* Buscan unidad nacional, cuando se han comportado como matoncitos. En paráfrasis de Hannah Arendt, se empeñan en la banalización del poder
Gregorio Ortega Molina
Esta cuesta de enero será lenta, difícil de remontar. Puede ocurrir lo peor y que dure 12 meses, o cinco años más. Estará, como estuvo desde el 1° de diciembre de 2018, llena de falsedades que los electores no hemos querido responder, porque con timidez caemos en la cuenta que las adjetivaciones y agravios lesionan más a quien los profiere, que a los supuestos destinatarios.
La política comunicacional de la Presidencia de la República es de adjetivos, carece de propuestas concretas y realizables, porque saben que para que sean aceptadas en silencio las políticas sociales, han de proceder al descontón del agravio verbal, del infundio. Nadie dice y difunde que ese dinero proviene de los impuestos que entregamos al fisco, los que religiosamente lo hemos hecho durante nuestra vida laboral. Se lo agradecen a AMLO, cuando debieran dar las gracias a esos mafiosos del poder, fifís y depredadores económicos que cumplen con al SAT.
Pero con la criada respondona que le apareció a AMLO, resurgen esos grupos de masiosares tan dañinos como los dinos del PRI y del PAN. Que Jorge “Tuto” Quiroga diga al jefe del Estado mexicano matoncito y cobarde, ¿debe indignarnos? ¿Debemos rasgarnos las vestiduras y llamar a una unidad nacional ficticia? ¿Envolvernos en la bandera, y como niños héroes, lanzarnos al vacío? El presidente de la República cosecha las varas por él sembradas, no le den vueltas.
Además, cometen el error de olvidar la historia reciente. El que manda del Bravo hacia abajo, vive en la Casa Blanca, y él dispone de la manera en que puede administrarse la soberanía de las naciones independientes. Por las buenas, o las malas.
Nadie quiere recordar los servicios prestados por el general Manuel Antonio Noriega, Cara de Piña, a la política antinarcóticos de los estadounidenses. Cuando dejó de servirles, fueron por él, “al enterarse que estaba amparado en la Nunciatura de Panamá, los militares estadounidenses rodearon el edificio e impidieron la salida o entrada de cualquier persona. Al percatarse de que Noriega no iba a salir voluntariamente, los militares estadounidenses aplicaron una táctica de guerra psicológica: tocaron Heavy metal a través de unos altavoces inmensos que rodeaban a la nunciatura sin interrupciones por tres días, hasta que el Nuncio logró convencer a Noriega para que se entregara a las fuerzas estadounidenses que rodeaban el edificio”.
Con Genaro García Luna no fue necesario tanto desfiguro. Quienes intentaron beneficiarse de su detención son los actuales gobernantes, sin detenerse a considerar que lo que se dé a conocer durante el juicio los dañará más a ellos que a los que dejaron de ser, porque el pasado se fue, ya no está.
Mario Vargas Llosa pone en el caletre de su personaje García Ardiles la siguiente reflexión: “¿Era la historia esa fantástica tergiversación de la realidad? ¿La conversión en mito y ficción de los hechos reales y concretos? ¿Era esa la historia que leíamos y estudiábamos? ¿Los héroes que admirábamos? ¿Un amasijo de mentiras convertidas en verdades por gigantescas conspiraciones…?
Ahora resulta que buscan unidad nacional, cuando se han comportado como verdaderos matoncitos. En paráfrasis de Hannah Arendt, se empeñan en la banalización del poder.
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@OrtegaGregorio