernández, Carlos Antonio del Río Rodríguez y Ernesto Díaz Infante? En la próxima entrega le hablo de ellos. El caso Medina Mora es el del sexenio. Digo.
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