* El país está intervenido. El representante del Imperio lo mismo es responsable de las políticas migratorias que de las de seguridad, desde la Secretaría de Relaciones Exteriores. Marcelo Ebrard es ajonjolí de todos los moles y la cabeza del proconsulado
Gregorio Ortega Molina
Lo que hoy sucede en México no permite comparaciones con el pasado inmediato, mucho menos con el remoto. Se supone que transitamos por el angosto sendero de un cambio de régimen, de una regeneración nacional, cuyo único resultado es el debilitamiento de las instituciones, la pudrición del Estado. Allí está el hedor que sale ya de la nueva CNDH.
Tal como lo señalé hace unas semanas en relación a la reforma del Poder Judicial de la Federación, los pagos a plazos sólo generan contratiempos y obligan a compromisos que los responsables de gobernar hubieran deseado no adquirir. Lo que debió iniciarse es la reforma del Estado, total y completa, porque el modelo político es un lastre para la gobernanza. La institución presidencial es un florero que estorba.
Estamos a tiro de piedra del 1° de diciembre. Ya no debe sostenerse un gobierno que basa su aceptación y credibilidad en culpar al pasado. Vivimos el presente. Allí están los números. Las estadísticas arrojarán resultados históricos cuando el actual gobierno haya concluido. Querer anticipar el futuro equivale a apostar ciego en un juego de póker cerrado.
AMLO y su gabinete son los responsables absolutos de lo que ocurre en México desde el 1° de diciembre de 2018. Las ofertas políticas fueron puntuales y precisas: disminución de la violencia y reordenamiento de la seguridad pública; liquidación del proyecto económico neoliberal, para construir una nación humana con economía moral, en la que los pobres serán los primeros; combate a la corrupción, con transparencia absoluta en la adquisición de bienes y servicios para los programas de gobierno; mejora salarial; respeto a los derechos humanos; políticas migratorias de bienvenida; reforma educativa; recuperación del petróleo…
Y, tras la insistencia del rumor sobre su reelección, la promesa firmada de observar el mandato constitucional en ese punto, aunque “pervive” la sensación de que, con paciencia y complicidades, construye su 18 Brumario con la modificación del tiempo del gobierno para el cual fue electo. Jaime Bonilla se prestó a ese juego perverso, alguna recompensa habrá de recibir, o sólo una palmadita en la espalda, como se premia a todo traidor.
Lo que tenemos la obligación de observar con detenimiento, es el presente. Es preciso dar la espalda al pasado, es prudente alejarse de la tentación de visitar Delfos y su oráculo. Lo de hoy nos indica que, como nunca antes, el país está intervenido en las decisiones gubernamentales, el representante del Imperio lo mismo es responsable de las políticas migratorias que de las de seguridad, desde la Secretaría de Relaciones Exteriores. Marcelo Ebrard es ajonjolí de todos los moles, actúa como cabeza del proconsulado.
La analogía con Donald Trump es inevitable. Está descrita en el libro final de Millenium, la transcribo para ustedes:
Killing the world with lies.
Giving the leaders
The power to paralyze
Feeding the murderers with hate
Amputate, devastate, congratulate
But never, never
Apologize
Lo malo es que todo lo han trastocado, han hecho una apología de un cambio inexistente, que me recuerda a los salta pa’trás.
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@OrtegaGregorio