· Ley de Amparo, esperanzadora
· Pacto por México, haciendo agua
Entre las varios shows, como le dicen los periodistas gringos a los actos publicitarios del gobierno de Obama, ocurridos ayer lunes en la capital mexicana, destacaron dos: Uno bueno y otro no tanto, por no decir malo.
La promulgación de la Ley de amparo, en Palacio, firmada por Peña Nieto, fue recibida con optimismo y esperanza por organizaciones defensoras de derechos humanos.
El optimismo pudiera ser razonable, pues la Ley de Amparo, como lo advirtió el senador Ernesto Cordero, presidente de la Mesa Directiva del Senado, en la ceremonia en Palacio, amplía los márgenes de la legitimidad jurídica; permite visualizar los amparos colectivos; moderniza las herramientas para que, inclusive, los medios electrónicos de comunicación estén a su servicio y abre la posibilidad de una declaración general de inconstitucionalidad.
Es posible que a partir de ahora el amparo pueda servirle a muchos mexicanos porque ya no será un recurso jurídico que vaya a ser larguísimo y eterno.
En otras palabras, la nueva Ley adopta, entre otras, figuras jurídicas de avanzada, que se verán reflejadas, primordialmente en la formal, institucional, protección a los derechos, pues como lo explico el propio presidente de la república, luego de firmar el documento que será publicado hoy en el Diario Oficial y que entrará en vigor el miércoles venidero, procederá en contra de normas generales, actos u omisiones, de los poderes públicos o de particulares en funciones equivalentes a las de autoridad, que violen los derechos humanos reconocidos por la Constitución Federal y los tratados internacionales.
La promulgación de la Ley de Amparo digamos que fue la “buena”. La no tan buena fue que el Consejo Rector del Pacto por México, presidido por el dirigente del “izquierdista” Partido de la Revolución Democrática, Jesús Zambrano, no pudo ocultar que está en crisis. Y los demás dirigentes callaron. Nada dijeron ni Gustavo Madero Muñoz, del PAN, ni César Camacho Quiroz, del PRI, y mucho menos los secretarios de Gobernación, Miguel Ángel Osorio Chong, y de Hacienda, Luis Videgaray Caso (en boca cerrada no entran las moscas).
El Consejo convocó a la conferencia de prensa para las 13 horas en un hotel de Gran Turismo de la avenida Juárez, enfrente de la Alameda Central. La espera fue preocupante. Pasaba el tiempo y los conferenciantes no aparecían. Hora y media después los consejeros se dignaron ocupar su lugar enfrente de los periodistas, pero quien llevó la voz cantante fue el “izquierdista”, que informó de generalidades, vaguedades, temáticas que estarían en análisis y estudio, iniciativas de reformas que aún están en el tintero del escritorio presidencial, pero ninguna noticia. Simplemente no tenía nada de que informar. El Consejo se presentó a la conferencia porque no tenía otra opción.
La curiosidad, la interrogación, las dudas revoloteaban en el conglomerado de periodistas presente; varios plantearon preguntas que no fueron respondidas por Zambrano. No podía responder porque no tenía respuestas.
Lo más grave que afloró en la conferencia fue la convicción de muchos reporteros de que el Consejo Rector del Pacto es únicamente el primer legislador, y reformador de leyes, y el Congreso de la Unión (Cámara de Diputados y Cámara de Senadores) de la LXII Legislatura es, hoy por hoy, sólo una caja de resonancia de lo que ordena el poder Ejecutivo, una Oficialía de Partes, como la han llamado los periodistas.
Zambrano fue la voz sonda, la cortina de humo de que algo muy grave que ocurre al interior del Consejo Rector. Zambrano simuló ser el presidente. Madero confirmó con su actitud la división al interior de su partido por el apoyo al Pacto. Camacho, del PRI, como viejo zorro. Osorio y Videgaray, hablando con la virgen.
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