Francisco Gómez Maza
• Chile: modelo de la concentración de la riqueza
• Como en México, imperan pobreza y desigualdad
Excelente interrogante la que la periodista Rosario Gómez le plantea a Roberto Fuentes Vivar, después de leer, en Facebook, su columna de este miércoles, que bajo el título Fin a la Adoración del Capital; Revaluación del Salario, difunde https://www.analisisafondo.com/opinion/item/37139-fin-a-la-adoración-del-capital-revaluación-del-salario/
Pregunta la colega: Muchos mexicanos se preguntan ¿Por qué los chilenos se han rebelado, cuando su país era considerado el modelo a seguir dentro de la América Latina globalizada?
Y me atrevo a hacer un comentario: Precisamente porque los chilenos (y los mexicanos, y ahora los argentinos) están ya cansado de la globalización, que sólo ha traído concentración de las riquezas en muy escasas manos y ha globalizado la pobreza y la miseria. El salario precario, robado por los globalizadores, ya no les alcanza para vivir. La globalización sólo ha beneficiado a unos cuantos empresarios y financieros, Ha creado una desalmada desigualdad social y económica. Por ello se lanza la juventud en contra del alza en las tarifas del transporte colectivo porque con el salario del miedo no les alcanza ni para movilizarse de su casa al trabajo, a la escuela y a donde necesiten movilizarse, Pero no es sólo el precio del transporte.
Es que todo conspira contra las exiguas finanzas de la gente, mientras el gobierno trabaja únicamente para beneficiar a las clases dominantes y no sólo las criollas; también las de países extranjeros. He publicado en Facebook una lista de los grandes ríos que ya no son chilenos, sino propiedad de grandes corporaciones extranjeras de todo el planeta.
Los chilenos ya no son propietarios del agua.
Ni de las minas. Muy similiar a lo que venía ocurriendo en México.
Cuentan todas las crónicas que la ola de violencia se inició por un detalle que parece mínimo: la subida de un 5% en el precio del boleto del Metro de Santiago, usado por casi tres millones de personas diariamente, tres millones que apenas tienen lo suficiente para subsistir. Otro tanto ocurre con los salarios de los trabajadores y con las pensiones de los viejos. La verdad es que subsisten de milagro.
Ante las protestas multitudinarias en las calles de Santiago, la capital, Sebastián Piñera, el presidente de derecha, globalista, neoliberal, implantó el Estado de Emergencia (en México le llamamos Estado de Sitio), que implicó sacar a unos diez mil militares a las calles y restringir las libertades de reunión, pero la movilización y el estallido social no se frenaron. Y varios manifestantes fueron muertos. Piñeira tuvo que levantar el toque, pero ya su destino está marcado. Jamás los chilenos volverán a votar por el neoliberalismo, y hay un gran peligro de golpe de Estado pero en sentido contrario al golpe de Augusto Pinochet que derrocó y provocó la muerte del doctor Salvador Allende.
Sucede que el alza de tarifas fue la chispa que detonó el descontento, porque se había sumado a otras subidas en el agua, la luz y los medicamentos, lo que impacto directamente las exiguas finanzas de los chilenos pobres (y también de las clases medias). Ahora deben pagar más por servicios que usan con regularidad, a pesar de que sus sueldos no suben y bordean entre miserables 562 y 703 dólares mensuales.
Simultáneamente, el sistema de pensiones chileno, administrado por empresas privadas, ha dejado a los adultos mayores en la pobreza, con jubilaciones que no llegan a un tercio de lo ganado en la vida activa y una pensión solidaria de 160 dólares al mes; mientras las administradoras tienen millonarias utilidades.
La desigualdad económica, una de las más altas del continente, se arrastra por décadas y atraviesa todos los gobiernos democráticos que siguieron a la dictadura de Pinochet, incluidos dos de Michelle Bachelet y el segundo mandato de Piñera.
Esta situación ha creado un clima de ebullición incubada por un largo tiempo, pese a la estabilidad y el crecimiento económico. Los chilenos, especialmente los de sectores medios, se quejan de la carencia de un cambio y sienten que el sistema político los priva de sus derechos.
En mucho, la vida de los chilenos bajo las garras de la corrupción, la pobreza, la miseria se parece mucho a la de los mexicanos. ¿O no, querida Rosario Gómez?