• Los principios se echaron a la basura
• Urgente, escudriñar la historia patria
Si realmente quiere recuperar el liderazgo en América Latina por lo menos, ya no digamos en lo que antes se llamaba Tercer Mundo y que ahora, en la actualidad del neoliberalismo, se denomina economías emergentes, el gobierno de México tiene la ineludible obligación de recuperar el sentido solidario de su política exterior.
Desde que el PRI empezó a pintarse de azul, de Miguel de la Madrid Hurtado para acá, los sucesivos ocupantes de La Silla fueron haciendo a un lado los principios que permitieron a México ser reconocido, en el concierto de las naciones, como un adalid, defensor de las mejores causas de la humanidad.
Como muestra, un botón: El zamorano ciudadano del mundo, Alfonso García Robles que fue representante permanente de México en las Naciones Unidas y en el comité sobre el desarme, y uno de los motores del acuerdo contra el armamento nuclear, sobre todo en la zona de América Latina, que concluyó con el Tratado de Tlatelolco. Tan significado fue el papel de los gobiernos mexicanos, que el canciller García Robles hasta fue galardonado, un histórico 13 de octubre de 1982, con el Premio Nobel de la Paz.
Con Vicente Fox y Felipe Calderón, México fue borrado del mapa latinoamericano y del mundo. Ni siquiera se alió con sus congéneres ideológicos como Colombia, e inclusive fue objeto de la desconfianza del gobierno estadounidense.
Los principios sobre los cuales se “fundo” la exitosa política exterior mexicana se fueron al archivo francés, como yo le llamo al basurero: La autodeterminación de los pueblos; la no intervención; la solución pacifica de las controversias; la proscripción de amenaza o del uso de la fuerza en las relaciones internacionales; la igualdad jurídica de los Estados; la cooperación internacional para el desarrollo; la lucha por la paz y la seguridad internacionales…
El actual gobierno del presidente Enrique Peña Nieto está haciendo pininos con una estrategia que aún no acaba de definirse, que se queda en meras generalidades conceptuales, sin concreción, quizá porque aún le está midiendo el agua a los camotes, como dicen en mi terruño.
Ahora en Japón, durante su visita de Estado, al pronunciar una “conferencia magistral” en un centro escolar universitario de Tokio, Peña Nieto delineó lo que él llama “cuatro pilares” de lo que podría ser su política exterior para los próximos años y que él asegura se concretarán en una agenda de trabajo enfocada a cada región del mundo:
Primero. Fortalecer su presencia internacional; “se trata de estrechar nuestras relaciones con las demás naciones y ampliar nuestra capacidad para incidir en la conformación de un orden internacional más próspero y más equitativo”.
Segundo. Ampliar la cooperación internacional. México, como actor solidario, aportará lo mejor de sí a la solución de los desafíos globales en beneficio de otras naciones hermanas, “uno de los mejores ejemplos de la fraternidad entre las naciones es, precisamente, el que han tenido Japón y México en momentos de adversidad”…
Tercero. Promover el valor de México en el mundo: “Queremos que el mundo conozca todo lo que es México, nuestra cultura, nuestra historia, nuestras artes, nuestras bellezas naturales y especialmente, la oportunidad económica y el buen momento que en éste ámbito estamos teniendo”.
Cuarto. Velar por los intereses de México en el exterior. El Gobierno de la República atenderá de manera oportuna los asuntos e intereses de México y los mexicanos en el exterior, pero que son principios muy generales, inclusive vagos. Adolecen de realismo, de pragmatismo creador.
Mientras, la violencia, el narcotráfico, la trata de personas, la enorme dependencia económica en el petróleo, la dependencia en las remesas que envían nuestros paisanos desde los Estados Unidos, entre otras muchas calamidades siguen poniendo en grave riesgo la seguridad nacional, que es el objetivo final de toda política exterior.
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