* Toda reforma parcial garantiza la permanencia del Estado en terapia intensiva. Deben comprender que lo que estorba es el modelo presidencialista, y si eso no se modifica, olvídense de la 4T, de la nueva República, de la regeneración nacional.
¿Por qué se niegan a hacer lo que deben, y a cumplir con el mandato constitucional?
Gregorio Ortega Molina
Servir al Estado es más difícil que observar puntualmente el dogma de la fe. El primero requiere de una voluntad férrea, pero de una conciencia elástica, amoldable a todo evento; la divinidad, por el contrario, al tener el perdón y la penitencia, tolera una voluntad débil, pero sin una inquebrantable aceptación del dogma jamás se llega al paraíso.
¿Qué reforman los sínodos, qué modificaron durante el último Concilio Vaticano, cómo han de leerse las encíclicas papales?
Por el contrario, para servir al Estado pueden y deben modificarse la legalidad y la Constitución. Las instituciones de la República nada tienen que ver con las que defienden a la Fe, creadas por los administradores de las diversas religiones. Si hay una trinidad divina, también existe una republicana: Poder Ejecutivo, Poder Judicial y Poder Legislativo, las tres garantías de la legalidad y la observancia al mandato constitucional.
Las líneas que separan a una de otra de esas tres instituciones de la República, de esos tres garantes de la vida y permanencia del Estado, son tenues, pero nunca deben confundirse, de otra manera el Derecho se pierde y su lugar es ocupado por la impunidad.
Lo único verificable, cierto e incómodo, es que, desde la fundación del Estado como producto de la Revolución, el mandato constitucional se incumple. Cierto, se consigna lo que las instituciones de la República deben garantizar a los ciudadanos: salud, empleo, educación, justicia, seguridad, alimento, vivienda… y la lista de derechos es alargada por los gobiernos, para tranquilidad de la conciencia de quienes los encabezan.
De 1917 a 2019 trascurrieron 102 años… que fueron suficientes para que las instituciones de la República se pudrieran.
Hoy son ineficaces para ser herramienta en el cumplimiento del mandato constitucional. La única solución es hacer lo que no está permitido en las religiones: cambiar el dogma. Es decir, una profunda y sincera reforma del Estado que quite lo que estorba y cree o recree las facultades que den aliento y vida sana a la Nación, a la patria, al orgullo identitario (sin nada que ver con el movimiento racista francés) de ser mexicano.
Insisto en lo que señalé durante la semana: toda reforma parcial es garantizar la permanencia del Estado en terapia intensiva. Deben comprender que lo que estorba es el modelo presidencialista, y si eso no se modifica, olvídense de la 4T, de la nueva República, de la regeneración nacional. ¿Por qué se niegan a hacer lo que deben, y a cumplir con el mandato constitucional?
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